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jueves, 8 de octubre de 2015

EL CHOLLO DE SER DIPLOMÁTICO, CASI HEREDITARIO

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Mamá, quiero ser diplomático
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Markel Bilbao-Maté quería ser diplomático. Aprendió inglés y francés, cursó Ciencias Políticas y un master en Relaciones Internacionales. Y en 2007 se plantó en la Escuela Diplomática de Madrid. “Entré a preguntar y me trataron como a un loco. No me dieron ninguna información y me invitaron a marcharme”.

En España, dice, empezar una carrera diplomática sin padrinos es una excentricidad. Markel recuerda semanas haciendo consultas y llamando a gente, hasta llegar a la conclusión de que su único camino era matricularse en la escuela universitaria de una institución “privada y católica”, el San Pablo CEU.

“Al menos cuando yo lo hice, en 2007, sólo existía esa escuela en todo Madrid para opositar al cuerpo. Prepararse sin ayuda es una locura porque el temario no está definido, es muy extenso y vago, no hay manuales y hay miles de detalles que alguien te tiene que explicar. También hay preparadores privados, pero son diplomáticos a los que tiene acceso quien conoce a gente del gremio. Mi único camino era pagar los 400 euros mensuales del CEU”.

La mayoría de los diplomáticos consultados para este reportaje consideran esta percepción exagerada. En un blog alojado en la página web del Ministerio de Exteriores, el cónsul Jorge Mijangos (actualmente en Brasil) asegura que “en contra de falsas leyendas, ser funcionario diplomático está al alcance de todo el mundo”. Dice que la convocatoria es “pública y abierta”. “Solo tienes que encerrarte en una habitación, estudiar como si fuera un trabajo no pagado durante 4 ó 5 años, aprender los idiomas, formarte en escritura y juntar todo ello para tratar de convencer al tribunal”.
"En España empezar una carrera diplomática sin padrinos es una excentricidad"

Markel insiste en que es eso lo que hizo durante cinco años de su vida, pero nunca llegó a superar las primeras pruebas. “Yo estudiaba mucho, imagino que como todos mis compañeros. Los diplomáticos que venían a formarnos decían que el proceso era duro pero que, una vez dentro, nos podríamos dedicar a vivir la vida. Esa era su charla motivacional. Nos decían que ya tendríamos todo el tiempo del mundo para nuestras aficiones, para pintar, escribir libros, viajar, acudir a fiestas y banquetes...”.

Examen tras examen, Markel recuerda la misma escena en los pasillos, mientras esperaba su turno para examinarse. “Llegaban los miembros del tribunal y se paraban a hablar cariñosamente con algunos opositores, mandaban recuerdos para sus parientes o amigos, preguntaban por temas personales. Era indignante. Ni siquiera sentían necesidad de disimular”.

En 2012, Markel tiró la toalla, cursó su segundo master y se trasladó con su mujer a Washington DC. Tres meses después estaba trabajando en el Congreso, en el despacho del demócrata Pete Gallego. “Y a los ocho meses me hicieron fijo, funcionario del Congreso de los Estados Unidos. Resulta que conseguí en menos de un año lo que en España me resultó imposible”, recuerda.

Las oposiciones a la carrera diplomática constan de cuatro pruebas, todas ellas eliminatorias. Como sucede en otros muchos puestos de la administración española, la decisión corresponde a un tribunal presidido por los propios funcionarios del cuerpo. En España no existe el anonimato para evitar favoritismos, algo que sí está a la orden del día en otros países.
“En España las evaluaciones rara vez son anónimas. Incluso las pruebas por escrito se leen después delante de un tribunal, lo que permite conocer la identidad del opositor. En la carrera diplomática, el único ejercicio anónimo es el test inicial que se volvió a introducir en 2013 tras haber sido eliminado en 2004. En contraste, en los países con pocas sospechas de corrupción, como Finlandia, hay mucha preocupación por el anonimato”, dice Manuel Bagues, profesor de la School of Economics de Helsinki.

