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domingo, 12 de enero de 2025

MAS QUE COMUNISMO UNA MAFIA EN VENEZUELA.

 Finalmente se ha consumado la tropelía. Maduro se ha autoproclamado, por seis años más presidente de su país, sin presentar a la opinión pública venezolana e internacional ninguna prueba (ningún acta) de su supuesto "apabullante" triunfo electoral en las elecciones celebradas el pasado 28 de julio de 2024. Es en términos democráticos un autogolpe de Estado y con ello pasa a formar parte del reducido "club de dictadores" que sobreviven en América Latina. No podían faltar en la patética escena de toma de posesión del cargo los únicos representantes de los países que le apoyan, Nicaragua y Cuba. Gobiernos democráticos de izquierdas como Brasil, Colombia, Chile y México le han negado su participación.

Confieso que, a pesar del pesimismo que me invade, mantenía una ligera esperanza de que al final presentaría las actas oficiales con el resultado electoral. No ha sido así y ahora tiene que cargar en su mochila no solo con la deplorable carga de dictador, sino con la responsabilidad de hundir cada vez más el discurso de la izquierda porque antes de ser de izquierdas hay que ser demócrata. Si no se entiende o no se comparte este principio, entonces hablamos de otra cosa.

Vaya por delante que el mantenimiento de este principio para nada tiene que ver con ningún respaldo a la figura y contenidos políticos de la líder de la oposición venezolana, Corina Machado. Detesto sus principios, al igual que detesto los de Millei en Argentina o los de Vox en España. Pero todos forman parte de las ideologías que subyacen en las sociedades y si se presentan a las elecciones (porque constitucionalmente tienen derecho) hay que respetarlas y desde la izquierda combatirlas y desenmascarar sus discursos.

Alguien desde la izquierda me ha transmitido la torpe (¿o estúpida?) pregunta de por qué a Argentina no se le exigieron las actas que dieron el triunfo a Millei. Es ruborizante el dar respuesta a la pregunta que por sí sola manifiesta su torpeza. En Argentina la izquierda convocó las elecciones y tras el escrutinio correspondiente el Gobierno y las instituciones del Estado dieron ganador a utratrastornado Javier Millei. Nadie dudó del resultado, ni interna ni externamente.

De los 27 países de la UE, ninguno ha acudido a la toma de posesión del nuevo dictador de América Latina, pero también los 27 (salvo la Italia de Meloni) no han proclamado como vencedor y legítimo presidente de Venezuela a Edmundo González. Es obvio que si estamos defendiendo desde el principio las bases de la democracia para legitimar todos los procesos, no procede proclamar vencedor de las elecciones venezolanas a Edmundo Ginzález, aunque presente copias de las actas (73% de las actas) en las que aparece como triunfador. Las actas tienen que ser oficiales, refrendadas por las autoridades reconocidas a nivel internacional. Esa ha sido la tumba de Maduro, que ha quedado fuera del juego democrático porque ha sido incapaz de legitimarse al no presentar las actas de los resultados electorales porque estas era obvio que no le avalaban como ganador.

Han hecho bien Petro, Lula, Sheinbaum y Boris en no estar presentes en la escena en la que la burla a la democracia ha dejado debilitada a la izquierda, pero aún habría sido peor si su presencia hubiese sido captada (o buscada) por los enemigos de la izquierda recibiendo el abrazo del carcelero de Nicaragua, Daniel Ortega, como ya él mismo buscó llegando deliberadamente tarde a la ceremonia y consiguiendo el "fraternal" abrazo de Nicolás Maduro.

La UE debe intentar, a partir de hoy, que Chile, Colombia, México y Brasil conformen un modelo de negociación con las fuerzas chavistas democráticas (que las hay) para conseguir una vía de negociación que facilite una transición política. No hay otra salida para evitar el laberinto en el que se ha sumergido uno de los países más ricos de América Latina.

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