Según datos publicados recientemente, un 38% de la población española opina
que las listas de espera en la sanidad han empeorado mucho durante el último año. Esta
información no solo refleja una percepción social negativa, sino una realidad preocupante:
cada vez son más los pacientes que se ven obligados a esperar semanas, meses e incluso
años para recibir atención médica. Todo esto está ocurriendo en España, un país donde
siempre se ha valorado el sistema público de la salud como uno de los pilares más
fundamentales del bienestar. En efecto, este grave deterioro por parte de la sanidad genera
una gran inquietud.
Las causas de esta situación son diversas. Comienzan con la falta de inversión en las
infraestructuras y en el personal sanitario, algo crucial que, sin embargo, no se está
abordando con la seriedad que merece. A esto se le suma la sobrecarga de los médicos,
que trabajan con recursos escasos y con un alto nivel de exigencia cada vez mayor. Estos
factores ponen en riesgo no solo la calidad del servicio, sino también la calidad de vida de
nuestros ciudadanos, lo que contribuye a ese sentimiento de abandono que ellos expresan.
Entonces, cómo podemos hablar de futuro si ni siquiera están siendo eficientes cubriendo
las necesidades básicas?
A mi juicio, de cara a los próximos años, la sanidad debería orientarse hacia un modelo más
sostenible y accesible, beneficiándose con el apoyo de las nuevas tecnologías, pero sin
olvidar la gran importancia del trato humano. Con esto quiero aclarar que el reto no es solo
innovar, sino garantizar que todos los ciudadanos puedan acceder a una atención médica
digna y eficaz. Solo así la sanidad del futuro conseguirá ser verdaderamente un avance, y
no un retroceso al cual llamamos "modernidad".
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