Antes los de a pie nos mirábamos un instante y nos sentíamos unidos en algo... Ahora, ni siquiera cruzamos la mirada perdida en el gris. Los de a pie llevamos demasiados días grises. Gris es lo que no se comprende y no se asimila; se compone de blanco y negro, pero creo que ya damos por perdido el blanco.
Se asoman en mi recuerdo las palabras de 2 Samuel 23:3,4: "Cuando el que gobierna sobre la humanidad es justo, gobernando en el temor de Dios, entonces es como la luz de la mañana, cuando brilla el sol, una mañana sin nubes. Del resplandor, de la lluvia, hay hierba procedente de la tierra". La hierba ha servido como fuente de alimento directa o indirectamente tanto para el hombre como para los animales. Cuando le da el sol, desempeña un papel significativo junto con otras plantas en purificar el aire, absorbiendo suficiente anhídrido carbónico y despidiendo suficiente oxígeno para equilibrar las necesidades normales de los seres humanos, y de los animales. Sus muchas raíces entrelazadas moderan la erosión del suelo. Apropiadamente se dice que la hierba es una de las provisiones de Dios, como lo son la luz solar y la lluvia. La buena voluntad de un rey se asemejaba a "la nube de lluvia primaveral", pues aseguraba condiciones agradables por venir, igual que las nubes portadoras de lluvia garantizaban el agua necesaria para que fructificaran las cosechas.
Hoy vivimos inseguros; los de a pie no entendemos que se pueda administrar poniendo los intereses partidistas o personales por encima de los del pueblo, o dando más peso a los acusados por la justicia que a los que la respetan, o que se pueda gobernar con una ley gris. Seguiremos esperando el Gobierno de alguien justo que teme a Dios y por eso resulta tan esperanzador como "la luz de la mañana". Ese de quien se celebra su nacimiento, pero se sabe poco de su función. De Jesús está escrito: "Amaste la justicia, y odiaste el desafuero. Por eso Dios, tu Dios, te ungió con el aceite de alborozo". (Hebreos 1:9.) Ungido para gobernar a la humanidad con justicia resplandeciente (Apocalipsis 11:15).
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