 
Además de un experto en el cuerpo funcionarial español, Bagues es autor de un ambicioso estudio que trata de ilustrar el nepotismo con el enfoque más científico posible. El trabajo analizó los expedientes de 40.000 candidatos a los cuerpos del Estado para llegar a la conclusión de que los aspirantes con familiares “dentro” tienen tasas de éxito significativamente superiores al resto (más de un 100% de media). El caso de los diplomáticos es el segundo más abultado (149%), sólo superado por los abogados del Estado (205%).

 
Las ventajas, ilustra Bagues, aumentan en aquellas pruebas donde los opositores se enfrentan a un tribunal. “La tasa de aprobados de los opositores con parientes en el cuerpo diplomático es mayor en los ejercicios no anónimos (orales o escritos) que en los tipo test”, dice.
"Solo tienes que encerrarte en una habitación, estudiar como si fuera un trabajo no pagado durante 4 ó 5 años"

 
Bagues cree que hay algo mucho más grave en el proceso de selección, un factor que intensifica el elitismo del cuerpo. “La oposición exige memorizar un elevado número de temas muy específicos y esto supone una barrera de entrada a quienes no disponen de una situación económica holgada. Es también un enorme coste para la sociedad porque la selección no se basa en el potencial sino en el conocimiento memorizado”, explica.

 
Frente a la visión crítica, decenas de diplomáticos en activo consultados aseguran que el favoritismo en el proceso selectivo, más propio de otras épocas, ha disminuido y ahora mismo los tribunales se preocupan por elegir a los mejores candidatos. “La situación no es diferente a la de las universidades, por ejemplo, y las embajadas están repletas de gente que entró sin conocer a nadie, solo estudiando y esforzándose”, insisten.

 
Markel admite que en la última de las oposiciones a las que se presentó no aprobó ningún familiar directo de diplomáticos. O casi: “Se iban a suspender las oposiciones de manera indefinida por la crisis y creo que no querían escándalos. Ahora, quien sí aprobó fue una sobrina carnal de Rajoy (María Mercedes Millán Rajoy)”.
2. Un negocio familiar
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El caso de Millán Rajoy, a cuyo padre, diplomático también, le definen como “un embajador personal de Rajoy en Bruselas”, es sólo un grano en el desierto de la diplomacia, siempre bajo la sombra de la endogamia y el nepotismo. Basta un repaso por la lista de los principales embajadores para reparar en que los linajes se perpetúan al calor del servicio exterior. Aguirre de Cárcer, De Arístegui, Gómez-Acebo, De Lojendio, Sebastián de Erice, Calvo-Sotelo, Giménez-Arnau, Pan de Soraluce… familias que están en la memoria de todos los españoles y que también les representan en el extranjero.

 
Las señales de endogamia están tan presentes que solo falta incluirlas en la heráldica. Sirva como ejemplo Nuño Aguirre de Cárcer, considerado uno de los padres de la actual diplomacia española. Próximo a los postulados norteamericanos, ha sido embajador en Bélgica y Finlandia, es padre de Miguel y Rodrigo Aguirre de Cárcer y García del Arenal, embajadores de Eslovaquia y Croacia respectivamente.

 

 
Algo semejante sucede con los Alabart Miranda, apellido que acumula siete puestos de embajador en dos generaciones. El patriarca, Manuel Alabart Miranda, fue designado en Perú, mientras que Manuel Alabart Fernández-Cavada, su hijo mayor, ha ocupado las embajadas de Guinea Ecuatorial, Malasia, Argentina y Arabia Saudí antes de recalar en México, su actual destino.
"En realidad hay un grupo del partido popular y otro neutral, no mucho más"

 
Resulta paradigmático el caso de la embajadora en Malasia, María Bassols Delgado, casada en primera instancia con Alfonso Tena García, embajador en Vietnam, del que se divorció para contraer matrimonio con otro embajador, Rafael Conde de Saro, que ocupaba la delegación en India hasta 2010.

