domingo, 3 de enero de 2021

ILLA SE DESPIDE CON OTRO ENGAÑO.

 Illa se despide con otro engaño

La designación de Illa como candidato de los socialistas catalanes a la Generalitat es la última exhibición de un método de gobierno sustentado en el artificio y la impostura.

La evolución de los acontecimientos está demostrando que el Gobierno de Sánchez orienta la gestión de la pandemia por la Covid-19 como una oportunidad para obtener rentabilidades políticas. La falta de criterio científico, las improvisaciones, las contradicciones en los mensajes y el sectarismo de algunas decisiones, como el estado de alarma impuesto solo a la Comunidad de Madrid, ya revelaban que el Gobierno medía sus pasos con el interés de un inversor: máxima rentabilidad con el mínimo riesgo. Si las cosas iban mal la culpa siempre sería de otros -los sanitarios, los ciudadanos, Ayuso-, pero si iban bien, siempre se debería a la dirección política del Gobierno. Con este planteamiento, Sánchez aspiraba a salir indemne de la crisis sanitaria y a sacarle el máximo rendimiento político. Y lo está consiguiendo porque el temor al virus ha alterado las prioridades de los ciudadanos, que empiezan por su salud y su trabajo. El despropósito de un Gobierno sustentado por comunistas desfasados, por golpistas del separatismo catalán y por albaceas de ETA se camufla en la preocupación vital del ciudadano por salir adelante y en las restricciones a las manifestaciones públicas.

La designación de Illa como candidato de los socialistas catalanes a la Generalitat es la última exhibición de un método de gobierno sustentado en el artificio y la impostura. Cuando todo apunta a un arranque de año extremadamente peligroso por la aparición de mutaciones muy contagiosas, cuando está en marcha la primera tanda de vacunaciones, cuando la necesidad de una coordinación nacional se hará especialmente necesaria, Pedro Sánchez prescinde de su ministro de Sanidad. Si lo hubiera cesado por su incompetencia, la decisión sería comprensible. Con cerca de 80.000 muertos -contabilidad real, no la de La Moncloa- por el Covid-19, el cese o la dimisión es la única expectativa a la que debería enfrentarse Illa. Pero no ha sido así. Illa es el gran fichaje para el socialismo catalán y sus méritos como gestor de la crisis harán que atraiga votos a raudales, todo según el imaginario de Sánchez, que conoce bien el grado de radicalización en el que se encuentra gran parte de la base electoral socialista. Y para los votantes catalanes, Illa es el que cerró Madrid.

Pero Illa se despide del Gobierno con un último engaño, tan desvergonzado como todos los que ha protagonizado el Ejecutivo de Sánchez, desde que Simón dijera que la Covid-19 apenas dejaría algún caso en España. El todavía ministro de Sanidad prometió a los grupos parlamentarios que el real decreto-ley para la nueva normalidad se tramitaría como ley para recoger enmiendas de todos ellos. Gracias a esta promesa, hasta el PP apoyó en junio la convalidación de la norma del Gobierno, confiado en la palabra de Salvador Illa. Llegado el momento, el Gobierno que tanta mano tendió para recoger votos, ahora la ha convertido en puño para rechazar las enmiendas de la oposición e incumplir su promesa. Lo de menos, a estas alturas, es confirmar que el Gobierno de Pedro Sánchez es una industria de la mentira. Lo más hiriente es que esta nueva emboscada del Gobierno a la oposición se hace a costa de una norma imprescindible para el país, como es la que debe regular la vuelta a la normalidad, cualquiera que sea el momento en que esta se produzca. Se trata de una ley vital para la sociedad española, que pudo ser el punto de encuentro de gobierno y oposición, pero al final ha sido otro puente dinamitado por el sectarismo de Sánchez.

Este es el saldo con el que el PSOE manda a Illa a Cataluña, presentado como un «galáctico» de la política, pese a la estela de dramática incompetencia que ha dejado a su paso.¡ 

Y QUÉ DECIR DE SUS DESFALCOS

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