Relato engañoso con la inflación
El Gobierno sostiene que la inflación solo afecta a los más desfavorecidos, y que ya se encarga él de defenderlos con su ‘escudo social’. Pero no es cierto. Afecta a todos sin distinción
La izquierda en general está alentando un nuevo relato de consumo ciudadano, según el cual la inflación es un fenómeno que solo afecta a los más desfavorecidos, y no al resto de la población. Y además, que las personas con menos ingresos están protegidas por el Gobierno, de modo que ya es un asunto menor que la inflación no sea coyuntural y se alargue en el tiempo. Según ese guión, los que menos ganan se benefician del ‘escudo social’ de este Ejecutivo benefactor, y los que más ganan no sufren en sus bolsillos la crudeza del alza de precios. Nada es más falso que este discurso. La inflación es una lacra económica que realmente actúa como el peor impuesto invisible para los más pobres, pero no deja de ser un silencioso impuesto global que castiga a todo el mundo.
Las soluciones nunca son fáciles, pero menos aún si se concatenan los errores. Y si a ello se suma que este Gobierno está luchando contra la inflación con una ineficacia sobresaliente, y con planteamientos incomprensibles desde una perspectiva contable, como equiparar el IPC a las pensiones, la bola se agranda hasta sumir a España en una incertidumbre crónica.
Los estímulos del Gobierno contra esta fase inflacionista sin final a la vista se han convertido en un parche. Pedro Sánchez pasa una semana detrás de otra exigiendo a la Unión Europea medidas extraordinarias que siguen sin estar en vigor. Por ejemplo, el establecimiento de un tope al gas para abaratar la factura eléctrica de los hogares. También los combustibles han vuelto a subir hasta neutralizar el ahorro de 20 céntimos por litro en las gasolineras. Y si a estos varapalos al bolsillo de todos los ciudadanos, no solo de unos cuantos, se une una inflación subyacente de casi 5 puntos, la más alta en 27 años, el panorama resulta preocupante. No es solo una cuestión de un alza provisional de precios en el gasto energético o en la alimentación. Esa inflación subyacente es la que afecta de modo determinante a los salarios. Y si bien es cierto que los salarios no deben subir exponencialmente, porque sería el modo más erróneo de combatir la inflación, y que los impuestos no deben bajar de modo exagerado, también lo es que el alza de los tipos de interés que en breve impondrá el Banco Central Europeo va a poner fin a la barra libre de estímulos. En ese contexto, España es uno de los países con más bazas que perder en productividad, competitividad y expectativa de crecimiento. Este martes Eurostat sostuvo que la inflación en la Eurozona alcanza ya el 8,1 por ciento. Y eso va a ayudar poco a España lo que resta de año, por más que el guión político del Gobierno sea el de la euforia y la recuperación. De momento, España no está en la senda correcta.
Mención aparte merece el diagnóstico del Banco de España respecto al coste para nuestro país de cortar radicalmente con Rusia el suministro de gas a toda Europa. ABC ya ha censurado la doble moral europea de sancionar a Rusia y a la vez sufragar su guerra con Ucrania pagándole su energía a precio de oro. Es algo que Bruselas aún no ha conseguido cuadrar con lógica y coherencia. Pero es que, además, el embargo total del gas y el petróleo rusos sumarían un punto más a la inflación en nuestro país, se alcanzaría el 9 por ciento de IPC, y creceríamos la mitad de lo que lo hacemos. La tesitura es compleja, y si algo no vale en la ‘realpolitik’ es hacerse trampas al solitario. En cualquier caso, peor aún es idear argumentarios falsos alegando que a fin de cuentas la inflación solo castiga a unos pocos que, además, ya se encarga el Gobierno de defender. Eso es mentir.
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