Plácido Domingo: «Nunca me he comportado de modo acosador, agresivo y vulgar»
El cantante madrileño habla para ABC después de las acusaciones de acoso sexual publicadas por una agencia de noticias
«Fui acusado, juzgado y sentenciado todo de un solo golpe sin el más mínimo beneficio de la duda, incapaz de hacer o decir nada ante una maniobra increíble e imparable», denuncia el tenor.
Plácido Domingo empieza a conciliar el sueño, ese que desde el pasado 13 de agosto, cuando se publicaron las primeras acusaciones de acoso sexual, le costó atrapar. Poco a poco, la normalidad y la rutina vuelven a la vida del tenor. Está en Valencia, donde el lunes va a cantar en el Palau de les Arts «Nabucco», de Verdi, donde se escucha uno de los más famosos coros de la historia de la ópera: «Va pensiero» (vuela pensamiento). El de Plácido Domingo está lleno de corcheas, fusas y semifusas. Y de padres autoritarios y corsarios genoveses..., de sus personajes, ahora baritonales. Antes de acudir al ensayo general, se deja fotografiar pacientemente en el hall del hotel con las personas que se lo piden «¡Qué buena temperatura está haciendo!», les dice amable en una tarde verdaderamente primaveral. Él quiere también dejar atrás ese invierno que ha vivido en los últimos meses y dejarse abrigar por el calor del escenario, ese mundo donde siempre brilla el sol para él. Por delante tiene las celebraciones de su cincuentenario en teatros como la Scala de Milán, donde debutó el 7 de diciembre de 1969, o el Teatro de la Zarzuela, donde se presentó un año después. Mientras, saborea los aplausos del público de Hamburgo, que ha escuchado apenas cuarenta y ocho horas antes. «Yo canté allí hace cincuenta y dos años...», recuerda. «Es una ciudad estupenda, tan musical...» Plácido Domingo quiere volver a ser solo Plácido Domingo. El tenor (ahora barítono), después de tres meses, rompe su silencio en ABC.
¿Cómo se encuentra de ánimo?
Han sido meses muy difíciles, pero dentro de un teatro, ensayando en el escenario, y rodeado de mis colegas, me siento tranquilo y fortalecido.
¿Qué ha sido lo peor de todo este asunto? ¿Qué es lo que más le ha dolido?
Al cabo de más de medio siglo de vida pública a más no poder, en teatros y escenarios, revistas, televisiones, restaurantes, aeropuertos y toda suerte de actividades sociales, pienso que la gente me debiera conocer de sobra. Los muchos que sí me han tratado saben que yo nunca me he comportado del modo acosador, agresivo y vulgar como en el que me han acusado.
Le acusaron de utilizar su posición de fuerza. ¿Qué tiene que decir a esto?
Nunca le he prometido a nadie un papel y mucho menos una carrera. Jamás he obstaculizado el camino a nadie y tampoco impondría ni lastimaría a ningún cantante; este trabajo requiere de mucho sacrificio, mucha preparación y mucho valor. Muy al contrario; me he dedicado a buscar, a descubrir talento y a apoyar y lanzar las carreras de muchos jóvenes artistas, tanto mujeres como hombres de todas las nacionalidades, a través de los programas de jóvenes cantantes que he establecido, y del concurso Operalia, que fundé hace veintisiete años. Jamás me ha motivado el poder. Todo lo que he hecho en mi vida ha sido por amor al arte, amor a la música y por amor a la ópera y su futuro. El abuso de mi posición directiva dentro de la estructura administrativa de las Óperas de Washington y de Los Ángeles, donde trabajé, es tan imposible como inconcebible. Éramos siempre entre tres y cinco las personas involucradas en la toma colectiva de decisiones sobre los repartos y otras medidas artísticas. Nunca me involucré en la firma de los contratos. Había siempre directivos de otras áreas del teatro: administrativas, musicales y técnicas implicados en la toma de decisión. Soy partidario de la democracia y soy el primero en propiciar el diálogo entre mis colaboradores. Puedo opinar y sugerir, pero nunca he impuesto o anulado a nadie.
¿Cómo ha afectado el asunto a su familia?
Está siendo un periodo muy difícil para todos, pero mi familia está más unida que nunca y me está apoyando al cien por cien.
¿Cuál ha sido el momento en que se sintió más reconfortado?
La función de «Nabucco» en Zúrich fue definitiva para mi ánimo. La acogida tan cariñosa y solidaria con que el público me recibió me emocionó profundamente y me dio una gran serenidad y fortaleza.
¿Qué sintió la primera vez que salió a escena tras el escándalo, en Salzburgo, y escuchó aquella ovación del público?
Lo de Salzburgo fue muy conmovedor. Estaba tremendamente nervioso y no sabía qué esperar. El público me recibió de una manera tan calurosa, que encontré la serenidad y la fuerza para cantar la «Luisa Miller» junto a un elenco de ensueño. La ovación al final fue el reconocimiento a una función extraordinaria por parte de todos. Salzburgo también ha sido y siempre será parte de mi historia, y me alegra mucho el volver el año entrante.
