sábado, 5 de octubre de 2019

TRIBUNAL ENDOGÁMICO Y A LA MEDIDA CONCEDE TESIS CUM LAUDE A LOS AMIGOS

Un tribunal endogámico y a la medida otorgó un «cum laude» a la tesis plagiada de Canoyra

La Universidad Camilo José Cela replicó el «modus operandi» con el que doctoró a Pedro Sánchez sólo cuatro días antes.

El tribunal que evaluó la tesis doctoral de Concepción Canoyra estuvo formado por cinco doctores y ninguno de ellos encontró la más mínima irregularidad para tumbar un trabajo que, como destapó ABC, estaba repleto de plagios y faltas de forma. De los cinco profesores, sólo uno era un especialista en la materia que tenían que juzgar, el marketing.
El tribunal, a medida como ya ocurriera en el caso de la tesis de Pedro Sánchez, lo presidió Adolfo Sánchez Burón, por entonces vicerrector de Investigación y jefe del área de posgrados en la Universidad Camilo José Cela. Lo completaron María Victoria García Gómez de Agüero, coordinadora del máster en Gestión de la Conciliación en la misma universidad; Alfredo Rocafort Nicolau, catedrático de la facultad de Economía de la Universidad de Barcelona y miembro de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras; Francisco Javier Maqueda Lafuente, académico como Rocafort y catedrático de Comercialización e Investigación de Mercados en la Universidad del País Vasco; y Juan Alfonso Cebrián Díaz, que dos años antes había sido Decano Facultad Ciencias Jurídicas y Economicas de la Camilo José Cela.
De todos ellos, sólo Sánchez Burón poseía un título en marketing, materia tradicionalmente encuadrada en las facultades de Ciencias Sociales. Rocafort, Maqueda y Cebrián provenían de facultades de Ciencias Económicas mientras que García era doctora en Derecho. Esto se suma a que la directora de la tesis de Canoyra, como desveló ABC, era una profesora de inglés de la universidad sin experiencia en marketing que, años antes, había conseguido el doctorado con una tesis dirigida por el propio Sánchez Burón. Este profesor dirigió 26 tesis entre 2010 y 2013, una época en la que las universidades, especialmente la Camilo José Cela, necesitaban «fabricar» doctores para cumplir con el Plan Bolonia.

Ley del silencio


Cuatro de los cinco miembro sí podrían acreditar, como marca la normativa, una amplia experiencia investigadora, aunque su área de conocimiento no fuera el marketing. Se trata de Sánchez Burón, Alfonso Cebrián, Alfredo Rocafort y Javier Maqueda. Estos dos últimos, incluso mantienen ua relación de amistad más allá del ámbito académico. Los cuatro, al ser preguntados por ABC en relación a los plagios de la tesis de Canoyra declinaron ofrecer ninguna explicación al respecto. De hecho Rocafort, en primer término, incluso negó conocer a Canoyra. Horas después, sin embargo, volvió a ponerse en contacto con este diario para matizar su respuesta y confirmar que estuvo presente en el tribunal de la exdirectora general de Educación Concertada pero que su memoria le había jugado una mala pasada. Pese a sus cargos, calificaron una tesis con plagios y faltas de forma con un «apto cum laude».
La misma nota consiguió el ahora presidente del Gobierno cuatro días antes al someter su tesis al examen de un tribunal todavía más inexperto y que, como agravante, contaba entre sus miembros con Juan Padilla, que evaluó una tesis en la que él había participado, ya que incluía artículos que había escrito mano a mano previamente con Pedro Sánchez.
El silencio entre los miembros del tribunal lo rompió María Victoria García Gómez de Agüero, que consiguió su doctorado solo un año antes de juzgar la tesis de Canoyra y que, curiosamente, tuvo a Sánchez Burón y a Cebrián como directores de su investigación. «Estoy horrorizada y lo lamento», manifestó García, quien justificó no haber detectado los plagios de Canoyra en que en esa época «no tenía medios ni había instrumentos» para detectarlos. No obstante, García, igual que Burón, empleada de Canoyra -por entonces directora general de la UCJC- y amiga personal.
Con el escándalo sobre la mesa, el tribunal cierra filas y guarda silencio. Prestigiosos doctores y catedráticos con asientos en la Real Academia de las Ciencias Económicas y Financieras no quieren explicar por qué dieron un «cum laude» a una tesis que no se sostenía y cuyas irregularidades eran tan groseras que se percibían a primera vista.
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