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lunes, 7 de octubre de 2024

LA MALDICIÓN DE LA TIERRA

 El Octubre del 34 asturiano supuso una serie de sucesos violentos revolucionarios en plena República española, con un cariz trágico en la historia de nuestra comunidad y de España.

Todo fenómeno a comprender y analizar es contextualizable. Este movimiento obrero organizado, militar y estratégicamente, asaltó bancos, incautó armamentos, tomó fábricas, organizó la producción y la distribución de la alimentación de la población, proclamó el “Consejo Soberano de Asturias y León”. Belarmino Tomás y Ramón Álvarez Peña, obreros mineros formados en el marxismo revolucionario socialista de Largo Caballero y el anarquismo de la CNT, fueron portavoces de una insurrección contra un sistema republicano demócrata liberal burgués, radicalizado bajo el mandato de La CEDA en clave muy próxima a la derecha autoritaria y ajena a los intereses obreros. El pensamiento radicalizado, la incapacidad del sistema para canalizar y articular las demandas de las amplias clases trabajadoras, la altísima siniestrabilidad laboral, los jornales exiguos, el fracaso del pensamiento bienintencionado de la doctrina social de la Iglesia vía Maximiliano Arboleya, la ceguera y utopía revolucionarias de crear un mundo nuevo sobre las cenizas del antiguo, destruyendo y vengando las afrentas en clave cerril y desesperada, lo explica todo.

Los sectores socialistas de Largo Caballero e Indalecio Prieto, las ideas marxistas radicales, la falta de representación real de las justas demandas de los trabajadores, en un mundo de desigualdades sociales enormes y falta de oportunidades, carencia de escuelas, formación cívica, acceso al bienestar y a la Universidad para jornaleros, mineros y casi todo el mundo del trabajo. Más de 100 edificios en Oviedo fueron destruidos, la valiosísima biblioteca de nuestra Alma Mater y el vital teatro Campoamor, la Audiencia Provincial y la sagrada Cámara Santa catedralicia, así como parte considerable de la Catedral fueron volados con dinamita.

Se produjo la matanza de docentes religiosos en Turón -personas dedicadas a instruir y formar con generosidad y dedicación esforzada a hijos de mineros-, de notables en localidades, de empresarios inocentes y guardias civiles. Pero también se dieron indiscriminados asesinatos por tropas Regulares marroquíes y legionarios “con carta blanca”, así en el martirizado barrio de Villafría (Oviedo), la Matanza de Carbayín (Siero), sevicias graves, abusos, pillajes, violaciones de mujeres y torturas en las casas del pueblo y el monasterio de las Clarisas, más de 1.500 muertos y 15.000 detenidos y encarcelados sin proceso debido. Las cárceles asturianas se llenaron. López Ochoa, general masón y republicano, el brillante Franco, conocido en Oviedo como “El comandantín”, Yagüe y Lisardo Doval dirigieron la seria represión de los violentos insurrectos. La falta de representación de los trabajadores con pésimas condiciones de vida, el caciquismo oligárquico, la guerra de Marruecos con su clasista reclutamiento de las clases humildes y conscriptas forzosamente, la falta de diálogo civilizado en clave parlamentaria avanzada, la caída en descrédito de la Monarquía tradicional y la lucha de clases marxista, de tipo mesiánico-revolucionario, explican muchas cosas. Prieto y Azaña se arrepintieron de aquellos infaustos y bárbaros sucesos, la última revolución social obrera en la historia de Europa, heroica y torpe, con sus libros, márketing, tiernas heroínas como Aida La Fuente, canción de “Nuberu” y Víctor Manuel. Las técnicas de “guerra total” colonial contra la Población civil fueron expeditivas y execrables; la exaltación revolucionaria desesperada y vesánica, también. Las sentencias de muerte de los líderes fueron conmutadas por el legítimo Gobierno republicano, que también cometió excesos. Nunca más. España es país libre y culto.

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