¿Por qué decidió no cantar en el Metropolitan de Nueva York apenas veinticuatro horas antes del estreno? ¿Qué pasó allí? Conociendo su relación con el teatro, imagino que sería una decisión muy dolorosa.
Sí, fue muy dolorosa. Después de cincuenta y una temporadas ininterrumpidas y habiendo cantado, dos días antes, el ensayo general de «Macbeth» con Anna Netrebko, fue la decisión más dura, pero la más cabal que podía tomar. Quise evitar una situación incómoda y proteger a la dirección del teatro y a mis colegas de la presión mediática y política que se desencadenó.
¿Y por qué decidió dimitir de la dirección de la Ópera de Los Ángeles? ¿Le empujaron a hacerlo?
Tomé esta penosa decisión por mi deseo de evitarles problemas a instituciones que me son tan queridas. El Metropolitan ha sido mi casa artística durante más de cincuenta años y ahí he cantado más funciones que en cualquier otro teatro del mundo. La Ópera de Los Ángeles es el teatro que ayudé a crear y a crecer hasta convertirlo en uno de los teatros más importantes de Estados Unidos.
¿Le sorprendió la reacción de los teatros norteamericanos, con algunas cancelaciones, en contraste con los teatros europeos, que confirmaron sus actuaciones?
Sí, claro que sí. Ante la opinión pública fui acusado, juzgado y sentenciado todo de un solo golpe sin el más mínimo beneficio de la duda, incapaz de hacer o decir nada ante una maniobra increíble e imparable. Durante las tres semanas de ensayos de «Macbeth» que tuve en el Metropolitan nunca sentí ni vi jamás ningún rechazo de nadie; al contrario, fui acogido con cariño y compañerismo de mis colegas del coro, de la orquesta y todo el staff en general, como lo vine gozando durante los últimos cincuenta y un años. Los teatros europeos se han de haber enfocado en recordar cómo soy, y simplemente eligieron conservar la relación que hemos cultivado durante décadas.
Imagino que la reacción de la inmensa mayoría de sus colegas le habrá hecho sentirse orgulloso. ¿Le ha decepcionado alguien en estos meses y, al contrario, le ha sorprendido alguien para bien?
He leído y he tratado de agradecer personalmente todos y cada uno de los mensajes de cariño, de solidaridad y de apoyo incondicional que he recibido de amigos, colegas y del público. Me han emocionado enormemente y me han alentado muchísimo en estos momentos tan difíciles. Se lo agradezco desde lo más profundo de mi corazón.
¿Piensa que hay una conspiración contra usted de alguien? Se habló de la Iglesia de la Cienciología. ¿Se siente una víctima?
No, definitivamente, esto no tuvo nada que ver con la Cienciología, y nunca hemos tenido ningún problema con ellos.
¿En qué se ha equivocado, si es que lo ha hecho? Ha habido gente que cree que su primer comunicado fue un error, que resultó equívoco.
Creo que mi primera declaración, aunque bien entendida por muchos, se malinterpretó por otros tantos. De ninguna manera estaba tolerando ningún tipo de acoso o abuso, ni ahora ni nunca. Debido a los cambios en nuestra cultura, yo como muchas personas de mi generación, he asimilado que algunas interacciones entre adultos que en el pasado eran consideradas cumplidos e incluso gestos de galantería, hoy en día son percibidos de manera muy diferente.
¿Pensó en algún momento en tirar la toalla? Usted ya tiene la carrera más que hecha. ¿Qué le empuja a seguir?
No, absolutamente no. Tengo compromisos firmados hasta finales de 2021 y muchos más que están por concretarse. Mientras me sienta en forma, seguiré aceptando las invitaciones para cantar que me hagan, pues continúo con la misma pasión y entusiasmo de siempre. También seguiré con mi concurso Operalia, que es una de mis grandes prioridades.
El próximo lunes cantará por primera vez en España –concretamente en Valencia– desde que saltara el escándalo. ¿Qué espera? ¿Está especialmente nervioso ante este reencuentro?
Al contrario, estoy emocionado y ansioso por volver al Palau de les Arts. Es un teatro muy especial para mí, al que también he visto crecer. Posee una orquesta y un coro extraordinarios, que he dirigido y con los que ya tengo una trayectoria que me enorgullece. Y el público de Valencia ha sido siempre muy entusiasta y cariñoso, a través de los diez años que llevo actuando en el Palau.
Va a cantar «Nabucco». ¿Le hace pensar el hecho de haber cantado esta ópera en 1982, entonces en el papel de tenor, y treinta y siete años después hacerlo como barítono?
