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lunes, 3 de mayo de 2021

MADRID REFLEXIONA

 Madrid reflexiona

Madrid tiene una realidad que la convierte en el símbolo de una forma de vivir que va más allá de la caña y la terraza, sustancialmente basado en la libertad, social y económica.

A Madrid le vendrá bien la jornada de hoy, que será para muchos de sus ciudadanos más de descanso que de reflexión, después de dos semanas de una campaña tensa como pocas. Pero Madrid tiene mucho que reflexionar, porque esta vez tiene a su favor que los proyectos que confrontarán mañana en las urnas están definidos por trazos bien gruesos. Comenzó la campaña con mensajes que a primera vista podrían parecer simplificadores, como «libertad o comunismo», por un lado, y «democracia o fascismo», por otro. Sin embargo, puestos a reducir el discurso a eslóganes, la campaña ha demostrado que hay mucho de verdad en el antagonismo entre la visión liberal de Díaz Ayuso y la pulsión intervencionista de los líderes de la izquierda. El filtro para la verborrea de mitin es la realidad que ven los ciudadanos. Y Madrid tiene una realidad que la convierte en el símbolo de una forma de vivir que va más allá de la caña y la terraza, sustancialmente basado en la libertad. Aquí es donde la izquierda ha ido fallando días tras día en sus ataques a Ayuso, porque no ha sabido distinguir entre Madrid y su Gobierno, de manera que las críticas a la presidenta madrileña se han percibido como críticas al modelo que los propios madrileños se han dado a sí mismos. Por esto mismo, por esa bipartición ideológica, para el arco político del centro-derecha y de la derecha, las elecciones de mañana pueden ser un punto de inflexión para empezar a pensar en un proceso ordenado de reunificación, recuperación y renovación.

Lo inmediato es votar mañana. De Madrid ha dicho la izquierda que vive en una «dictadura», incluso que «no es segura para las mujeres». Se ha tachado su dinamismo económico como un privilegio para ricos, y sus libertades educativas se descalifican como cotos privados de la clase alta. Se silencia su pujanza en la creación de empleo, cuando todo alrededor es caída, y muchos de los que se nutren -en el sentido estricto del término- del pulso cultural de Madrid se transforman en ‘abajofirmantes’ contra un ‘infierno’ del que, por otro lado, no se van. Tanto diagnóstico apocalíptico acaba tapando la realidad de muchos problemas sociales y económicos que hay en Madrid, como pasa en todas las regiones pujantes, cuya capacidad de atracción a veces supera su capacidad de integración. Pero la izquierda ha querido jugar la baza de la caricaturización de Madrid como un espanto para la clase trabajadora, las mujeres y los jóvenes, abandonando un mínimo respeto por la verdad, a cambio de atacar con todo a Isabel Díaz Ayuso. No ha explicado la izquierda por qué el desarrollo del Estado autonómico, tan esperado por tantos como la revancha al ‘madrileñocentrismo’ tradicional, ha llegado al punto de colocar a la Comunidad de Madrid y a su capital como sinónimos de progreso social y económico, tierra acogedora para empresas, directivos, trabajadores y estudiantes. No ha explicado la izquierda por qué, si en Madrid se vive tan mal, lleva gobernando el centro-derecha más de un cuarto de siglo.

La furia intervencionista y revanchista de la izquierda madrileña ha marcado la campaña electoral y ha retratado los riesgos que corre Madrid. El menor de ellos es que el PP pierda el poder a partir de mañana por la noche. El mayor riesgo es el que corren los ciudadanos madrileños, invitados hoy a reflexionar sobre cómo ser responsables con sus propio futuro, el de sus trabajos, empresas y familias ante el dilema que tienen mañana en las urnas. En Madrid hay mucho que hacer, muchas cosas que mejorar, pero también mucho progreso conseguido que conviene conservar y que es fácil perder según quién gobierne.

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