viernes, 18 de octubre de 2013

QUIÉN DETIENE EL TERREMOTO CATALÁN QUE YA ABURRE

 

Basta de tabarra.

Fuera patrañas históricas y agravios, sobra con la voluntad.

Derecho puro, poder constituido y constituyente. Da igual, zarandajas. A la larga nada podrá frenar las ínfulas soberanistas de un pueblo. Para qué engañarse.
Lo primero que habría que saber es cuántos catalanes quieren realmente la independencia y cuántos no. Si son una mayoría apabullante, no merece la pena escudarse en la Constitución. Amplio acuerdo, reforma y vía.
 
¿Quieren la independencia?. Pues ya está. No hay que perder más el tiempo aguantando la tabarra. España probablemente no sea lo mismo ni Cataluña tampoco, pero si el deseo pleno es seguir caminos distintos, adelante y con todas las consecuencias. Tanta flexibilidad tiene que haber en reconsiderar la voluntad catalana de separarse como firmeza en impedir una secesión a la carta y en contra de los intereses del país en su conjunto.
 
Los partidarios de la independencia han esgrimido y esgrimen razones históricas y de agravio económico para justificar su ensueño de nación. La primera es la patraña basada en los mitos de 1714, una invocación de la memoria que dio paso al imaginario; la segunda, una carta marcada que juegan los políticos nacionalistas para chantajear al Estado y conseguir sus propósitos. En cualquier caso, ya digo, da igual. No hay por qué perseguir fantasmas con que justificarse, ni plantear todos los días un pulso oportunista en busca de financiación. Si la voluntad es independizarse, hay que respetarla. Dejarán, espero, de dar la matraca y nos dedicaremos todos a cosas más provechosas. El país está, en líneas generales, bastante harto de la monserga.
 
Ahora bien, hay que saber cuántos en Cataluña son partidarios y cuántos no de apearse en marcha. Y en qué porcentaje se valora la voluntad mayoritaria de secesión. En Quebec, desde que recuerdo y por poner un ejemplo recurrente, ha habido en poco más de treinta años dos consultas sobre la soberanía, que los quebequeses perdieron por un estrecho margen. Los independentistas quieren una tercera oportunidad. Y así ¿hasta cuándo?

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