LOS DATOS OFICIALES HAY QUE TRAGARLOS COMO VERDADEROS, SON OFICIALES.
El problema que tienen todos los gobiernos no es fácil; combatir en dos frentes a cual más fiero: impedir que el Covid-19 continúe segando vidas en su país y lograr que su economía no se derrumbe. Con el agravante de que ambas amenazas se retroalimentan, pues la mejor forma de detener ese virus es frenar todo tipo de actividades, pero eso significa parálisis, no generar riqueza, cuando los gastos sanitarios se han disparado. Una situación que se ha descrito con el alto que daban los bandoleros a los viajeros por los antiguos caminos: «¡La bolsa o la vida»! Y si bien es verdad que la vida vale más que la bolsa, no menos es cierto que sin la bolsa se hace mucho más difícil vivir.
Los países serios, ordenados, laboriosos, lo tienen más fácil, pues con las arcas llenas y las cuentas en orden pueden permitirse el lujo de frenar su actividad económica y dedicar parte de sus reservas, y si es preciso todas, a pagar la factura que esta doble agresión les causa. Es lo ocurrido, entre otros, a Alemania y a Corea del Sur, donde la pandemia si bien aún no erradicada, está ya bajo control. Pero aquellos países que no hayan tenido tales precauciones no tendrán más remedio que emitir deuda en cantidades proporcionales a los daños que el virus esté sufriendo, si no quiere sufrir daños humanos equiparables a la peor de las guerras. El nuestro es uno de ellos. El Gobierno agravó la situación al no prestar mayor atención a la amenaza, tal vez por haberse declarado en China, pese a que en Italia, que está al lado, estaba haciendo ya estropicios y, cuando se dio cuenta, los estaba haciendo aquí. Desde entonces no ha hecho otra cosa que intentar atajarlo, con un estado de alarma, y buscar la manera de ocultar su fallo, con lo que alcanzo el dudoso honor de tener proporcionalmente el mayor número de víctimas por habitantes. Ayer, Pedro Sánchez nos informó del plan que tiene para sacarnos del abismo. Consta de tres fases y estamos todavía en la O, o sea que son 4, pero mentir es su marca de fábrica. En la siguiente, empezará una «desescalada» (se pirran por los símiles bélicos y deportivos) que permitirá abrir al pequeño comercio y actividades individuales manteniendo las condiciones sanitarias, pues «aunque hemos conseguido doblegar la curva de contagios», seguimos amenazados. La tercera fase será ya de «casi» vuelta a la normalidad, pues el peligro continúa. Todo ello gradual y ajustado a la situación en cada provincia y comunidad, lo que significa que va a haber numerosas disparidades y puede que líos. Pero dependerá de nosotros y de nuestras autoridades el que nos salvemos. Eso sí, el control será el del Gobierno. Lo que no nos parece mal. Lo que ya no nos parece bien es que haya vuelto echar a la OCDE la culpa de que nos pusieran en el octavo puesto de test realizados, cuando nos correspondía el 17, habiendo sido su propio gobierno quien le envió los datos inflados. Pero ya les dije que el mentir está en su ADN.
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