La reciente actuación de España en Eurovisión ha sido, para muchos, decepcionante. No solo por la escasa puntuación recibida, ni siquiera por la falta de apoyo de aliados históricos como Ucrania o Portugal. El problema va más allá: transmite una sensación de rechazo generalizado que, en buena parte, no recae sobre la cantante ni su actuación, sino sobre la imagen que proyecta nuestro país al exterior, fruto de una gestión política que deja malas sensaciones democráticas.
Pedro Sánchez, una figura que genera divisiones internas y rechazo externo, parece haber contagiado hasta este tipo de certámenes. La estrategia de TVE, entre mezquindades políticas y promoción interna, fracasó. El resultado: una canción poco memorable, una escenografía ruidosa y recargada, y una artista que, injustamente, terminó siendo víctima del contexto.
No olvidemos que ni siquiera el jurado profesional consideró la propuesta española como destacable. Y eso debería hacernos reflexionar. La música, en esencia, debería trascender el humo, los saltos y los destellos. Lo que vimos fue más un espectáculo sensorial que un festival de canción.
En medio de todo esto, surgió un fenómeno curioso: el voto masivo español a Israel, probablemente como reacción a la campaña politizada promovida por TVE. Una muestra clara de cómo el público distingue entre gobiernos y ciudadanos, entre conflictos políticos y expresiones culturales.
La música y el deporte han sido históricamente puentes entre culturas. Julio Iglesias y el Real Madrid están presentes en lugares como Irán, Israel o Palestina. No podemos responsabilizar a artistas individuales de las decisiones de sus gobiernos, ni arrastrarlos a conflictos enquistados desde hace décadas.
Intentar manipular la percepción internacional usando un concurso como Eurovisión es irresponsable. Ya lo vimos con trágicas consecuencias en los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972. No cometamos el mismo error.
Eurovisión debería ser una celebración de diversidad y unidad, no un escaparate para agendas políticas internas ni externas. Seamos serios. Dejemos que la música hable por sí misma.
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