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martes, 3 de junio de 2025

CAMINADO AL REVÉS

 Después del anuncio de subidas astronómicas de aranceles, hemos visto florecer un nacionalismo económico no solo por parte del plantel político sino también por parte de los sindicatos y de todos los medios y tertulias. Quieren acreditar la idea que la única manera de preservar los intereses de la clase trabajadora es pasando por la defensa de los intereses de nuestras empresas nacionales, como si estos últimos y los nuestros coincidieran.

Todos los gobiernos del mundo intentan reaccionar ante las medidas arancelarias estadounidenses, cada uno en nombre de su propia burguesía capitalista, de manera que todos, son partícipes de la actual escalada de dicha guerra comercial, aunque no estaban convencidos del éxito. El fallo por parte de una corte federal poniendo un freno a la política arancelaria ideada por el Gobierno estadounidense, ha sido un alivio para todos aquellos que se planteaban una respuesta similar cara a Estados Unidos.

En una economía en la que la producción y el comercio son internacionales desde hace siglos, en la que la fabricación de cualquier producto, por española que fuese la empresa, requiere inevitablemente materias primas, máquinas e incluso, algunas veces, piezas procedentes de cualquier parte del mundo. Acuñar la denominación "fabricado en España" o más comúnmente, "made in Spain" supuestamente en nombre de la clase obrera es absurda.

Ese sello, las empresas del Ibex 35 lo utilizan para exigir más subvenciones al Estado. Abanderando la defensa de la llamada producción nacional, los partidos políticos y sindicatos, tanto de derecha como de izquierda, incluso algunos de extrema izquierda, equivale a acreditar la idea de que la solución a los problemas vitales de la clase trabajadora pasa por fabricar español.

Esta demagogia nacionalista, favorita de la derecha y extrema derecha, hace mella en el conjunto de los partidos de izquierda como en los sindicatos. Más allá de las diferencias meramente estéticas en cuanto a cómo nos la venden, todos coinciden en que el Estado debe privilegiar y ayudar la marca España, es decir, meter la mano en su bolsillo que en realidad es de todos, para subvencionar a las empresas que producen en España.

Expresado de una manera más directa y más simple: pagar para que la patronal consienta proporcionarnos trabajo. Al final, siempre es la vieja cantinela: hay que dar dinero a la patronal y, un día quizás, esos miles de millones regalados a las empresas acaben transformándose en puestos de trabajo.

Lo mismo se puede decir de la proposición hecha por algunos partidos o sindicatos presentándola como medida revolucionaria: la nacionalización. Otra manera de utilizar el dinero público para comprar lo que ya es nuestro por haberlo pagado con la plusvalía generada por nuestro trabajo. Nacionalizar es sinónimo de conceder una indemnización a los accionistas de una empresa que supuestamente estaría en apuros. O sea, indemnizar a una empresa que despide sin ofrecer la más mínima garantía de empleo a las plantillas que está despidiendo.

El colmo de esta situación es que volver a una economía estrictamente nacional es imposible. La producción y el comercio han rebasado hace tiempo las estrechas fronteras nacionales, lo que la propia burguesía capitalista se esforzó en llevar a cabo.

Una política proteccionista sólo podría tener consecuencias nefastas para la clase trabajadora. Esta provocaría, en el mejor de los casos, una subida de los precios y dispararía la inflación. En el peor, nos llevaría a la barbarie.

El patriotismo económico es un señuelo más que utiliza nuestra burguesía para desviar la clase trabajadora de su verdadero objetivo y enemigo: luchar contra las empresas que practican la supresión de puestos de trabajo bien sean debidos al cierre total o parcial de una planta.

La clase trabajadora dispone, para imponer no su subsistencia sino su existencia, únicamente de una herramienta: la lucha. Es lo que nos permitiría imponer a los capitalistas, españoles o no, la prohibición de despedir y el reparto del trabajo entre todos. Imponer a la patronal que eche mano de sus beneficios para consolidar y perpetuar sus empresas so pena de expropiación. Única manera de no dejarse engañar por la demagogia nacionalista de los ideólogos burgueses y defender nuestros propios intereses.

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