 
Miguel Ángel Vecino, diplomático en activo, identifica este problema como el mayor que afecta al servicio exterior. “Existe endogamia en sentido estricto y también en otro más amplio, lo que llamaríamos amiguismo. Y ese amiguismo conduce a un posterior clientelismo, es una espiral inacabable en la que solo pierde España”.
Surge un amiguismo salvaje en el que nada importa la experiencia o la cualificación de los profesionales"
Este funcionario, con categoría de ministro plenipotenciario de tercera, considera que la meritocracia apenas ha existido en la historia de la diplomacia española. Según su versión, apenas duró veinte años, “entre el comienzo de la democracia y el nombramiento de José de Carvajal Salido como subsecretario de Asuntos Exteriores”, en la primera legislatura de Aznar. “A partir de ese momento caen las estructuras creadas, se dejan de respetar las reglas y surge un amiguismo salvaje en el que nada importa la experiencia o la cualificación de los profesionales”, dice Vecino.
"Lo que más importa en el proceso de admisión es la carta de recomendación"

 
Con la estructura cayó el poder de las viejas dinastías en favor de los cargos políticos ('los Manines', el círculo de cercanos a Carvajal, son mencionados en varias ocasiones) y de nuevas familias como los Carderera o los Díez-Hochleitner. Y también por los que son políticamente afines al gobierno de turno: “En realidad hay un grupo del Partido Popular y otro neutral, no mucho más”, dice un diplomático entre risas.

 
Fuentes de Asuntos Exteriores sostienen que el ministerio “está repleto de becarios y jóvenes profesionales que harían un buen trabajo”, pero que su carrera está limitada por la ausencia de padrinos. Vecino coincide con esta versión. Escucha el caso de Markel con los ojos entrecerrados, como quien ha visto demasiadas veces la misma película: “Lo que más importa en el proceso de admisión es la carta de recomendación. Es verdad que te juzga un tribunal, pero la carta es lo que más se mira; así hemos entrado todos, yo el primero. Pero, ¿qué pasa con los que no la tienen? Los hay muy buenos en el ministerio que no van a ningún sitio, porque no tienen recomendación”, confiesa.


3. Palacios públicos

La fachada se construyó con ladrillos de Bailén (Jaén), los azulejos del patio se trajeron de Sevilla, y las persianas, de Barcelona. Para la residencia del embajador español en Washington, encargada al arquitecto Rafael Moneo, no se escatimaron gastos. Las obras empezaron en 1999, con un presupuesto inicial de 8,4 millones de dólares.

No habían pasado ni diez años y el edificio estaba ya “en estado de ruina funcional”, necesitando reparaciones urgentes valoradas en cerca de 4 millones de dólares. Hay goteras en algunas habitaciones y grietas en los muros. El asunto es grave y lleva años en los tribunales, donde el ministerio persigue que sean los constructores y el propio Moneo quienes paguen la factura.
A la espera de que se dictamine la sentencia, se repiten escenas calamitosas. En la recepción de la fiesta nacional de 2008, las aguas residuales desbordaron las cocinas por un arqueamiento de las tuberías de desagüe. El actual embajador, Ramón Gil-Casares, vive con ello. En privado, admite que le da vergüenza recibir a según qué invitados. “La imagen de España queda por los suelos si ven que la casa es una ruina”, dicen sus colaboradores.

