Ven una «afrenta» este encuentro a espaldas de la mitad de Cataluña.
Entre el trajín de los pasillos del Congreso de los Diputados, ayer destacó un tema de conversación por encima del resto. La mesa de gobiernos que aceptó Pedro Sánchez como contrapartida a la abstención de ERC en su investidura se colaba por doquier. Antes y después de la Junta de Portavoces desfilaron por los micrófonos diputados de todos los partidos y a nadie le dejó indiferente el tema.
La alineación de la izquierda con el nacionalismo tuvo como respuesta la firme condena de los partidos de la derecha a lo que ven como un «eufemismo», una mesa «del chantaje» o, directamente, «de la amnistía».
Hoy el grupo popular defenderá una interpelación al Gobierno sobre la llamada mesa de diálogo, pero, como temía ya en la mañana de ayer su portavoz, Cayetana Álvarez de Toledo, la vicepresidenta Carmen Calvo rehuirá la respuesta. Ante el cara a cara, el Ejecutivo sitúa a la ministra de Política Territorial, Carolina Darias. «Sería una doble afrenta, un doble desprecio al Parlamento, que además de constituirse esta mesa mañana (por hoy), la vicepresidenta no acudiera a la interpelación», lamentaba.
Para la diputada, la sola convocatoria de la mesa es una «afrenta». Entiende que se ha diseñado ad hoc para que los condenados por sedición y malversación salgan de la cárcel lo antes posible y así, el Gobierno contente a sus socios. «Esa mesa busca blanquear a los delincuentes y al Gobierno», aseguraba.
La denuncia es unánime en los partidos de la derecha, que ven cómo Pedro Sánchez va cediendo cada vez más ante los independentistas para granjearse el voto favorable a los Presupuestos Generales del Estado y la continuidad de la legislatura.
Su homólogo de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, ve también «grave» e «inaceptable» la pretensión de equilibrar una nación con una región. «Es el precio que paga el Gobierno», ha atizado, en la misma línea que el portavoz adjunto de Ciudadanos (Cs) en el Congreso, Edmundo Bal, que se refiere a la «mesa del chantaje».
«Pedro Sánchez y sus socios de Podemos quieren perpetuarse en el poder y conseguir unos presupuestos. La mesa de gobiernos es un eufemismo», sentenciaba el diputado liberal.
Izquierda y nacionalismo
Pero lo que era temor y pesar en la derecha, es entusiasmo en la izquierda y en el nacionalismo. Poco queda del Sánchez que en campaña electoral prometía tipificar los referendos ilegales en el Código Penal y «traer» al fugado Carles Puigdemont ante la Justicia; del presidente del Gobierno que se negaba a hablar con Torra hasta que no condenase de forma explícita y sin equidistancias la violencia desatada en Cataluña en los disturbios que siguieron a la sentencia del «procés».
Ahora, su lugarteniente en el Congreso, la portavoz socialista Adriana Lastra, califica de «buena noticia» la celebración de esta mesa exigida por ERC en la investidura de Sánchez. Avisa, eso sí, de que «tiene mucha gente enfrente que probablemente intente boicotearla».
«Cualquier demócrata que ame a su país tiene que celebrar que por primera vez en una década haya un gobierno que en lugar de echar gasolina a los conflictos territoriales, apueste por el diálogo», añadía el portavoz de Podemos en la Cámara Baja, Pablo Echenique, para insistir en evitar las «líneas rojas» y «escuchar a la otra parte». De momento, la otra parte exige autodeterminación y amnistía.
El portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, opinaba que lo bueno es «que se hable en la mesa y no de la mesa», mientras que su homólogo del PNV, Aitor Esteban, destacaba la relevancia de lo que, entiende, es «una primera toma de contacto». Eso sí, llamaba a la paciencia: «Este tipo de cosas no suelen dar fruto desde el primer minuto».
El encuentro bilateral tendrá lugar en La Moncloa, después de una primera visita de Sánchez al presidente autonómico del Ejecutivo catalán. Este recibió al secretario general del PSOE con honores de Estado e intencionado simbolismo. Ahora, sus dos gabinetes conversarán de espaldas a la mitad de Cataluña.
LES QUEDA EL PALATALEO
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