lunes, 30 de marzo de 2020

SANITARIOS Y SINDICATOS DENUNCIAN EL DESASTRE DE IFEMA

Camas de cuidados intensivos en el hospital de campaña que se ha acondicionado en Ifema para pacientes de coronavirus.
SANITARIOS Y SINDICATOS DENUNCIAN EL DESASTRE DE IFEMA
 
En el pabellón 5 del gran hospital de campaña de Ifema no hay ni dos metros de separación entre un paciente y otro, los equipos de protección individual no son tales, las condiciones de enfermeros y médicos son “penosas” y ni siquiera está instalado el programa informático necesario para que puedan trabajar. Lo cuentan médicos, enfermeras, celadores y personal administrativo que han estado allí este fin de semana. “Esto no, así no, hay más riesgo de contagio que de curación con este panorama, es un desastre”, sentencia, tajante, una enfermera. Otra enfermera que trabajaba en el centro de salud de Móstoles y en las UCI de diferentes hospitales, se presentó voluntaria el miércoles: "Aquí están los pacientes hacinados… Esto parece la guerra, entre las camas hay apenas dos pasos, hay un baño para todos los enfermos, llevaban 13 días sin ducharse hasta que este viernes instalaron una ducha… ¡No hay palos de sueros, utilizamos palos de escoba!”.
Tras los problemas del fin de semana, está previsto el cierre de ese pabellón este mismo lunes. Fue el primero que se habilitó para atender pacientes de manera provisional a la espera de abrir el número siete, que se sumará al nueve, abierto desde el pasado jueves. El siete tendrá 500 camas y 32 puestos de UCI. Sin embargo los profesionales de estas áreas en los hospitales se preguntan para qué. “Cuando un paciente se pone grave piden el traslado al hospital, ¿de qué valen los puestos que tienen allí si no están funcionando?”, se pregunta un intensivista. Y una enfermera a la que cambiaron de área cuando la epidemia comenzó a crecer alega que “la foto está muy bien, pero no hay ninguna de la realidad, de la que se vive en las UCI y en las plantas de los hospitales”. Ifema, se lamenta, “es solo una imagen”, pero mientras, “los hospitales están hasta arriba”.
Como las quejas de estos profesionales hay otras muchas decenas, sobre todo de los que ya están trabajando allí. Las pésimas condiciones de seguridad de este domingo a las que se han tenido que enfrentar llegaron al límite, según denuncia CC OO, que asegura que se incumplen los protocolos de protección individual de los profesionales, que hay hacinamiento en las zonas en las que esperan a pasar de zonas de equipamiento a los recintos de hospitalización o que los vestuarios incumplen todas las medidas de seguridad para evitar contagios y expansión del virus.
Hasta ahora el personal era voluntario, pero muchos están pensando negarse a trabajar en esas condiciones: este domingo repartían bolsas de basura en lugar de gorros para proteger el cuero cabelludo y batas verdes que no son de protección a las que se añade un delantal de plástico blanco.
“Nos hacinan en zonas de espera o vestuarios con el pijama, los gorros y los equipos de protección individual que hemos estado usando previamente para atender a pacientes contagiados. No hay ni un metro de distancia entre una persona y otra”, señalan los afectados al sindicato. Esta dinámica se salta todos los protocolos distribuidos por Salud Pública de la Comunidad de Madrid para los profesionales sanitarios y no sanitarios que actúan directamente con los pacientes. “Son tres noches seguidas y donde yo estoy no hay relevos, somos muy pocos en el Summa y los pacientes están muy malitos. Sobre todo las fiebres les deja agotados, las diarreas por la Kaletra y una tristeza indescriptible”, dice una enfermera del Summa.
La Comunidad de Madrid reconoce que durante la tarde del domingo hubo "un problema puntual de organización que provocó algunas protestas de profesionales, que el propio coordinador general del hospital, Fernando Prados, ha asumido, y por el que ha pedido disculpas”. La administración asegura que sí hay material reglamentario y se está entregando. “Hay profesionales que deciden, además, cubrirse con batas, gorros y calzas de bolsas de plástico”, explica. CC OO ha advertido que no permitirá amenazas a los profesionales por negarse a trabajar sin equipos de protección individual adecuados. “No nos constan esas amenazas y animamos a que se presenten las oportunas denuncias si llegasen a producirse porque serían intolerables”, responden desde la administración.
Alguno de los sanitarios aseguran que esas amenazas existen. Uno de ellos dice que son “veladas pero continuas": "No quieren que se sepa cómo hacen las cosas y hay presión todo el tiempo”. Desde la Coordinadora Antiprivatización de la Sanidad Pública (CAS) cuentan que también este fin de semana “entraron muchos pacientes de residencias directamente, sin diagnóstico Covid-19”. Añaden que hay “indisponibilidad de analíticas” y que “no está instalado el programa informático y no hay manera de hacer la historia al paciente”.

