La ofensiva de Iglesias contra Vox, de justificar la violencia al escolta detenido
Uno de los pilares de la campaña del candidato de Podemos a la Comunidad de Madrid ha sido agitar a las masas contra el «fascismo» de Monasterio y Abascal, pero al mismo tiempo ha evitado condenar los ataques contra ellos.
La polarización en la campaña del 4-M tuvo su punto de inflexión en el mitin de Vox celebrado el pasado 7 de abril en la denominada como plaza roja de Vallecas. El ataque a Rocío Monasterio y Santiago Abascal, con once detenidos por el lanzamiento de piedras y botellas, graves desórdenes y agresiones a policías, no hizo sino intensificar la ofensiva de Pablo Iglesias contra la formación, con el señuelo del «fascismo o democracia» como argumento. Los mítines de las últimas semanas son una prueba fehaciente del tono belicoso y a veces sobreactuado que han tomado los discursos a izquierda o derecha, con este sábado como un nuevo hito: al tiempo que Podemos denunciaba la violencia de Vox, personal a sueldo del partido fue detenido por la misma cuestión.
La plaza vallecana aún estaba vigilada por la Policía cuando Iglesias justificó la lluvia de objetos y acusó a Abascal y Monasterio de ir a «provocar». «Frente a su odio, su violencia y sus provocaciones: democracia, justicia social y derechos humanos. Antifascistas siempre», dijo el candidato de Podemos a la presidencia de la Comunidad de Madrid en una batería de mensajes en Twitter. Entre ellos, no obstante, no hizo una sola alusión a los agentes agredidos por los radicales de extrema izquierda que reventaron el acto.
Desde entonces, las intervenciones del líder de la formación morada han estado marcadas por esa supuesta dicotomía entre «fascismo o democracia». Iglesias, erigido como un ariete contra Vox, se arrogó sin remilgos la defensa de los valores democráticos. Un mitin en Príncipe Pío, el pasado día 24, da fe de ello. «Su proyecto es la destrucción de las bases materiales de la libertad y la democracia. Se vota entre fascismo y democracia», dijo en alusión a la formación conservadora y a su previsible socio, el PP de Isabel Díaz Ayuso.
«Tenemos que ganarles con educación, buenas formas, sin hacer ruido, sin gritar, amenazar, sin caer en sus provocaciones. Que los barrios, ciudades y pueblos de la clase obrera salgan ordenadamente a votar. Los que odian las leyes y el orden son los que tienen suficiente dinero para no necesitar leyes. Frente a sus mentiras, caos, violencia y desorden, el orden digno de la clase trabajadora para votar masivamente contra el fascismo. El futuro democrático será feminista o no será», espetó, aunque quienes escuchaban sus arengas desconocían que un trabajador a sueldo del partido, encargado de seguridad y otras labores de lgística, miembro del grupo ultra de los Bukaneros, había sido detenido por los disturbios en Vallecas. Aunque el partido ha reconocido este extremo, niega que otro de los arrestados trabaje para ellos.
La ofensiva, no obstante, ha ido más allá. Si bien Pablo Iglesias ha denunciado que es víctima de una campaña de «deshumanización» con ataques y descalificaciones personales –«rata» o «chepudo»–, en otro de sus mítines enjuició las aptitudes profesionales de sus oponentes y su trayectoria política. «Abascal era del Partido Popular y fue alimentado por los chiringuitos de Aguirre. Comparad la vida laboral de Abascal con los que estáis ahí, los que han estado viviendo de lo público quieren destrozar lo publico; comparad la vida laboral de Ayuso con los que estáis aquí. Comparad vuestra vida laboral con la de Casado que le regalaron la carrera y el máster», manifestó en un acto en Villalba, el día 25.
Rocío Monasterio tampoco se libró de su verbo afilado: «Le regalaron la legalización de su casa por hacer alcalde al alcalde de Madrid». «No saben lo que es estudiar, lo que es trabajar para pagar una hipoteca. Son apellidos compuestos, corrupción, mentiras, privilegios. Eso es lo que representan y eso va contra la democracia», insistió Iglesias.
Vigilantes detenidos
El segundo momento clave en la campaña fue el pasado viernes, día 24 de abril, con el acalorado debate en la cadena SER y las amenazas de muerte contra el propio exvicepresidente del Gobierno, el ministro Fernando Grande-Marlaska y la directora de la Guardia Civil, María Gámez. Lo que debía ser un intercambio civilizado de ideas y programas saltó por los aires cuando la candidata de Vox puso en duda la veracidad de los hechos. La ofensiva de Iglesias retomó el puso. «Hay que terminar ya de una vez con el blanqueamiento mediático de la ultraderecha. En democracia no son aceptables las amenazas de muerte, no es aceptable poner en duda que se producen esas amenazas de muerte terroristas», declaró.
El penúltimo episodio de la campaña, a apenas tres días para las elecciones, contrasta sin embargo con el discurso del dirigente de Podemos y el resto del partido. La condena de la violencia y la confrontación al «fascismo» ha sido uno de los pilares fundamentales de su estrategia, pero esta muestra algunas fisuras cuando Vox está de por medio. Este sábado se ha conocido —según una información de El Confidencial– que, más allá de la justificación, fue la propia seguridad del partido morado quien reventó el acto y se enfrentó a los agentes desplegados. Tampoco ha habido atisbo de censura o reprobación por parte de Iglesias. «Hace más de una semana cuando Abascal rompió un cordón policial y provocó una carga, un miembro de mi partido de Vallecas fue detenido y, por supuesto, no cometió ningún ilícito administrativo ni penal y esto quedará en nada. Que esto salga hoy revela la preocupación que tienen algunos y no es descartable que de hoy hasta el martes salga alguna noticia que me relacione con el asesinato de John Fitzgerald Kennedy», insistió.
HAY QUE ILEGALIZAR A UNIDAS PODEMOS.
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