lunes, 18 de agosto de 2025

UN GRAN ARBISPO EL DE OVIEDO,D JESÚS SANZ MONTES.

 El arzobispo de Oviedo se expresa con firmeza. Quizá suene brusco, sí, pero lo hace para que todo el mundo lo entienda. Y tiene razón: basta ya de moralidades absurdas. Quien quiera rezar a su Dios, que lo haga en su casa o en templos sostenidos por su propia comunidad.

El espacio público es de todos, no de una confesión concreta. Las prácticas religiosas deben permanecer en el ámbito privado. Nadie tiene derecho a imponer sus creencias ocupando lugares comunes. Y mucho menos en un país que, aun siendo aconfesional, acoge a quienes llegan desde otros lugares.

Resulta llamativo que determinados partidos que se proclaman feministas y laicos sean, paradójicamente, quienes más defienden celebraciones religiosas extranjeras. Culturas y tradiciones que, en muchos casos, toleran o incluso promueven desigualdades evidentes entre hombres y mujeres, en claro contraste con nuestro sistema democrático de derechos y deberes.

Más aún: no vemos esas mismas reivindicaciones en países ricos de mayoría musulmana -como Catar, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Kuwait o Brunéi-, donde, aunque se permitan celebraciones cristianas en recintos privados, nadie se atrevería a plantearlas en la vía pública. Allí, como bien recuerda el arzobispo, sería impensable lo que aquí algunos defienden en nombre de la "tolerancia". Que sean sus defensores occidentales quienes intenten organizar una procesión cristiana en Riad, Doha o Abu Dabi... ¿Por qué será que siempre eligen Barcelona, Murcia o Valencia, y nunca Karbala o La Meca?

España y el racismo:

Los españoles no tienen por qué soportar que se les acuse de racistas por reclamar reglas de convivencia claras. España no es más racista que otros países; probablemente lo sea menos. Nuestra historia como tierra de acogida y el hecho de ser uno de los destinos turísticos más visitados del mundo lo demuestran. Difícilmente millones de turistas e inmigrantes vendrían cada año si aquí reinasen la hostilidad o el rechazo.

A quienes defienden una inmigración sin control conviene recordarles que la solidaridad empieza en lo concreto. Sería lógico suponer que, siendo tan reflexivos, humanos y sensibles, tengan en sus casas acogidos a varios menas (menores extranjeros no acompañados). Porque es muy fácil predicar, pero otra cosa muy distinta es dar ejemplo.

Conclusión:

Por todo ello, resulta comprensible el reconocimiento a la valentía del arzobispo de Oviedo al plantear un debate necesario. No se trata de negar la libertad religiosa ni el derecho a la inmigración, sino de recordar que ambos deben ejercerse respetando las normas comunes y el marco constitucional de convivencia.

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