Voluntarios para 5.500 camas

Este hospital temporal lleva 1.110 ingresos acumulados y 424 altas; la noche de este domingo había ingresados 750 pacientes. La capacidad final que prevén son 5.500 camas y 500 de UCI. “Pero obviamente no están todas ahora mismo, ni todas las que hay tienen las condiciones óptimas para que haya pacientes”, asegura una médica de familia. Otra, Carmen, de 45 años y que trabaja en un centro de salud de Móstoles, recibió una llamada el viernes por la tarde de su jefa. Necesitaban gente en Ifema “para ya”. Se lo comentó a su marido, también médico, de 52 años, y el sábado por la mañana estaban los dos inaugurando el pabellón 5, el primero de los tres que está habilitando la Comunidad de Madrid para descongestionar los hospitales de la región.“Aquel primer día fue desolador, estaba todo sin montar, muy improvisado, mucho frío… Es un sitio muy triste, un hangar gris de hormigón, con camas separadas sin biombos, sin intimidad”, describe la profesional. Lo mejor: la actitud del resto de personal sanitario. “Somos todos voluntarios menos los internistas que coordinan. Los voluntarios tenemos muchas ganas y venimos a por todas, a lo que haga falta”. Sin embargo, dice un enfermero, “las ganas no protegen ni la voluntad cura”.
Lo hacen los EPI, los equipos de protección individual. Esa médica de Móstoles llega a las 7.30 a Ifema y necesita 10 minutos como mínimo para que el personal del Samur le coloque los cuatro guantes, los calcetines por encima del pantalón, todo fijado con cinta americana, traje de plástico puro —“da un calor de miedo”—, doble mascarilla y la pantalla de protección facial, —“como la de los soldadores, pero transparente”—. Es el máximo nivel de protección. “Son trajes muy pesados de llevar, todo aprieta y da calor, salimos chorreando literalmente, trabajar siete horas así es duro”, cuenta.
Pero lo es mucho más no tener acceso a esos equipos, apunta una enfermera: “La deshidratación bajo ese mamotreto de plástico y las marcas y las heridas que te pueda hacer son lo que queremos, y no sentirnos totalmente desprotegidas creyendo que nos vamos a contagiar y que vamos a contagiar a los pacientes”.

Priorizar pacientes

En Ifema, todos los que ya hay son leves y han sido derivados de hospitales de Madrid, colapsados por la crisis sanitaria. Cuando llegan con un cuadro más grave o empeoran con los días, los profesionales deben tomar decisiones. “Hay algunos que trasladamos a las UCI de los hospitales pero hay otros que, por la edad y por tener múltiples patologías, son candidatos para sedar”. La médica de Móstoles habla del sistema de triaje: priorizar la mayor esperanza de vida ante la falta de recursos para atender a enfermos críticos. “Las camas de UCI son limitadas, tristemente se tienen que seleccionar a los pacientes, no podemos mandar a las UCI a pacientes de 90 años cuando hay jóvenes de 30 que la necesitan… Es muy duro”, explica.Desde que comenzó a trabajar en Ifema, ha dado cinco altas y su marido dos. El martes tuvo que sedar a una anciana de 87 años. Algo que no va a olvidar en su vida: “Es muy triste pero estoy contenta porque conseguí que no muriera sola”. La paciente mejoró repentinamente el día antes de volver a empeorar y pidió hablar con su hija, con un gesto de la cabeza indicó el teléfono móvil a su médica. Las horas pasaron y cuando Carmen se dio cuenta de que no podría hacer más por la anciana, volvió a llamar a la hija, esta vez para que se despidieran: “Quería que, antes de que se quedara dormida, oyera la voz de su hija. La abuela sonreía de vez en cuando, oía que le hablaban de su nieta...”.
Ana González, la enfermera voluntaria de 22 años, no se marcha a casa cuando termina su turno: “Me quedo por si acaso alguien se marea y tengo que volver a entrar”. Según su relato, las horas de trabajo en Ifema las impone el traje con el que se protegen: entre cuatro y siete horas al día con una jornada de descanso a la semana: ”Y ese día de más lo trabajamos gratis”. Con el traje puesto no aguantan más de siete horas. Pero, comparten varios sanitarios que han trabajado este fin de semana, con las condiciones de este domingo es posible que no aguanten más que minutos. “Y no nos podemos permitir más bajas", apunta una de estas profesionales: “Se acerca lo peor.
ESO ES EFICIENCIA A LA ESPAÑOLA, ME DA MUCHA PENA PORQUE AMO ESPAÑA Y SOY ESPAÑOL

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