Las batas blancas se agitan por los pasillos de Palacio. El Jefe del Estado está enfermo. Está claramente desmejorado. Camina con dificultad manifiesta. Pero aguanta el tipo. Con la mirada apagada, a veces; con las molestias comiéndole por dentro, a ratos. La presencia médica es permanente; entra dentro de las medidas lógicas que se adoptan en torno a quien ostenta el mayor rango en un país. Hay revuelo, nervios. Un joven heredero espera su momento; lleva tiempo esperando.
Han pasado 39 años. El Jefe del Estado era el general Francisco Franco Bahamonde; el Palacio, el de El Pardo; y el equipo médico, el ‘habitual’, como cuentan las crónicas de la época, apagando una flebitis. El inquieto heredero, el Príncipe de España, Don Juan Carlos de Borbón y Borbón, de 36 años. La fecha exacta, un 9 de julio del verano de 1974.
Hoy, 39 años después, el Jefe del Estado enfermo es el ya Rey de España, Don Juan Carlos de Borbón y Borbón; el Palacio, el de La Zarzuela; el equipo médico, el ‘habitual’, más una figura de la cirugía traumatológica (Miguel Cabanela) recién aterrizada desde la Clínica Mayo, en Estados Unidos. El heredero, el Príncipe de Asturias, Don Felipe de Borbón y Grecia, de 45 años. La fecha exacta, 20 de septiembre del, todavía, verano de 2013.
No deja de tener retranca que aquél que bramaba por tener que ‘sustituir’ a Franco en sus convalecencias, cada vez más frecuentes, sea el mismo que ahora se agarra a los reposabrazos del trono resistiéndose a abdicarLa Historia tiene la mala costumbre de incomodarnos de forma machacona. Y hasta de repetirse, con sus diferencias o matices. No deja de tener retranca que aquel que bramaba por tener que ‘sustituir’ a Franco en sus convalecencias, cada vez más frecuentes, sea el mismo que ahora se agarra a los reposabrazos del trono resistiéndose a abdicar, aun a sabiendas de que bloquea la Jefatura del Estado. Desde su entorno más próximo y desde la propia Casa del Rey se pregona que la situación es de absoluta normalidad y que los seis meses que el Monarca -hijo de Don Juan de Borbón, heredero dinástico al trono de España que nunca reinó, y nieto de Alfonso XIII, que se ajustó la corona y degustó el amargor del exilio- pasará en dique seco no han de preocupar a nadie. Aunque preocupen, y mucho.
Cuando ahora Don Juan Carlos se mira en el espejo de la Historia ve, a través de un cristal sin azogue, la ‘magia’ que permite que se reflejen las imágenes, a Francisco Franco, el hombre que le cerraba el paso de un camino que, en definitiva, habría de suponer el salto astronómico y nunca demasiado bien agradecido al Monarca entre la dictadura y la democracia.
La España de 1974 se acababa de despertar sobresaltada con el estruendo que hizo volar por los aires el Dodge 3700 GT que trasladaba por la calle madrileña de Claudio Coello al entonces Presidente del Gobierno, el almirante Luis Carrero Blanco, asesinado por ETA. La agitación política en la calle, contenida y miedosa, era un hecho.
Treinta y nueve años después, ETA, por fortuna, está más cerca del fin que de una resurrección, aunque mantiene latido con representación política. En contraposición, el globo independentista en Cataluña, contenido durante el franquismo, está lleno de aire, a punto de reventar, con presiones separatistas en mensajes cada vez menos ambiguos lanzados desde una Generalitat que va de órdago en órdago como quien salta de oca a oca.
El Rey está enrocado en un tablero de ajedrez en el que las fichas negras mueven y ganan; pasará más o menos tiempo, pero se trata de una partida con olor a derrotaDon Juan Carlos no es Francisco Franco. Ni por asomo. El Rey ha sabido labrarse una imagen que, a fuerza de 'errores monárquicos' -viajes rotundamente desacertados, amores que aunque no matan asestan golpes bajos, yernos complejos, uno de ellos complejísimo, una Reina doliente y una Princesa, Letizia, que ha roto todos los moldes previsibles para la que está llamada a tener tratamiento de Majestad-, se desquebraja y pierde frescura y agilidad. Tal cual le pasa a Don Juan Carlos.
El Rey está enrocado en un tablero de ajedrez en el que las fichas negras mueven y ganan; pasará más o menos tiempo, pero se trata de una partida con desgraciado olor a derrota.
Un Rey enfermo, cansado. Un Rey que abdicando cerraría las puertas al cuestionamiento monárquico en una sociedad muy distinta a la que coronó a Don Juan Carlos.
¿Qué hay de malo en decir basta? Nada. Pues basta. Y ya.
COMENTARIO: Este reinado va tener un lugar oscuro en la historia. Las puertas al cuestionamiento monárquica no se cerrarán o si lo hacen será en falso mientras no exista un referéndum para que los ciudadanos podamos decidir la forma de estado que nos queramos dar . Los que dicen que el tema se decidió en 6/12/78 saben perfectamente que en esa fecha lo que se votaba era una constitución que nos daba la oportunidad al menos de salir de la aciaga dictadura , negar esto es negar la realidad histórica .
Efectivamente, no puedo estar más de acuerdo con su diagnostico, España se escurre por un retrete lleno de heces a marchas forzadas. La herencia del último Borbón será nefasta.
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