lunes, 1 de junio de 2020

EL CAOS Y LA VIOLENCIA ASEDIAN A UN DONALD TRUMP AISLADO EN LA CASA BLANCA.

El caos y la violencia asedian a un Donald Trump aislado en la Casa Blanca

La policía carga contra una turba que incendia coches, contenedores y hasta una iglesia.

Cuando anoche cayó el toque de queda sobre Washington, los antidisturbios todavía cargaban entre una nube de gas lacrimógeno contra una turba que huía dejando tras de sí un rastro de coches y contenedores calcinados, escaparates rotos, paredes pintadas y hasta una iglesia en llamas. Esa muchedumbre enmascarada aisló anoche por tercer día consecutivo al presidente y su familia en su residencia, rodeada esta por un formidable cordón policial. El Gobierno, en guardia, incluso tomó la decisión, insólita, de apagar los focos que iluminan la fachada delantera de la Casa Blanca, algo de lo que no se tiene memoria en la capital de Estados Unidos.
Los saqueos se prolongaron hasta ya entrada la madrugada, y los helicópteros policiales no
 han dejado de sobrevolar el centro de la ciudad. Al filo de la medianoche, se oían disparos a apenas tres manzanas de la sede de la presidencia. En teoría, el toque de queda declarado por la alcaldesa de Washington había entrado en efecto a las 11 de la noche hora local (las cinco de la madrugada en España).

Un buen número de negocios en el centro de la ciudad tapó ayer sus lunas con maderas. Los que no lo hicieron, como un nueva tienda que Apple abrió hace unos meses en una vieja biblioteca histórica de mármol blanco, fueron saqueados. Los comercios que ya están abiertos tras la pandemia de coronavirus —supermercados, colmados y farmacias— cerraron entre las seis y las siete de la tarde.
La Policía Militar se unió al Servicio Secreto para reforzar el cordón policial, y ambas cargaron después de que les lanzaran botellas y piedras. Las calles alrededor de la Casa Blanca quedaron completamente cortadas.
Cuando cayó la noche, varios coches ardieron. Los manifestantes también vandalizaron e intentaron incendiar edificios en las calles aledañas a la residencia presidencial, entre ellos la sede del sindicato AFL-CIO. Una turba incluso incendió los bajos de la iglesia episcopal de San Juan, un templo célebre porque en él han oído misa todos los presidentes desde James Madison a principios del siglo XIX. El fuego no se propagó a la nave principal del templo, en la planta baja.
Estas escenas de caos, las llamas y el constante sobrevuelo de los helicópteros eran perfectamente perceptibles desde la Casa Blanca, donde Donald Trump permaneció todo el día, publicando varios mensajes en Twitter prometiendo «ley y orden». El viernes él, su mujer y su hijo menor fueron encerrados por el Servicio Secreto en el búnker subterráneo que usó el vicepresidente Dick Cheney cuando los atentados terroristas de 2001. Según medios locales. Los portavoces de Trump en la Casa Blanca no han dado detalles de si el presidente pasó esta pasada noche en su residencia privada, visible a pie de calle.
La rabia por la muerte bajo custodia policial de un hombre negro, George Floyd, se ha convertido en una gran ola de disturbios de una magnitud y violencia que EE.UU. no veía desde 1968, después del asesinato del reverendo Martin Luther King, líder de los derechos civiles. Por aquel entonces habitaba Richard Nixon la Casa Blanca, y cuatro años después logró una de las mayores victorias electorales de la historia del país, prometiendo precisamente «ley y orden» frente a las protestas y saqueos. Dimitió en 1974 por otro motivo, el escándalo del Watergate.
En las calles aledañas a la residencia del presidente, el poco viento que soplaba anoche en Washington esparció el gas lacrimógeno, lo que hizo estornudar y toser a muchos de los que protestaban. No parecían recordar en ese momento que este país, como el resto del mundo, llevaba casi tres meses de cuarentenas encadenadas por una pandemia que se ha llevado por delante a 100.000 personas. Es cierto que muchos manifestantes llevan mascarillas y hay voluntarios que reparten alcohol y gel desinfectante, pero en estas protestas no se guardan las distancias de seguridad, y los lemas se gritan puño en alto y en ocasiones con la boca descubierta.
Esos lemas comenzaron siendo los de la protesta racial, como «Las vidas negras también importan» o «No puedo respirar», las últimas palabras de Floyd antes de morir después de que un agente le hincara la rodilla sobre el cuello en Minneapolis. Pero pronto se les sumaron otros, como «Todos los policías son bastardos», «Que se joda Donald Trump», o «El capitalismo es racista».
De momento, el presidente no ha querido dirigirse a la nación ni conversar con manifestantes, a los que ha calificado de «antifa», la abreviación del término «antifascista», que en EE.UU. identifica a un sector violento de la izquierda radical. De hecho, en la red social Twitter, Trump dijo ayer que planea declarar a ese colectivo como una «organización terrorista». Antes de la medianoche, la Casa Blanca hizo pública la agenda de Trump este lunes, que de momento sólo tiene reuniones privadas con el fiscal general (ministro de Justicia), el vicepresidente y varios gobernadores afectados por los disturbios.
PARECE QUE TRUMP HA DORMIDO EN EL BÚNKER DE LA CASA BLANCA.

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