 
“En la vida de un embajador la imagen es prácticamente todo, porque las negociaciones técnicas las hacen los expertos y los políticos. Los embajadores viven en mansiones con criados donde se come bien. Se les critica mucho por ello, pero la propia figura del embajador depende de ello. Si le quitas el fasto y la vida social, la diplomacia de embajadas dejaría de tener sentido en la era de internet y la inmediatez de las comunicaciones”, explica un diplomático retirado que pide anonimato.
En la recepción de la fiesta nacional de 2008, las aguas residuales desbordaron las cocinas por un arqueamiento de las tuberías de desagüe

 
El aspecto lo es todo y España cultiva imagen de gran potencia en varios continentes. “Su pompa sólo es comparable a la de países que, como Francia o Reino Unido, tuvieron un imperio”, dice Ferran Casas, periodista del diario catalán Ara que durante años ha documentado los “excesos” de la diplomacia española. El nacionalismo catalán, en respuesta a las denuncias sobre los gastos de “la internacionalización catalana”, ha alimentado el debate sobre los derroches de la diplomacia española. En 2012, Esquerra Republicana llevó al Congreso una larga batería de preguntas al respecto. Por ejemplo, las siguientes.

 
· ¿Cómo justifica el Gobierno los 380.000 euros destinados a servicio de conservación y mantenimiento para funcionarios de la Embajada de España en Malabo (Guinea Ecuatorial)?· ¿Cómo justifica el Gobierno los 324.000 euros destinados al Servicio de limpieza de la Embajada de España en Berlín?· ¿Considera el Gobierno adecuado gastar 6.369.197 euros en la demolición y construcción de la nueva residencia de la Embajada de España en Rabat?· ¿Cómo se justifica el gasto de 330.400 euros en los tres lotes de suministro de mantelería, servicio de mesa y cubertería?· ¿Cómo justifica el Gobierno los 141.600 euros destinados al suministro de ropa de cama y toallas de baño con destino a representaciones diplomáticas y consulares en el exterior?· ¿Cómo justifica el Gobierno los 115.640 euros en banderas, mástiles, peanas y escudos?

 
Como cualquier gasto público, necesita ser visto con perspectiva. España es el quinto país europeo en misiones diplomáticas. Su presencia se concentra en 118 embajadas y nueve representaciones oficiales ante organismos multilaterales como la OCDE, la ONU o la UE, además de los consulados.

 
Sin contar estos últimos, Exteriores destina entre 45 y 50 millones anuales a mantener las sedes diplomáticas, sin incluir los sueldos. 'El Confidencial' obtuvo esta información tras recurrir ante el Consejo de Transparencia la denegación de Exteriores de facilitar estos datos. La institución presidida por Esther Arizmendi dio la razón a este diario alegando que “el interés público en conocer la información solicitada prevalece frente a un posible perjuicio de las relaciones exteriores; perjuicio que, no obstante, no está suficientemente acreditado”.

 
Los datos permiten identificar que tres de cada diez euros se dedican a costes de arrendamiento. Una cifra llamativa si se tiene en cuenta que el Estado paga por este concepto en ciudades donde posee edificios oficiales en propiedad, tal y como revela el cruce de los gastos de las embajadas con los bienes inmuebles del Ministerio de Exteriores, disponible en el Portal de la Transparencia.
Se destinan entre 45 y 50 millones anuales a mantener las sedes diplomáticas, sin incluir los sueldos

 
En concreto, Exteriores costea arrendamientos por encima de los 50.000 euros al año en trece ciudades donde posee edificios en propiedad. Estos alquileres sumaron un total de 3,17 millones de euros en 2014. Obviamente, el Estado no paga por sus edificios sino por otros que necesita arrendar. Es el caso de Kiev, donde estos gastos se sitúan por encima de los 800.000 euros anuales desde 2011. El Ministerio posee un edificio (el de la embajada) en la ciudad, pero “en 2006 se tuvo que abrir otro, ya que ese no era suficiente para todas las oficinas del Estado”, asegura Exteriores. Desde entonces, se ha renegociado a la mitad sólo en el ejercicio en curso.

