Muere Montserrat Caballé, la gran soprano española.
Ha muerto en la madrugada de este sábado en el Hospital Sant Pau de Barcelona.
La noche del 20 de abril de 1965, el Carnegie Hall presentaba en sus carteles la ópera de Donizetti «Lucrezia Borgia». El ambiente era frío porque la gran estrella de aquellas representaciones, la mezzo Marilyn Horne, había suspendido solo unos días antes su participación y su sustituta, una joven española desconocida llamada Montserrat Caballé, no había suscitado ninguna expectación. No eran pocos los que habían devuelto las entradas decepcionados por el cambio.
Sin embargo, tras el descanso muchas de esas butacas vacías se fueron llenando. Los espectadores habían ido llamando y el rumor de que estaba naciendo una nueva estrella de la ópera se extendió en cuestión de minutos. Al caer el telón, estalló una tormenta de aplausos que se prolongó durante veinticinco minutos. El mito de Montserrat Caballé, una de las grandes sopranos del siglo XX, había nacido.
La voz que maravilló al Carnegie Hall ese día de abril de 1965 se ha apagado esta madrugada en Barcelona, la ciudad que le vio nacer el 12 de abril de 1933, hace ochenta y cinco años. Lo ha hecho en un centro hospitalario en el que se encontraba ingresada desde hace unas semanas. La calidad de su canto, la finura de su expresión y, sobre todo la delicadeza de sus pianísimos, le convirtió en una de las grandes cantantes de ópera de nuestros días y, sin duda en la más relevante soprano española de las últimas décadas.
Algo que no todos pudieron ver. Es célebre la anécdota que contaba la propia Caballé cuando realizó una audición en Roma. La persona que le escuchó, recordaba la soprano, «halagó mi voz y su peculiar sonido. Pero consideraba que la timidez y el nerviosismo que yo había mostrado me hacían inadecuada para la escena. En su opinión, la ópera requería una gran confianza en uno mismo, casi exhibicionista, y las personas jóvenes que, como yo, no tenían un carácter así debían evitarla. Me dijo que la música siempre sería hermoso para mí hiciera lo que hiciese, y que lo mejor que podía hacer era volver a casa, buscar un marido y tener hijos. Aquello era lo mío».
Afortunadamente Montserrat Caballé no hizo caso del consejo y continuó su carrera musical que había comenzado en el Conservatorio Superior de Música del Liceo de Barcelona, donde pudo estudiar gracias al apoyo económico de una familia barcelonesa, los Bertrand. Allí trabajó con las tres personas que más influyeron en su educación musical: Eugenia Kemmeny, Conchita Badía y Napoleone Annovazzi. De la mano de este último realizó su debut profesional, primero cantando la «Novena Sinfonía». de Beethoven, en Valencia y después interpretando el papel de Serpina en la ópera «La serva padrona», de Pergolesi, en Reus.
Entre 1959 y 1962, Montserrat Caballé trabajó en Basilea (Suiza) y Bremen (Alemania), donde afianzó su incipiente repertorio con más de cuarenta papeles, entre ellos el de Violetta en «La traviata» o Mimí en «La bohème» -por la que cobró cien francos-, que serían después dos de sus grandes caballos de batalla. De vuelta a España, debutó en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona, «su» Liceo, el 7 de enero de 1962, con «Arabella», de Richard Strauss.
Su carrera siguió desarrollándose en teatros de toda Europa. En Barcelona había conocido a un tenor catalán llamado Bernabé Martí; cantaron juntos después «Madama Butterfly» en Barcelona y La Coruña en diciembre de 1963. «Bernabé -recordaba la soprano después de que Martí le sorprendiera durante los ensayos con un apasionado beso- no era como los otros que me hacían cumplidos por cosas triviales y luego se ponían a hablar de sus actuaciones. Aquel beso me cogió por sorpresa. Y aunque yo solo lo había visto unas pocas veces, supe que era el hombre de mi vida». Con él tuvo dos hijos, Bernabé y Montserrat.
