Nos alzamos en defensa de los derechos ucranianos pero cuando esta lucha se vuelve contra nosotros amagamos con el cierre de embajadas, con irnos, con el "sálvese quien pueda". El derecho de Ucrania a solicitar el ingreso en la OTAN removió nuestras conciencias hasta conseguir involucrarnos en una causa que Rusia siempre nos informó que, de una u otra forma, estaba perdida. Al agradecido apoyo moral de los primeros momentos fue obligado irle sumando otros bélicos más arriesgados e incontrolables que Zelenski supo ir reclamando paso a paso para su ejército. Al poco de ese armamento hacer blanco en territorio ruso, Putin descubre que el nuevo campo donde deberá celebrarse la próxima batalla y donde sus cartas desvelan a Zelenski que sus aliados podrían ir de farol, al avanzar el cierre de sus embajadas y descolgar sus honorables banderas para izar la ya no tan honorable de "sálvese quien pueda" ante la amenaza de inminente bombardeo del "perro ladrador poco mordedor", que puede ser nuclear. El cierre de embajadas muestra que el poderoso material bélico recibido solo ha servido para prolongar la agonía de un pueblo al extender el visado que desde un principio ansiaba Putin para el despegue de sus misiles nucleares hacia lo desconocido. Lo comenzaron Ucrania y Rusia por el derecho a entrar en la OTAN y ahora deberá acabarlo el mundo entero por el derecho a la continuidad del planeta.
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