lunes, 22 de febrero de 2021

AL AMPARO DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN.

 ANARQUÍA, VANDALISMO Y PILLAJE.

Siempre he sostenido que uno puede considerarse libre cuando puede expresar lo que siente, y no hay que confundir esto con hacer lo que uno quiere. Cierto es que hay que tener cuidado con el tan manido derecho de expresión, y no confundirlo con el derecho de libre pensamiento, dado que bajo el amparo de la libertad de expresión también se pueden defender auténticas atrocidades.

Me gustaría a mí saber si muchos de estos ciudadanos a quienes se les llena la boca hablando de la libertad de expresión, con o sin conocimiento de lo que significa e implica la misma, son capaces de diferenciar entre defender este principio o si por lo que realmente están abogando es por la defensa de la libertad de expresión, pero solo la de aquellos que piensan como ellos.

Como ya he manifestado alguna vez, creo que no hay que ser tan tolerante como para tolerar lo intolerable, como ya decía Thomas Mann “La tolerancia es un crimen cuando lo que se tolera es la maldad”. El silencio también nos convierte en cómplices de alguna manera, y todos somos responsables de lo que hacemos, de lo que decimos, de lo que defendemos, de lo que no hacemos, de lo que no defendemos y de lo que no decimos, por igual.

Al hilo de los disturbios, escudados bajo la excusa del auxilio y apoyo al desvalido e indefenso rapero Pablo Hasél, hay que decir que a este tipo no se le ha condenado ni por cantar, ni por expresarse libremente, sino por cometer un delito tipificado en el Código Penal. De todos es sabido que, llegado el caso, esto puede ser sancionado con pena de cárcel. La libertad de expresión y la apología del terrorismo, entre otras, contemplan alcances bien diferenciados por la justicia, y quienes la imparten, y el resto, opiniones y estériles debates que se generan como consecuencia de la aplicación de la ley y de hechos despreciables como los altercados y revueltas de las pasadas madrugadas en diversas ciudades españolas, son subjetividades particulares, que orientamos y enfocamos, en función de nuestra propia perspectiva y particular óptica. El mundo al revés.

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