Tras su deslumbrante actuación en Nueva York -el New York Times escribió «Callas + Tebaldi = Caballé», la carrera de la soprano barcelonesa se disparó: el teatro Colón de Buenos Aires, el Metropolitan de Nueva York, la Arena de Verona, el Covent Garden de Londres, la Ópera de París, la Scala de Milán, la Ópera de Viena... contaron habitualmente con ella a lo largo de los años. Su amplísimo repertorio -cercano al centenar de óperas- abarcaba desde Mozart a Wagner, de Bellini a Strauss, de Puccini a Verdi. «Norma», de Bellini; «Salomé», de Richard Strauss; o «Madama Butterfly», de Puccini, fueron tres de sus grandes papeles. Fue una cantante arriesgada, y buscó siempre ampliar su repertorio y recuperar óperas.
Siempre mantuvo una intensa relación con el teatro de su ciudad, el Liceo. El 7 de enero de 1987 se le ofreció un homenaje con motivo de las bodas de plata de su debut en su escenario y, con más de dos décadas de retraso, el Conservatorio le entregó oficialmente la medalla de oro del Gran Teatro del Liceo. Siete años más tarde, en 1994 su imagen cantando entre lágrimas ante las ruinas del teatro incendiado dio la vuelta al mundo. En 2002 se convirtió en la primera mujer de la historia socia del Círculo del Liceo. Y en enero de 2012 volvió a «su» teatro apoyada en una muleta para recibir el homenaje, cincuenta años después de su debut, de compañeros como Josep Carreras -el tenor ha asegurado siempre que Montserrat Caballé había sido decisiva en su carrera-, Joan Pons o Juan Diego Flórez. También estaba allí Montserrat Martí, su hija, que decidió seguir sus pasos, y con la que ofreció, en los últimos años, muchos recitales conjuntos.
Y es que Barcelona y Montserrat Caballé han estado siempre unidos. Especialmente cuando, junto a Freddie Mercury, grabó la canción «Barcelona», con la que promocionó los Juegos Olímpicos de 1992. En su apertura intervino la soprano, junto a otras grandes figuras de la lírica española como Josep Carreras, Plácido Domingo, Jaume Aragall, Teresa Berganza, Alfredo Kraus y Joan Pons.
Los últimos años de Montserrat Caballé estuvieron salpicados con problemas de salud y conflictos con Hacienda -en diciembre de 2015 fue condenada a seis meses de cárcel por fraude fiscal-. En 1983 tuvo una insuficiencia cardiaca y tres años más tarde se le diagnosticó un tumor cerebral benigno (lo que hizo público en 2006); en 1996 fue operada de hernia epigástrica, una dolencia que la volvió a llevar al quirófano en 2000 y 2001, y en 2012 sufrió un ictus en Rusia que le causó fractura de húmero.
Estos problemas fueron espaciando cada vez más sus apariciones en público, aunque Caballé nunca anunció una retirada definitiva de los escenarios. Su última actuación se produjo en agosto de 2014, dentro del Festival de Música de Cambrils, donde actuó junto a su hija Montserrat Martí.
Tras su fallecimiento, fueron innumerables los testimonios de duelo. La Casa Real la ha recordado con estas palabras: «Era la Caballé, la gran señora de la ópera, leyenda de la cultura universal, la mejor entre los mejores y capaz de descubrir nuevos espacios de creación con los más grandes», han expresado los Reyes en la cuenta oficial de Twitter.
El velatorio de Montserrat Caballé se abrirá mañana domingo a las 14.00 horas en el Tanatorio de Les Corts, donde el lunes se oficiará el funeral.
HA SIDO LA GRAN DIVA DEL BELL CANT. UNA GRAN FIGURA QUE LLEVÓ A ESPAÑA POR EL MUNDO.DESCANSE EN PAZ.
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