sábado, 26 de diciembre de 2020

EL NORTE DE EUROPA YA NO SE CONGELA EN INVIERNO.

 El norte de Europa ya no se congela en invierno

La capa de hielo permanente se derrite y amenaza con liberar millones de toneladas de carbono.

Estocolmo está rodeada por más de doscientas mil islas, muchas de ellas habitadas y que componen el archipiélago más extenso del Mar Báltico. El transporte público del archipiélago con el resto de la ciudad se realiza por barco, cuyo horario estaba determinado en invierno por el paso de un buque rompehielos que abría las vías de comunicación en el hielo. Desde hace algunos años el archipiélago de Estocolmo ya no se congela y la nieve ya no cubre la ciudad. Es habitual que los lectores de los periódicos envíen a las redacciones fotos privadas comparando el estado de sus terrazas, patios o jardines, antes cubiertos por masas de nieve blanca, secos, grises y oscuros, ahora.

Desde Teriberka, conocido como el pueblo del fin del mundo, en la costa del mar de Barents, en territorio ruso, «ya no enviamos informes sobre el grosor del hielo porque desde hace al menos diez años que la temperatura del agua del mar supera los cero grados centígrados durante casi todo el invierno», informa Svetlana Ivanova para el periódico DN de Estocolmo. Desde la estación meteorológica que, con 130 años de historia, es una de las más antiguas del mundo, Ivanova explica que, «antes podíamos tener temperaturas de menos 1,3 grados en el agua. Ahora es normal tener hasta 3,5 grados positivos». «Aún recuerdo ver caminar a la gente sobre el hielo de la bahía de vuelta a sus casas a mediodía para almorzar. Eso ya no es posible hacerlo ahora», concluye con cierta melancolía Svetlana.

En 2017 el Gobierno de Finlandia encargó una investigación internacional sobre el cambio climático en el Mar de Barents. Según sus resultados la temperatura del Mar de Barents y del norte del océano Ártico aumenta al doble de la velocidad que la del resto de los mares del mundo. El fondo del mar de Barents se encuentra a una media de 230 metros de profundidad mientras que la media de profundidad del resto de los mares es de 3.729 metros. Este hecho facilita el aumento de la temperatura en Barents.

La paradoja rusa

Rusia es uno de los países más expuestos a la emergencia climática. Durante dos años consecutivos, los años de 2019 y 2020, Siberia ha sido devastada por severos incendios forestales que se han cobrado una superficie de bosque superior a la extensión geográfica de Grecia y de Bélgica juntas. Además, a finales de mayo de este año se derramaron 20.000 toneladas de aceite de diésel en un río de Norilsk. El deshielo de permafrost o permahielo hizo reventar los depósitos que contenían el aceite.

Sin embargo, la reacción del Kremlin sigue siendo contradictoria. Por un lado, Rusia no solo ha firmado, sino que ha ratificado el tratado de París, mientras que su presidente, Vladimir Putin, afirma que el cambio climático puede conllevar ventajas estratégicas importantes como es la apertura del paso del océano Ártico por el noreste de Rusia.

Deshielo del permafrost

Lo que no parece que vaya a ser una ventaja para nadie, y mucho menos para Rusia, es que la capa de hielo que cubre los niveles más superficiales del suelo en muchas regiones frías y próximas a los glaciares, lo que se conoce como permafrost o permahielo, se derrite más deprisa de lo previsto. Nos referimos a una superficie total similar a la de todos los desiertos del globo y que ocupa, en el caso de Rusia, el 60 % de su territorio. Sobre esta tierra helada se construyen infraestructuras, carreteras y casas, o depósitos de carburantes, y todos los seres vivos de la naturaleza están adaptados a esta escarcha eterna conocida como permafrost o permahielo.

Permafrost o permahielo puede tener varios cientos de metros de grosor y está compuesto por agua, tierra, hielo y piedras además de restos antiguos de animales y de plantas. Según los cálculos científicos existen cerca de 1.500 millones de toneladas de carbono almacenados en la zona norte de permafrost. Actualmente se derrite con mayor rapidez en la zona de Siberia, lo que liberará una enorme cantidad de gases de efecto invernadero a la atmósfera que influirán en el calentamiento del planeta.

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