Los lápices afilados.
De contratos impecables en la Administración según el «caso Marea/Riopedre».
Una de las mejores cosas que ha sucedido con la Junta General del Principado y la investigación sobre el «caso Marea/Riopedre» es que sus señorías han pedido a mentes cualificadas que analicen cómo es posible comprar un piano de cola adquiriendo por un lado el piano y por otro la cola. Es decir, fraccionando el contrato para que ninguna de las dos facturas alcance la cuantía a partir de la cual los mecanismo de la Administración son más exigentes.
¡Ay! ¿Qué sería de la Administración sin contratos menores? Por ejemplo, si a un consejero o a un alcalde se les estropeara el tajalápices y no existiera tal modalidad de contratación tendrían que esperar a lo mejor tres meses para que la compra fuera introducida por el conducto reglamentario (qué mal suena), y todo ese tiempo tendrían sus lapiceros sin punta y no podrían realizar cuidadosas anotaciones en los expedientes.
Pues bien, la Junta le ha pedido a la Sindicatura de Cuentas que analice el uso de contratos menores en las consejerías que en su día encabezaron los ex consejeros Riopedre y Migoya.
Por lo demás, la comisión indagatoria de la Junta -comisión de investigación nos parece un término poco ajustado a tan sagaces indagadores junteros- ha tenido asimismo la fortuna de que el ex presidente Vicente Álvarez Areces hablara con cierta extensión de la presunta corrupción detectada durante su mandato. Según el venerable senador del PSOE no fallaron los mecanismos de adjudicación, sino las personas. O sea, que el Principado contrata impecablemente, pero siempre hay algún traidorzuelo o traidorzuela que lo joroba todo. Lástima que el ex consejero de Hacienda con Areces, Jaime Rabanal, reconociera que del contrato menor se abusara en demasía; esto es, que el Principado contrataba no tan impecablemente. Así que a otro perro con ese hueso.
En suma, que hay políticos que se han quedado tantas veces y tanto tiempo sin sacapuntas que un día gritaron, como Escarlata O'Hara: «Nunca más volveré a pasar necesidad de lápices afilados».
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