Nos hemos convertido en víctimas de un sistema con sobrecarga de información y de atención constante. Empezamos a revisar el móvil al despertar sin ni siquiera pensar en ello. Y, en ocasiones, podemos permanecer horas observando contenido en las pantallas sin que nos demos cuenta. El FOMO nos persigue y nos conduce a revisar constantemente nuestras redes sociales, ignorando la belleza del mundo real que nos rodea.
No es solo una cuestión de tiempo, sino de salud mental. Los datos son alarmantes: jóvenes que sufrimos ansiedad, estrés y problemas de autoestima a causa de esta adicción digital. Las redes han creado un entorno donde la atención es un bien escaso, y donde es más fácil quedarse pegado a una pantalla que interactuar con las personas a nuestro alrededor. Si no hacemos nada para cambiar esta dinámica, el coste será alto. Debemos comenzar a priorizar nuestra salud mental y a establecer límites claros con las redes sociales. La responsabilidad es nuestra, pero también de las instituciones, que deben dar un paso adelante para ayudar a revertir esta realidad, especialmente en las próximas generaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario