miércoles, 27 de enero de 2021

UNA OPORTUNIDAD PERDIDA.

 Una oportunidad perdida

Sánchez no ha acometido una crisis de gobierno, sino un relevo en el que han primado los intereses electorales del PSOE sobre la lucha contra la pandemia. Y con Iceta en el Ejecutivo, el separatismo puede estar más tranquilo aún.

alvador Illa dejó ayer de ser el titular del Ministerio de Sanidad, del que se despidió con una frase que lo dice todo sobre el grado de frivolidad con el que ha gestionado la pandemia: «Me siento un servidor público y siempre estaré donde pueda ser más útil». El silogismo retrata la filosofía de este Gobierno, y el oportunismo electoralista se impone sobre la lucha contra una enfermedad que ha causado en España casi 80.000 muertes y más de dos millones de contagios. Si Illa y Pedro Sánchez consideran que el hasta ahora ministro va a ser «más útil» como candidato a la Generalitat que culminando su tarea, es objetivamente porque ambos dan más relevancia a una contienda electoral que a la tragedia del virus. Estéticamente, la excusa es un insulto a los fallecidos y los enfermos, pero el relevo no deja de tener cierta lógica, porque parece indudable que Illa será mucho «más útil» en cualquier otro destino que al frente de Sanidad.

Su sustituta será la hasta ahora ministra de Política Territorial, Carolina Darias, a quien procede desear más suerte, más acierto y más éxito que el logrado por Illa, porque no es cierto que la pandemia esté «bien encarrilada». Pero sobre todo, Darias tiene ante sí la obligación de cambiar radicalmente la manera en que Sanidad ha enfocado la lucha contra el virus, su forma de dirigirse a la sociedad y, en especial, el reto de dejar de mentir, que es la seña de identidad de este Gobierno.

Los relevos en el Ejecutivo son mínimos porque Darias será sustituida por Miquel Iceta, a quien Sánchez consuela con Política Territorial después de apearle de la pugna por la Generalitat. Iceta se había convertido en un candidato sin pulso, y en un líder en declive incapaz de ilusionar al electorado del PSC, sin opciones de ganar las elecciones catalanas. Más aún, Sánchez nunca pensó en Iceta como ministro -de lo contrario lo habría nombrado mucho antes-, y ya quiso apartarlo del PSC designándolo presidente del Senado, maniobra que frustró ERC. No obstante, y pese a haber conducido al PSC a los resultados electorales más pobres de su historia, su peso político es indudable: tendrá en su mano la relación con las autonomías, es ferviente partidario del indulto para los presos separatistas, siempre apeló a una «tercera vía» federalista como solución para Cataluña, avala el término «nación» para esa comunidad, es favorable a un referéndum legal por el «derecho a decidir», y se opuso frontalmente a la aplicación del 155 para Cataluña porque su alma soberanista siempre se impuso a la constitucionalista.

Estos dos relevos demuestran que la «mini-crisis» de Gobierno es solo una oportunidad perdida para España. Los equilibrios internos y el chantaje político de Podemos, de quien Sánchez es forzosamente dependiente y gregario, le han impedido relevar a ministros inoperantes como Manuel Castells, Alberto Garzón o Irene Montero. Tampoco entre los ministros socialistas hay muchos con capacidad creíble de impulso. Se trata de un gabinete roto en mil pedazos -tantos como egos- e inmerso en profundas luchas intestinas que ya ni se molestan en ocultar. La renovación debió ser mucho más amplia porque el gabinete es ineficaz. Y desde una perspectiva puramente gestual, Sánchez debió suprimir algunas carteras innecesarias y aparentar al menos que es solidario con la contención del gasto público en un momento de ahogo económico creciente. Illa ha sido un ministro pésimo, Iceta no es un fichaje, sino una solución efectista a un problema electoral, y Darias tiene una cosa a su favor: es francamente difícil que lo haga peor que Illa.

SOLO SÁNCHEZ SABE QUÉ PRETENDE

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