martes, 28 de abril de 2020

DANDO PALOS DE CIEGO.

¿CONOCEN BIEN EL VIRUS?
Los científicos están haciendo el pánfilo, empecinados en buscar tratamientos y vacunas para el conjunto de la humanidad. Lanzados a una carrera contrarreloj contra la pandemia, sabios alemanes, chinos, ingleses, estadounidenses, españoles... creen que el coronavirus nos daña a todos por igual, que no distingue patrias, sexos, razas y creencias. Error. Los departamentos científicos del Govern han hallado que el Covid-19 muta y se torna identitario en cuanto penetra en territorios de acusada personalidad propia. Lo ha explicado muy bien el presidente Joaquim Torra, aspirante claro al próximo Nobel de Medicina: «No se puede gestionar este problema desde Madrid, a 600 kilómetros de distancia». Otras eminencias de su partido y del de Rufián han añadido que si Cataluña fuese una
 república independiente «habría menos contagios y menos muertos», pues a buen seguro el coronavirus se ablandaría ante los lazos amarillos, las esteladas y el tostón supremacista de TV3.
Lejos del oasis de cordura del Palau de la Generalitat, la burramia cabalga sin bridas. Vean a los chinos, que han hecho frente a la crisis de Wuhan con un Gobierno ubicado en Pekín, ¡a 1.153 kilómetros de distancia! O al loco Macron, que cree que el virus opera igual en el País Vasco francés que en Alsacia. Si el presidente galo escuchase a Torra, Meritxell Budó y Pilar Rahola sabría que es absurdo someter a un vasco-francés y un alsaciano a idénticos protocolos sanitarios, pues aunque todos sean franceses, unos bailan el aurresku y otros la mazurka. Cataluña requiere «una desescalada propia», es indiscutible. ¿Cómo van a salir a hacer deporte bajo las mismas reglas un tío de Lérida y uno de Zaragoza? Aunque Lérida esté a 151 kilómetros de la capital maña y a 159 de la catalana, es evidente que la desescalada de los ilerdenses debe pilotarla Torra, porque el Gobierno central jamás podrá entender arcanos idiosincrásicos locales. Sí, ya sé que los de Lérida tienen la misma pinta que los de Zaragoza, y que todos compran en Mercadona y El Corte, guardan la pasta en el Santander, el BBVA y La Caixa, siguen la tómbola de Jorge Javier y la Liga, son mayoritariamente católicos y siempre han formado parte de un mismo país. Pero esas apariencias engañosas no deben confundirnos. Existe un covid español y un covid catalán, como bien le intenta explicar Torra a su socio Sánchez en todas sus cumbres telemáticas con los presidentes de los 17 mini-Estados regionales.
Al delirio del covid identitario se suma otro casi peor. Y es que si peligra su Gobierno, en un par de meses veremos a Sánchez dispuesto a vender a España de nuevo en una mesa con los iluminados que sostienen que no se puede gestionar la crisis sanitaria «desde Madrid», porque cae lejos. Sánchez parece haber descubierto estos días la necesidad del Estado. Pero que nadie se ilusione. Cuando la enfermedad ya estaba aquí, en lugar de tomar medidas para atajarla, el gran estadista estaba ocupado en intentar reformar el Código Penal para indultar a Junqueras por la puerta de atrás y atornillarse a su asiento.

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