martes, 26 de enero de 2021

SON UNOS CARA DURAS.

QUE TOLERAMOS POR CANSANCIO.

 Tenemos constancia de que hay unas cien mil galaxias y en cada una se estima que debe de haber unos cien mil millones de estrellas; seguramente junto a ellas, también un planeta.

Veo el proceder de algunos ministros y me convenzo de que la teoría de “los alienígenas ancestrales”, esa que asegura que el desarrollo de la civilización estuvo mediado por seres de otros planetas, es un hecho incuestionable. ¿De dónde has venido, Simón?

Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, ha hecho multitud de declaraciones indignantes, confusas y contradictorias a lo largo y ancho de esta pandemia, pero creo que perdurará en el subconsciente de todos como “el emperador de la mascarilla”, perturbador y molesto elemento del que hizo pública ostentación, con la intención de pasar desapercibido, acudiendo a un funeral de estado con una mascarilla de infantiles tiburones.

Empezó haciéndonos creer que eran absolutamente innecesarias, para concluir que son absolutamente necesarias. De hecho, nos hemos mimetizado hasta tal punto con su mensaje que vemos a alguien paseando por la calle sin mascarilla y pensamos: “¿A dónde irá esa rata delincuente?”.

Forma parte de lo anecdótico del personaje que hace diez días se haya referido a la variante británica diciendo que “tendrá un impacto marginal en nuestro país”, y el jueves pasado, cuando el total de contagios ha sido el más alto registrado en la pandemia, haya dicho justo lo contrario: “Podría ser una cepa dominante hacia mediados del mes de marzo”.

Ante tanto desatino y con el corazón brincando como si fuera el de una musaraña etrusca (ya saben que el corazón de esta miniatura de mamífero late a una velocidad difícil de imaginar y difícil de creer, ¡1.200 latidos por minuto! O lo que es lo mismo, 20 latidos por segundo); pues eso, que sale este figura sin mover un pelo de sus cejas 3D, y anuncia que, desde ya, ni mascarillas de tela, ni sanitarias, ni quirúrgicas, ni FFP2; a partir de ahora, recomienda que compremos las FFP3, que son, vaya casualidad, las de mayor precio y con el IVA al 21%.

Aunque preferiría no pensar para no descubrir, me veo en la obligación de hacerlo ante las idas y venidas de tan pintoresco personaje, y me confieso incapaz de comprender –a la vista de sus actuaciones y, sobre todo, declaraciones, cuestionables en cualquier caso–, cuál es el objetivo que le empuja a decir una cosa y la contraria sin que se le mueva un pelo de sus pobladas cejas, aparente resultado de un tratamiento de microinjerto al que, superado el microblanding, recurren cada vez más personas, y que, con el añadido de la gama cromática de sus camisas y jerséis en colores pálidos, le confieren ese aire de inmutable “profesor chiflado”.

Pregunto: ¿No hay una sola persona en este Gobierno que se avergüence de mentir con ese descaro a todas horas? ¿Qué se proponen? ¿Cuál es el objetivo?

¿Cómo es posible que, en un país del primer mundo como el nuestro, seamos, tanto en salud como en economía, el peor país mundial en la primera ola, en la segunda y en las que vengan? ¿Tiene la mínima lógica que hayamos interiorizado el mantra del “nadie va a quedar atrás” y que decenas de miles sí se hayan quedado y ya no puedan reintegrarse?

Decía Sir Francis Bacon, filósofo y estadista británico, que “quien no quiere pensar es un fanático, quien no puede pensar es un idiota, quien no osa pensar, es un cobarde”.

Brillantes palabras que comparto y que bien podía haber pronunciado un servidor si Dios, en su infinita sabiduría, no me hubiera privado de la cultura y el ingenio de nuestra vicepresidenta primera, doña Carmen Calvo (Cabra 1957), que ha sido capaz, un decir, de captar la “expertitud” de Simón.

Antes que ella, habían percibido y valorado esa “expertitud” tanto Podemos como Zaragoza en Común (ZEC), que habían propuesto a Simón para la Medalla de Oro de Zaragoza como “símbolo universal contra el coronavirus”, y el título de hijo predilecto, respectivamente. ¡Válgame Dios!

Me apunto al recuerdo de John Lennon en su “Gimme some truth”, al que se refirió otro participante de esta sección. “Estoy hasta la coronilla de neuróticos políticos psicóticos y testarudos; lo único que quiero es la verdad, dame un poco de verdad”.

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