sábado, 30 de marzo de 2019

LAS FAMILIAS VUELVEN A GASTAR MÁS DE LO QUE GANAN

Un carnicero atiende a unas clientas en una galería comercial de Madrid.

Las familias vuelven a gastar e invertir más de lo que ganan como en los inicios de la burbuja


La construcción y el consumo de los hogares aguantan el PIB en medio de la ralentización europea.

La economía española creció en 2018 un 2,6%, una décima más que lo que había adelantado el INE y cuatro décimas menos que en el año anterior. Sin embargo, la actividad acusa la ralentización exterior vivida en la segunda mitad de año. Las estadísticas dibujan una economía en la que las exportaciones pierden fuerza, la industria se frena y la inversión cae en el tramo final del año. Además, el consumo de los hogares se modera algo. Todo ello hace que se crezca al ritmo más lento de los últimos cuatro años. Pero aun así se compensa por tres factores: aunque todavía lejos de las cotas alcanzadas en la burbuja, la construcción vuelve a ser un motor y avanza con fuerza. El gasto público engorda a ritmos cercanos a los del PIB por primera vez desde que empezaron los ajustes. Salvo por la particularidad de 2015, aumenta al mayor ritmo desde principios de 2010. Y las familias han dejado su ahorro en mínimos históricos con tal de mantener su consumo e inversión: el 4,9% de su renta disponible.
Es más, los hogares gastan más de lo que ganan por segundo año consecutivo. En 2017 ya desembolsaron 4.759 millones más de lo que ingresaron. Y en 2018 la cifra de necesidad de financiación ha alcanzado los 14.800 millones. De esa cantidad, la mitad se ha dedicado a consumo, favorecida por los robustos incrementos del crédito al consumo. Y la otra mitad a elevar la inversión en vivienda. Tal cosa no sucedía desde el periodo de la burbuja, entre 2004 y 2008, cuando en el pico los hogares llegaron a gastar en un solo año 57.000 millones por encima de sus rentas.
Las cifras todavía no son ni de lejos las de entonces. Con el estallido de la crisis, las familias acumularon ocho años seguidos ahorrando mucho y reduciendo deuda. Por otra parte, las empresas exportan más y tienen el suficiente espacio en sus cuentas como para generar superávits que sirven para autofinanciar la economía española. Es decir, no se está financiando la actividad desde fuera como ocurrió durante la burbuja. Y, por último, esta vez no se está descontrolando el crédito promotor, aquel en el que se basó el anterior boom de la construcción y en el que se quedaron atrapados los bancos.
De hecho, las entidades están teniendo más cuidado al conceder hipotecas y préstamos a empresas. Aunque, como ha advertido el Banco de España, no está sucediendo así con el crédito al consumo, una cartera bastante más pequeña que las otras dos pero que ofrece pingües beneficios.
El cambio de tendencia es una clara señal de que los hogares dejan de reducir deuda y supone un hito que, según los expertos, se debería vigilar, en especial en un contexto en el que amenaza la ralentización exterior.
Pese a que España aguanta mucho mejor que países como Alemania o Italia, los datos conocidos el pasado vienes dibujan una desaceleración en la segunda mitad del año más pronunciada de lo esperado. Las exportaciones crecieron menos, apenas un 1% interanual, lo cual lastró la industria, que cayó en tasas interanuales y que, a su vez, invirtió menos. Aunque la inversión en 2018 se mostró muy vigorosa, en el último trimestre retrocedió un 0,2% trimestral. Sobre todo por la de maquinaria, que se desplomó un 2,7% entre octubre y diciembre. “Los dos indicadores adelantados de expectativas, tanto la inversión empresarial en equipo como las compras de bienes duraderos de las familias, sufren caídas y anticipan desaceleración en 2019”, sostiene el economista José Carlos Díez.
Este viernes, el INE revisó a la baja las cifras del PIB registradas en los dos últimos trimestres de 2018: del 0,6% al 0,5% en el tercero y del 0,7% al 0,6% en el cuarto. De hecho, la economía cerró el año creciendo a tasas interanuales del 2,3%, una clara ralentización respecto al 3,1% que se anotó a cierre de 2017. Y resiste porque la construcción ha tomado el testigo de las exportaciones con un fortísimo avance interanual, del 7,2%. La inversión en vivienda también suma un 6,3% interanual. Y marchan bien los servicios, que suben un 3% empujados por las actividades profesionales y financieras.
El sector exterior impulsó al inicio la recuperación. Sin embargo, ahora drena actividad. En parte por el encarecimiento del petróleo. Pero también por el frenazo de mercados como Alemania, Turquía, el Reino Unido o Italia. Según el INE, “la demanda nacional contribuye en 2,9 puntos al crecimiento de 2018, dato similar al del año anterior. La demanda externa presenta una aportación de -0,3 puntos, cuatro décimas inferior a la de 2017”. Es decir, el deterioro exterior produjo la desaceleración.
El hecho de que las exportaciones cedan terreno a la construcción representa una cierta vuelta al modelo productivo anterior. Sin embargo, al darse un superávit con el extranjero por séptimo año consecutivo, significa que la economía se está autofinanciando y recortando deuda neta externa, el talón de Aquiles que la expone a las turbulencias de los mercados. Además, como explica el economista jefe de Intermoney Francisco Vidal, la construcción se sitúa todavía en el entorno del 10% del PIB, la mitad del tamaño que alcanzó justo en el máximo de la burbuja.

Más empleo y alzas salariales

El empleo sumó un 2,6% interanual, una tasa similar a la del PIB. Se puede crecer de dos formas: o poniendo a más gente a trabajar, o produciendo más con lo que se tiene. Si el empleo crece igual que el PIB, la productividad no mejora, algo que suele ocurrir cuando se incorporan muchos parados de baja cualificación. En 2018, se crearon 469.000 ocupados a tiempo completo, un crecimiento intenso. Y esta mejora coincide con subidas de la remuneración por asalariado, del 1,1% interanual. Con los precios repuntando un 0,8%, hay para los trabajadores una leve ganancia de poder adquisitivo de tres décimas. Solo que los expertos advierten de que estas alzas no están ligadas a la productividad, lo que podría restar algo de competitividad. Si bien estas pérdidas podrían atenuarse al subir los sueldos menos que en Europa.
OTRA GRAN CRISIS A LA VISTA Y SIN SALIR DE LA OTRA.

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