José María Merino, premio Nacional de las Letras 2021
El jurado del galardón, concedido por el Ministerio de Cultura y dotado con 40.000 euros, destaca «su maestría y excelencia en la creación de literatura fantástica en las modalidades narrativas de novela, novela corta, cuento y microrrelato»
El premio Nacional de las Letras Españolas de 2021, el más importante de la literatura patria después del Cervantes, que se fallará el próximo 10 de noviembre, se hizo de rogar. El ministro de Cultura, Miquel Iceta, estaba en tierra de conquistadores, en la cumbre hispano-lusa que se celebra en Trujillo (Cáceres), y tardó en comunicarle la buena nueva al premiado. De ahí que la prensa, ante la ausencia de noticias, empezara a especular con posibilidades no tan remotas, como la de que el galardonado hubiera rechazado el premio, cosa que ya hizo Javier Marías con el Nacional de Narrativa en 2012. Pero no. Sería mucho intríngulis para un año (y medio) que va sobrado de ella.
Pasado un cuarto de hora de las seis de la tarde, llegó el comunicado oficial: José María Merino (La Coruña, 1941) había ganado el Nacional de las Letras. El acta del galardón, dotado con 40.000 euros, destacaba «su maestría y excelencia en la creación de literatura fantástica en las modalidades narrativas de novela, novela corta, cuento y microrrelato», así como «la inteligencia de sus reflexiones teóricas sobra la ficción». Según el jurado, José María Merino «es todo un referente para sucesivas generaciones».
Maestro del cuento, mago de las palabras, juguetón con los vocablos y defensor del lenguaje como herramienta para vivir más y mejor, a Merino le pilló el reconocimiento en uno de los lugares en los que más feliz se encuentra: en el pleno de la Real Academia Española (RAE), que se celebra en las tardes de cada jueves en la sede de la Magna institución en Madrid. El escritor, coruñés de nacimiento y leonés de corazón, es académico de la RAE desde 2008, y allí ocupa el sillón ‘m’. Cuando ingresó en la Docta Casa, pronunció un discurso en el que desveló la «realidad» de la ficción. Confesó entonces Merino que la literatura, las palabras, escritas, leídas, vividas, le sirve desde bien niño para afrontar una realidad a veces desaprensiva y otras fascinante.
Y en esa realidad, ayer gozosa para él, estaba sumido el escritor cuando fue honrado con un galardón que ‘hereda’ de su compadre Luis Mateo Díez, premiado el año pasado y que fue quien le respondió, precisamente, cuando pronunció su discurso de entrada en la RAE. Por eso cuando sonó su teléfono móvil no fue él quien respondió a la llamada de ABC, sino su mujer, María del Carmen, que ya estaba al tanto de la feliz noticia en su casa madrileña. «No está aquí. Está en la RAE. Pero nunca se lleva el móvil al pleno, porque dice que le estorba». Desde luego, no son baladíes las cuestiones que allí se tratan cada jueves, aunque el premiado tuvo la deferencia de ausentarse unos minutos del pleno para charlar con este periódico. Eso sí, lo que sus compañeros académicos le dijeron, cómo le felicitaron y hasta si brindaron, quedará para siempre en el acta de la reunión de la RAE del jueves 28 de octubre.
Ficción y realidad
«Recibir esta noticia en la 'casa de las palabras' es una gozada. La he recibido con una complacencia increíble. Me ha encantado, ha sido algo inesperado. Son estas suertes inesperadas con las que el destino te premia. No he dejado de escribir desde hace muchísimos años, me encanta y no tengo más remedio que hacerlo», confesaba Merino, visiblemente emocionado. El escritor se mostró satisfecho, también, por lo que el galardón tiene de reconocimiento al género fantástico: «Es estupendo,es reconocer lo fantástico, lo metaliterario. Yo he trabajado en ese terreno movedizo de la ficción». Con respecto a la férrea salud de nuestras letras, Merino consideró que «lo ideal es que haya nuevas generaciones interesadas por la literatura, leyendo a los clásicos y a los contemporáneos». Siempre con el lenguaje por bandera, ese lenguaje que «nos ayuda a entender las cosas, sobre todo si se convierte en ficción. Si la ficción no existiese, no sabríamos cómo enamorarnos, cómo tener pena... La literatura nos ha enseñado a saber lo que nos pasa».
Rescatando de su niñez ese término que le fascinaba, ‘amachambrar’ (el que agarra una cosa de una manera tremendamente fuerte), Merino ‘amachambró’ la literatura casi desde que tuvo conciencia para hacerlo y, aunque estudió Derecho, empezó a escribir poesía. En León, su ciudad adoptiva, se unió al grupo Claraboya, que editaba la revista del mismo nombre, y en ese tiempo publicó los poemarios ‘Sitio de Tarifa’ (1972) y ‘Cumpleaños lejos de casa’ (1973). En 1976 se dio a conocer como narrador con ‘Novela de Andrés Choz’, y ya no hubo vuelta atrás.
En su obra, tan viva como las palabras que él tanto ama, se alterna la novela con el relato, la poesía y la literatura juvenil. De ahí que entre los premios de su cosecha haya de todo, como en las mejores boticas:el de la Crítica por su novela ‘La orilla oscura’ (1985); el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por ‘No soy un libro’ (1993); el Miguel Delibes de narrativa por ‘Las visiones de Lucrecia’ (1996); el Ramón Gómez de la Serna de Narrativa por ‘El heredero’ (2004); el Torrente Ballester por ‘El lugar sin culpa’ o el premio de la Crítica de Castilla y León por ‘El río del Edén’ (2012), que mereció también el Nacional de Narrativa.
Pero no sólo de galardones vive el literato, y Merino ha colaborado, a lo largo de su extensa trayectoria, con la Unesco en proyectos educativos para Hispanoamérica y fue director del Centro de las Letras Españolas del Ministerio de Cultura. Además es académico correspondiente de la Academia Panameña de la Lengua y de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, y en 2014 fue nombrado Doctor ‘Honoris causa’ por la Universidad de León.
Tan adelantado ha sido siempre Merino en esto de las letras y sus placeres, que mucho antes de que Carmen Mola se encarnara en tres escritores, él creó, con Juan Pedro Aparicio y Luis Mateo Díez, la figura de ‘Sabino Ordás’. ¿Quien era? Pues un seudónimo con el que escribieron numerosos artículos en el suplemento literario del diario ‘Pueblo’, dirigido entonces por Dámaso Santos. Y es que la imaginación es tan antigua como el mundo. Ya lo dijo Merino: «La especie humana inventó la palabra y la ordenó en ficciones, un artificio hecho de sueños objetivados, nuestra primera sabiduría consciente, y somos sapiens desde entonces». O, más bien, ‘homo litterarius’.
ENHORABUENA MAESTRO
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