Caso del narcosubmarino: la sombra de las mafias serbocroatas se suma a los clanes gallegos
El despliegue policial para cazar el sumergible puso a los traficantes que tenían que recoger la cocaína sobre aviso: se baraja que grupos del Este sean los responsables del transporte y la distribución .
«(...) Venían encontrándose en el mar con una cosa enorme, un objeto largo, fusiforme, fosforescente a veces, infinitamente mayor y más veloz que una ballena (...) Se desató entonces la interminable polémica entre los crédulos y los incrédulos» (Veinte mil leguas de viaje submarino, Julio Verne).
«Nosotros erámos los crédulos. Llevábamos más de una década escuchando hablar de semisumergibles cargados de droga que habían llegado cerca de Canarias y a las Azores, con datos concretos. Y habíamos visto fotografías de Inteligencia de la DEA y de los astilleros donde se fabricaban en Surinam y Guyana». Son palabras de Antonio Martínez Duarte, comisario jefe de la Brigada Central de Estupefacientes de la Policía Nacional. «Nos contaban que era muy difícil detectarlos, que navegaban con perfil bajo y se confundían incluso en los radares».
El pasado día 15, los «crédulos» empezaron a vislumbrar que tenían razón. Los informes de Inteligencia eran claros: un submarino navegaba por el Atlántico en dirección a las costas gallegas. La alerta del MAOC-N (Centro de Análisis y Operaciones Marítimas en materia de Narcotráfico) incluía datos muy concretos. Por primera vez se utilizaba la palabra «semisumergible (submarino)» en uno de estos informes de consumo interno para Cuerpos policiales y se hablaba de la sospecha de que transportara cocaína y que el objetivo fuera trasvasarla a una tercera embarcación, frente a las rías. La expectación suscitada se reflejó en el inédito dispositivo aeronaval desplegado por Policía, Guardia Civil y Vigilancia Aduanera en torno a la comarca pontevedresa de Morrazo. Tan amplio y evidente que seguramente llegó a oídos de los narcos que tenían que recoger la droga. Prefirieron perderla a acabar en prisión.
En diciembre de 2006 caía Jorge Vélez Garzón, un capo de la cocaína que trabajó a las órdenes de Sito Miñanco. Su gente tiró por la borda 3.800 kilos de cocaína meses antes porque tenían pegado al «Petrel», el histórico barco de las aprehensiones. Ya entonces algunos lancheros confesaron a la Policía que 1.800 kilos habían llegado en un semisumergible desde las costas suramericanas. En 2008, José Luis Fernández Tubío, apresado con un cargamento junto a las Azores contó que la droga hallada en el «San Miguel» la habían recogido de un semisumergible. Hasta 2013 fue testigo protegido porque delató a la banda del Pastelero; cuando tenía que declarar se fugó.
Anónimo sobre Miñanco
Eran los dos antecedentes más concretos que manejaba la Policía. El comisario Duarte, una institución en la lucha contra el tráfico de drogas, está convencido de que no es el primer narcosubmarino que llega; es el primero que se apresa. Diferencia entre lanchas cabinadas que han fotografiado e intervenido la DEA y los servicios policiales colombianos en Suramérica y los semisumergibles, como el que hundieron tres narcos la semana pasada frente a Punta Couso en Pontevedra. En sus tripas 152 fardos de distinto tamaño con entre 22 y 27 kilos de cocaína cada uno. Más de 3.000 kilos del mejor polvo blanco.
En 2016 la Policía recibió un chivatazo anónimo en el que se les alertaba de que Sito Miñanco se había sumado al transporte con submarinos. La veracidad de esta información no se pudo probar. En 2017 se da casi por seguro que fue otro semisurmegible el que trasbordó 2.500 kilos de droga a un pesquero intervenido en Marruecos. La DEA sostiene que los señores de la coca colombianos han podido mandar al menos un submarino al año, tanto a Estados Unidos como a Europa. Y ya en su momento apuntaron como responsable del envío de alguna nave a España a Wilson Caicedo, «Gandhi», jefe del poderoso cartel Norte del Valle.
La leyenda, casi como la del Nautilus de Julio Verne, empezó a tomar forma con información cruzada de varios servicios de inteligencia: británicos, brasileños, portugueses y estadounidenses. Cuando se recibió la alerta el pasado día 15, la Policía lusa ya estaba buscando, sin éxito, la nave que pudo cargar en Brasil. Se sabía que un grupo de lancheros españoles se estaban preparando para recoger la mercancía y se hablaba de 3.000 kilos de cocaína. Cuando estaban al suroeste de Canarias parecía claro que se dirigían a la costa gallega. Los tres tripulantes pasaron casi diez días en las peores condiciones. El combustible empezó a escasear, debieron de sufrir algún problema mecánico, se enfrentaron a olas de siete metros y al silencio.
En tierra ya se sabía que los servicios policiales estaban alertados. Nadie respondió a su petición de recoger la cocaína. Hubo varios intentos; se localizó una comunicación vía satélite. Los expertos de la Brigada Central de Estupefacientes están convencidos de que pidieron autorización antes de embarrancar y hundir el narcosubmarino en la ría de Aldán. El único que tenía potestad para pedir esa orden era el tripulante de Vigo, detenido este viernes tras pasar cinco días escondido como una alimaña, sin quitarse el traje de neopreno y entrando y saliendo de una casa abandonada en el monte. Él era la garantía de la droga. Sin ninguna opción ya de salvar la carga se dirigió hacia su zona de confort, la que conocía, y pidió ayuda para escapar. Toda la ría de Aldán y Vigo estaba tomada por Policía y Guardia Civil.
El éxito de la aprehensión ha oscurecido los interrogantes abiertos. Era tan codicioso encontrar el submarino que no se dejó títere con cabeza en tierra y eso puso en fuga a quienes iban a recibir la droga y almacenarla en Galicia. Los confidentes y lancheros han sacado a relucir a las tres únicas organizaciones gallegas con capacidad para una operación como esta: Sito Miñanco, el Pastelero y la gente del Burro. Pero las investigaciones apuntan también a que detrás podrían estar grupos del Este de Europa: serbiocroatas y albaneses, que empiezan a colonizar el transporte y la distribución de cocaína. No se descarta que las alianzas estén en marcha.
EL PARAISO DE LA DROGA Y DELINCUENCIA
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