domingo, 6 de octubre de 2024

CONTROL DE POLICIA.

 Realmente, es indudable que el nuevo y negativo instrumento de poder es el control de la conducta de los ciudadanos, desde una perspectiva que niega el valor de las libertades humanas. La vigilancia líquida de Bauman pone de manifiesto que los sistemas de vigilancia pueden utilizar el poder para controlar y censurar conductas. Las sociedades están sometidas al cibercontrol, lamentablemente, en mayor o menor medida. Esto no es legítimo, ya que, aunque es cierto que las fuerzas policiales deben hacer una labor de vigilancia, para evitar todo tipo de delitos, eso no supone que el poder político no permita el ejercicio de los derechos ciudadanos. John Gray es un filósofo británico actual, que explora las formas en las que podemos vivir de modo más auténtico y de una manera más sosegada. Es preciso saber enfrentar la existencia, en un mundo cada vez más incierto y caótico. Una frase que, a veces, se escucha en boca de algunos expertos en conductas humanas es que una considerable parte de la gente oye lo que quiere oír y lo que desea creer y después la verdad, en un tercer término que no es tenido en cuenta. Lo verdadero y los hechos no dependen de las preferencias particulares de una mayoría de personas, en la realidad de cada sociedad.

Como escribe John Gray: “Las grandes corporaciones tecnológicas ejercen potestades censoras”. También habla este filósofo del sistema de vigilancia sobre los ciudadanos chinos, con todo tipo de control, en relación con internet y también con millones de cámaras de vigilancia y otros dispositivos, que monitorizan toda la existencia de toda la población. De esta manera, la sumisión al Gobierno queda establecida y se podría decir que garantizada, de una manera casi absoluta. Además, por si esto mismo no fuera extraordinariamente grave, la represión y la censura no solamente pueden ser el resultado evidente de los gobiernos en un considerable número de países del mundo, sino que es la misma sociedad civil la que formula y pretende hacer cumplir los catecismos dominantes. Parece que las libertades individuales se han reducido o casi han desaparecido. Se comprende que Gray escriba: “Todavía sobreviven algunos enclaves de libertad, pero la civilización liberal basada en la práctica de la tolerancia ha pasado a la historia”. Lo que es terrible. Es la constatación de un retroceso en el nivel de la civilización humana, nunca conocido, si se piensa, por ejemplo, en una parte de la segunda mitad del siglo XX. El control del pensamiento y el lenguaje no debe ser la finalidad de los gobiernos actuales, en ningún caso ni situación. Podemos estar convencidos de que, si se aplica la razón, las formas de gobierno son mejorables y es evidente que los ciudadanos pueden convivir en paz.

Como genialmente escribe el filósofo Thomas Hobbes: “Los hombres tienen la libertad de hacer lo que su propia razón les sugiera para mayor provecho de sí mismos”. En efecto, nadie niega que el egoísmo, la utilidad y el interés son lo que mueve o motiva los comportamientos de las personas. De todos modos, las leyes o normas están vigentes, para impedir la prepotencia y el avasallamiento de los demás. La moral, aunque no es coactiva, es una de las bases o fundamentos de cualquier sistema legal, que defienda el bien general y el particular. No debe ser de otro modo, si se desea disponer de un aparato estatal y de gobierno que sea justo, en el pleno significado del término.

Se entiende que John Gray escriba que “Los estados neototalitarios actuales aspiran a liberar a sus súbditos de las cargas de la libertad”. Es algo que no debe ser, por infinidad de razones. El término súbdito posee unas connotaciones negativas, porque remite a tiempos pasados, al absolutismo monárquico del siglo XVII. Es evidente que los ciudadanos no pueden perder las libertades conquistadas, a partir de la Revolución Francesa de 1789. La libertad, igualdad y fraternidad siguen estando presentes en las mentes de los seres humanos, que exigen la libertad en sus vidas, ya que no es algo negociable. Parece que el futuro será una anarquía, al igual que el presente que ya estamos viviendo. Como indica Gray: “La historia no dibuja ninguna trayectoria definible, ni a la larga ni a la corta”. Y es que el rumbo de la humanidad no tiene orden ni concierto. Depende, en forma figurada, de los vientos reinantes en cada momento. Es así de triste y lamentable. No se debería producir la cesión de poder, por parte de los estados occidentales, a grandes corporaciones que solo entienden el lucro, a costa de lo que sea. Las fuerzas del mercado deben estar dirigidas por los gobiernos de los países y no por el poder empresarial. Por una razón muy fácil de entender por cualquiera: los ingentes y crecientes beneficios de las grandes empresas condicionan negativamente la calidad de vida de las personas, que existen supeditadas a las exigencias de una productividad feroz que no toma en consideración la necesidad de ocio y descanso de los individuos.

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