 
Los gastos de las embajadas se incluyen en los Presupuestos Generales del Estado, que engloban también el coste de los consulados. Para el próximo año está previsto que la acción de España en el exterior y ante la Unión Europea tenga un coste de 754 millones de euros. ¿Es mucho? “El nivel de presupuesto sigue estando en el de Países Bajos o Bélgica, con menos misiones diplomáticas que España”, explica Ignacio Molina, investigador del Real Instituto Elcano.La “gran expansión” vivida entre 2000 y 2010, ralentizada desde entonces por la crisis, ha colocado a España como el quinto país europeo con mayor representación internacional, sólo superada por Francia, Alemania, Reino Unido e Italia. Sin embargo, aún queda un territorio algo vacío: Asia y Pacífico. “Pese a la gran importancia que están asumiendo países como China, Japón o India, sólo el 25% de los diplomáticos españoles se encuentra en esa región”, constata Molina.

4. Lujo y desazón

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Mansiones en los barrios más caros, cubertería de plata, camareras, jardineros, doncellas y chóferes. Viajes en primera y jugosos complementos salariales por los que no se tributa y que se pueden ahorrar íntegramente. Porque todo, todo lo que se gasta en el día a día, lo paga el Estado. Los embajadores españoles, como los de muchos otros países, siguen viviendo como auténticos millonarios. Aunque no todos son diplomáticos: abundan también los políticos, los nombramientos a medida y los premios por los servicios prestados.

“Es cierto que vives muy bien, tienes condiciones adecuadas y es un trabajo que permite disfrutar de la vida. Pero es un estatus parecido al que tienen los embajadores de países similares al nuestro, como Francia, Inglaterra o Estados Unidos”, defiende Ignacio Rupérez, hermano del senador Javier Rupérez y destinado a las representaciones diplomáticas españolas en Egipto, Israel, Cuba, Ucrania e Irak, donde alcanzó el grado de embajador, que repitió en Honduras.

“También hay cosas que no se pagan, como el esfuerzo familiar que se hace. O el trabajo de los cónyuges, que acaban implicados sin salario. Mi mujer, por ejemplo, es arabista y trabajó muchísimo en la embajada de Bagdad. Hizo un trabajo ímprobo que nadie pagó. Hubo reformas y se encargó de dirigir a los obreros, de vigilar las obras”, dice.
"Es cierto que vives muy bien, tienes condiciones adecuadas y es un trabajo que permite disfrutar de la vida"


El actual podio lo encabeza José María Ferré de la Peña, embajador de España en Irak, con 282.000 euros anuales, seguido de los de Angola, Julia Alicia Olmo y Romero, y Rusia, José Ignacio Carbajal Gárate, con cantidades que rondan los 240.000 euros.

Para Ignacio Molina, estos sueldos no dejan de encontrarse por debajo de lo que cobran, por ejemplo, los diplomáticos británicos. El propio Servicio Europeo de Acción Exterior paga mejor. Y es que las retribuciones del Cuerpo Diplomático, por más que le pese a Exteriores, son responsabilidad del tesorero del Estado, el ministro Cristóbal Montoro.

La mayoría de los diplomáticos consultados defiende sus sueldos. Algunos argumentan que las pensiones de jubilación son muy bajas, aunque cotizan por el grupo 1, que corresponde a una remuneración superior a los 2.000 euros. Otros insisten en que, sin los complementos de extranjería, sus salarios están por debajo de la media funcionarial y que su ministerio “es uno de los más pobres”.



La mayoría se escudan en que todos los funcionarios desplazados al exterior cobran salarios mucho más altos de los que se pagan en España, una herencia de tiempos en los que vivir en el extranjero constituía un verdadero sacrificio. “Y se va limando desde Hacienda en la medida de lo posible”, dicen.

Tienen razón en que no son los únicos. El profesor de un instituto español en el extranjero (siempre que haya sido enviado desde su ministerio y no sea un contratado local) puede llegar a cobrar más de 7.000 euros, sumando complementos de extranjería por los que, además, no se tributa.

