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viernes, 23 de agosto de 2024

LA DICTADURA PLENA EN CONIVENCIA CON EL PP.

 Tras la carta lacrimógena de Pedro Sánchez y aquel retiro espiritual de cinco días, el presidente del Gobierno regresó a la arena política con una idea muy clara: implantar la censura. No podía ser que en las redes sociales se cebaran con su esposa y con su hermano. Lo que se decía tendría que ser tildado de bulos. Pero eso solo era la gota que colmaba el vaso de la paciencia de los que llevaban mucho tiempo queriendo meter mano a internet, pues la gente ya se informa más en la red que por los periódicos (alguno se salva, evidentemente), la radio y la televisión, por algo será. Controlar los medios de comunicación tradicionales estaba hecho, bien a través del dinero de la "información institucional" o con métodos aún más groseros, pero controlar a los twitteros es bastante más difícil. Hacía tiempo que se venía hablando de imponer normas y leyes para impedir la difusión en las redes sociales de los bulos y de los mensajes de odio, no solo en España, también en las instituciones de la UE, pero el asunto se aceleró mucho cuando pasaron dos cosas: una, la guerra contra Rusia y, otra, que empezaron a aparecer formaciones políticas y personas que estaban en contra de la inmigración irregular masiva y eran comunistas. Inmediatamente, como usted sabe, se prohibieron los medios de información rusos; ahora estamos en la segunda parte, imponer la censura en internet. Por supuesto que en las redes sociales y en los canales alternativos hay muchas patrañas, muchos bulos y mucho odio, entre muchas verdades que los medios tradicionales no dicen, pero eso no era un problema hasta que sucedieron las dos cosas que hemos apuntado. En la guerra contra Rusia mantener el relato es fundamental, no se vaya a pasar la gente a Putin, y derecha y pseudoizquierda no pueden llamar fascistas a los comunistas, no colaría. No había ningún problema cuando se podía echar la culpa a Rusia de volar sus propios gasoductos, sus propias presas o de bombardear las centrales nucleares bajo su control, ni tampoco si la ultraderecha exhibía su racismo centrándose en el color de la piel y en el pelo de los inmigrantes. La maldad de Putin y de la ultraderecha serían incontestables y a uno lo podían llamar asesino y a los otros fascistas, nadie lo iba a discutir. Pero cuando en el océano de la información, entre los bulos y el odio, emerge la verdad, eso sí que da miedo. Y la verdad está emergiendo: nos quieren llevar a una confrontación mundial para salvaguardar la dominación global de EE UU y de la anglosfera y tras la inmigración irregular masiva hay un plan, es evidente.

Pedro Sánchez nos dijo que la inflación era culpa de Putin y, tras entregar la soberanía del Sahara a Marruecos, que ese país controlaría que no hubiera presión migratoria hacia España. Claramente mintió, pero no le podemos cerrar el Gobierno por difundir bulos, como él quiere cerrar cuentas en las redes sociales. Sin olvidarnos de la patraña de Aznar de las "armas de destrucción masiva". Son precisamente los más mentirosos los que quieren crear un comité de "expertos" que diga lo que es verdad y lo que es mentira y que persiga lo que ese comité considere cerrando cuentas y amenazando con cárcel y con multas de infarto a los díscolos.

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, los comentarios racistas y los bulos en las redes sociales al respecto del asesino del niño de 11 años apuñalado en un campo de fútbol, los que tenían unas ganas enormes de meter mano a las opiniones distintas han salido en tropel hablando con todo tipo de eufemismos para no llamar a las cosas por su nombre: censura. No se puede saber lo que los nazis y sus padrinos están haciendo en Rusia y no se puede difundir lo que ya decía Karl Marx, que "el capital necesita un ejército de reserva que presione a peores condiciones sociales, laborales y salariales a los demás trabajadores". "Algunos están diciendo que los barcos de las ONG son los nuevos buques negreros, eso no puede ser". Pero Pedro Sánchez, que lleva meses sin aparecer por el Senado, se ha entrevistado en cinco ocasiones con George Soros y su hijo en la Moncloa, los especuladores financieros que patrocinan sociedades presumiblemente filantrópicas y ONG "para salvar migrantes", sin que haya trascendido de qué han hablado.

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