Naturalmente que me hace pensar, me hace pensar y dar gracias a Dios por permitírmelo. Es preciso aclarar que nunca canté el papel de Ismaele en escena, pero lo grabé con el gran barítono Piero Cappuccilli en aquella ocasión. Por entonces ya cantaba otras obras verdianas como «Aida», «Un Ballo in Maschera», «La Forza del Destino», «Luisa Miller», «Stiffelio» y «Ernani», antes de cantar «Otello», mi obra favorita. Hay papeles baritonales que se me quedaron grabados por su belleza, y en el fondo soñando que ojalá pudiera hacerlos algún día. Nabucco es uno de ellos, como Simón Boccanegra, Macbeth o Giorgio Germont, el padre de Alfredo en «La Traviata», entre otros. Y así ha sido cuando las condiciones del instrumento que los cantantes llevamos siempre encima lo han hecho posible.
¿Qué destacaría de este papel? ¿Qué le gusta especialmente?
El papel de Nabucco es fabuloso, y quizás uno de los más exigentes en la tesitura de barítono de las obras de Verdi. Siempre lo he dicho, me gusta sufrir en escena y creo que este personaje tiene una complejidad enorme. Es como dos personajes en uno; en la primera parte el Rey, poderoso y arrogante que desafía hasta el propio Dios, y la segunda parte es de tremenda reflexión en la que renace su instinto paterno. En especial me encanta que Nabucco tiene su escena de locura que, en otras operas, generalmente está dedicada a la soprano.
El 15 de diciembre va a ofrecer un recital en la Scala de Milán para celebrar el cincuentenario de su primera actuación en este legendario teatro. ¿Recuerda aquella noche del 7 de diciembre de 1969, en que cantó «Ernani»?
Esta fecha queda como una de las tres más importantes de mi carrera, a la par con la fecha de mi debut escénico y de mi debut en el Metropolitan Opera de Nueva York. La importancia e historia de este teatro, por donde pasaron tantos compositores y cantantes, es enorme. Es un privilegio. Debutar a los 28 años en este teatro y con el «Ernani» verdiano fue un momento único. En la Scala canté doce de las catorce funciones de «Ernani» que he cantado. Regrese en 1982 para 6 funciones más de «Ernani». Mis últimas. Cincuenta años de historia en ese teatro.
En mayo estará otra vez en España, esta vez en Madrid, su ciudad natal, para celebrar también el cincuentenario de la primera vez que cantó la ópera «La Gioconda» el 14 de mayo de 1970. ¿Cómo se siente ante este momento, y qué recuerda de aquél día, que supongo que sería especial para usted?
Cincuenta años de aquella «Gioconda». ¡Cómo olvidar esa noche tan especial, con el debut en una obra majestuosa pero dura! Después de cantar el aria «Cielo e mar», que es muy difícil, siguió el dueto, tremendo, con Laura, la mezzosoprano. No podía contener las lágrimas. Agradecí a Dios cuando se terminó la función. Fue un gran día de mucha emoción.
Lleva más de medio siglo de carrera, algo completamente inusual en un cantante de ópera. ¿En algún momento llegó a soñar que a estas alturas estaría aquí?
Me he sorprendido ya en varias etapas de mi vida y carrera. Al cumplir los sesenta y después al llegar a los setenta. Le doy gracias a Dios todos los días por haberme permitido llegar hasta donde he llegado, y cada día adicional es un divino regalo.
¿Cuál cree que es la clave de su longevidad vocal, que ha dejado mal a muchos críticos que vaticinaban que su carrera duraría apenas una década por lo mucho que cantaba y por su variado repertorio?
Desde pequeño mis padres me impusieron el piano y enseguida me encantó. Considero que el haber podido estudiar tanto repertorio nuevo al piano y sin abrir la boca me ayudó a administrar la voz. Por otro lado, no hay truco más que la lógica y un poco de sentido común en cómo cuidarse antes de una representación, en el dormir, el comer y en el descanso vocal. El paso de tenor a barítono también ha prolongado el proceso y estoy feliz de poder interpretar papeles tan estupendos como los barítonos de Verdi, sobre todo.
Hoy no es infrecuente que los cantantes se «rompan» al llegar a los cuarenta años aproximadamente. ¿Por qué cree que ocurre? ¿Hoy en día el mundo de la ópera es más exigente con los cantantes?
Considero que fui cauteloso en mi elección de repertorio, y no solo en cuanto a cuándo abordar un determinado papel nuevo, sino también en cuándo abandonar otro. En efecto, siento que hoy en día también existe mayor demanda por parte de los teatros y, en consecuencia, una gran presión por parte de los agentes hacia sus cantantes de cubrir más repertorio y más rápidamente.
Conociéndole, estoy seguro de que tiene por delante algún reto artístico. ¿Va a incorporar algún nuevo personaje o alguna ópera a su repertorio?
Pues no muchos más retos a la vista, quizás solo el papel de barítono en otra ópera de Verdi, «I vespri siciliani», que cantaré, Dios mediante, en Salzburgo el verano que viene.
TODO ES MUY RARO
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