Tanto en las embajadas como en el resto de representaciones públicas, los 'desplazados' conviven además con una 'clase b' de trabajadores, contratados en el exterior, generalmente más jóvenes y mejor formados. “Trabajamos mucho más y ganamos cinco veces menos. Las plazas con sueldos astronómicos se reparten entre profesores muy mayores. La mayoría viene sólo por dinero, a menudo no hablan idiomas y no tienen ningún interés en estar fuera”, se queja una joven profesora del Liceo Cervantes, contratada local ('clase b') en una capital europea.
Distintas fuentes de Asuntos Exteriores lamentan que la calidad del servicio se esté deteriorando como consecuencia de la arbitrariedad de las designaciones y el clientelismo

La desazón parece haber alcanzado al menos un sector del cuerpo diplomático español. Distintas fuentes de Asuntos Exteriores lamentan que la calidad del servicio se esté deteriorando como consecuencia de la arbitrariedad de las designaciones y el clientelismo. “El proceso de designación es impresentable. Hay dos tipos de plaza: las que tienen asterisco y las que no. Las primeras son las importantes, pero tienen un pero: que es el ministro, a dedo, quién toma la decisión final. Los diplomáticos siempre hemos vivido con eso, el problema es que ahora ni siquiera las demás plazas responden a criterios de cualificación”, relata Vecino.

Se narran casos de funcionarios en el extranjero que no dominan la lengua local e incluso el de un consejero cultural, “tan desconectado del mundo real”, dicen, que se empeñó en establecer una videoconferencia con Octavio Paz una década después de su fallecimiento.

“La falta de profesionalismo llega a las más altas instancias. El ministro García-Margallo reconoció, en el palacio de Santa Cruz, que no conocía a ninguno de los embajadores, sino que se los había recomendado gente del partido. Y Moratinos, en la época Zapatero, demostró no tener visión alguna de la política exterior española al señalar que su objetivo eran los cinco continentes. ¿Pero para qué necesitamos embajadas en el sur de África? La clave de la política exterior no es estar en todas las salsas, sino que se te note en las que estás”, concluye Vecino.

Otras quejas frecuentes son la “desmantelación” de la Ayuda al Desarrollo (considerada unánimemente como una de las herramientas más importantes de la diplomacia en países en desarrollo) y los sucesivos recortes que ha sufrido el cuerpo diplomático, especialmente bajo la tijera del ministro de Hacienda, Cristobal Montoro.
En el debate parlamentario sobre los Presupuestos Generales del Estado para 2016, la protesta más amarga del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, hizo referencia a la eliminación de la partida que sufragaba hasta ahora un viaje anual a España para los diplomáticos expatriados y sus familiares, algo que dijo haber recibido con “disgusto”.

El descontento alcanza al sindicato mayoritario, el Sisex (Sindicato Independiente del Servicio Exterior del Estado). Una reciente misiva interna distribuida entre los trabajadores acusa a García-Margallo de haber “perpetuado unas prácticas que solo benefician a esa supuesta élite funcionarial del MAEC que nosotros identificamos con los escalones superiores de la Carrera Diplomática”.

“Imaginamos”, prosigue la carta, “que no hay mucho interés en que el Sr. Ministro se entere de (cosas como) ciertos gastos de protocolo inexplicables, de la utilización de coches, conductores y gasolina del Estado para usos no oficiales (...) Por no hablar de cómo conseguir que el triste muslito de pollo que se sirve en algunas recepciones se convierta por arte de magia en suculenta pieza de faisán a la hora de abonar la correspondiente factura”. O de cómo “se practica el clientelismo más bochornoso y el ajuste de cuentas más descarado con enemigos ideológicos y personales".
SIN COMENTARIOS. ¡VAYA SOCIEDAD VERGONZOSA EN EL SIGLO XXI¡

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