Las graves deficiencias en las citas y en la bibliografía invalidan la tesis de Pedro Sánchez
Citó a Raúl Peralba Fortuny como «Perlaba Fortuna» o a un profesor holandés como «Van Bergeijk Van», que equivale a «De Cervantes De». También oculta las páginas de las que proceden las citas, entre otras graves irregularidades. Ni su directora ni los cinco miembros del tribunal pusieron objeción alguna y le dieron el cum laude
Al margen de los plagios que contiene la tesis de Pedro Sánchez, solo el análisis de las citas y la bibliografía evidencia gravísimas irregularidades académicas. El actual presidente del Gobierno elaboró su tesis sin ningún cuidado ni rigor, con una serie de imprecisiones incompatibles con el máximo grado universitario, el título de doctor que obtuvo en la Universidad Camilo José Cela. Veamos.
Sánchez recoge un entrecomillado en la página 36 de su tesis y lo atribuye a un artículo de «R. Perlaba Fortuna». En la bibliografía aparece, como es preceptivo, el mismo artículo del citado autor. Hasta ahí todo en orden, salvo por un detalle importante, que no existe el señor «R. Perlaba Fortuna». El artículo citado, «El posicionamiento estratégico de la marca España», fue escrito por Raúl Peralba Fortuny. Ni «Perlaba» ni «Fortuna».
Además –y esto es una práctica que se repite a lo largo de toda la tesis– atribuye la cita textual a las páginas 107-137 de la publicación, como si un entrecomillado que ocupa cuatro líneas pudiera provenir de un texto de 30 páginas. Es obligatorio citar la página exacta de la que se obtiene el entrecomillado, siempre, y Sánchez no lo hace casi nunca.
La confusión de los nombres de los autores es una tónica general. En la nota 418 cita a «Saner R. y Lichia Y.», pero en la bibliografía, en lugar de Lichia Y. aparece «L. Yiu». Se refiere a Lichia Yiu, pero parece que Sánchez no tiene claro cuál es el nombre y cuál el apellido de la persona a la que cita.
En la nota 53 aparece el autor «Rebollar, G.», que en la bibliografía es «García Rebollar, A.». También alterna los nombres de los coautores de una misma publicación: cita a dos economistas que publican juntos como «Bayne y Woolcock», unas veces, y «Woolcock y Bayne», otras. Además, en la nota 65 cita un artículo de estos autores titulado «What is Economic Diplomacy?», pero en la bibliografía no está. Sí aparece una obra de esos autores y de ese mismo año, 2011, pero lleva por título «The New Economic Diplomacy».
Quizá la cita más cómica sea la nota 3, que dice: «Voir M. Granovetter (1985): “Economic Action and Social Structure: The Problem of Embeddedness”. Vol. 99, American Journal of Sociology», que se repite en la bibliografía a la altura de la letra uve. Pero el señor «Voir» no existe, ya que «voir» significa «ver» en francés. Obviamente copió y pegó una cita de un artículo escrito en francés en el que el autor remitía a «ver» la obra del prestigioso sociólogo de la Universidad de Stanford Mark Granovetter. ¿Si Sánchez hubiera leído a Mark Granovetter lo nombraría dos veces como «Voir M. Granovetter»?
En la página 208, el ahora presidente dice: «Para Van Bergeijk, Peter A.G. y Moons, S. (2010), la seguridad económica es “aquella seguridad basada en y/o construida sobre la promoción de las relaciones económicas internacionales”». La nota 276 dice «idem», es decir, que es la misma publicación de la nota precedente, la 275, donde comprobamos, para nuestra sorpresa, que ahí se cita a «Enseñat y Berea», nada que ver con Van Bergeijk y Moons.
Además, Van Bergeik y Moons aparecen a veces con comas para separar nombre del apellido o sin ellas; con los nombres de pila o sin ellos; con iniciales o nombres completos, y hasta repitiendo artificialmente el «van». Al final ni siquiera queda claro si son dos personas o tres. Veamos citas textuales de la tesis: «Destacando los trabajos realizados por Van Bergeijk, P.A.G.» (página 23, sin citar a Moons pese a que es coautor del trabajo al que se refiere); «Bergeijk van Peter A.G. y Moons J.V. Selwyn» (nota al pie de la página 23); «Para Van Bergeijk Peter A.G. y Moons, S.» (página 204); «Van Bergeijk Van, Peter A.G., y Moons S.» (nota al pie de la página 204); «Van Bergeijk, P. y Moons S.J.V. (2011)» (nota al pie de la página 307); «Bergeijk van Peter A.G. y Moons J.V. Selwyn. (2011)» (bibliografía, 326); «Van Bergeijk Van, Peter A.G., y Moons S. (2011): Economic Diplomacy and Economic Security». (bibliografía, 340). El lío es monumental.
Para terminar de enredarlo, pese a que cita los dos artículos de los autores como publicados en el año 2011, uno de ellos, «Economic Diplomacy and Economic Security», es de 2009. Todo es un despropósito. Llamar dos veces al autor «Van Bergeijk Van» equivale a citar a «De Cervantes De»... ¿Nadie lo revisó?
El profesor de la Universidad Erasmus de Rotterdam al que se refiere Sánchez debe ser citado así: «Peter A.G. van Bergeijk», cuando se requiera nombre y apellido; y de esta forma cuando sea apellido-nombre, como en la bibliografía y las notas al pie: «Van Bergeijk, Peter A.G.». Homogeneizado y con las comas en su sitio para distinguir nombres de apellidos. No es tan complicado y es lo mínimo exigible en un trabajo académico. En una tesis doctoral no tiene un pase.
En la página 131 aparece, dentro del texto, esta cita: «(Calvo, 2010:50)». Se refiere a un autor apellidado Calvo, en su publicación del año 2010 –que debe estar referenciada en la bibliografía– y en la página 50 de ese libro o artículo. Es una forma correcta de citar, salvo que no es la utilizada en la tesis, porque apenas usa dos veces esa fórmula, pese a que es obligatorio homogeneizar las citas. Pero esto no es lo más grave: en la bibliografía, en la letra «C» no hay ningún «Calvo». Sí existe un «Pérez Calvo», el verdadero autor, que debe ser citado como «Pérez Calvo» o, en su defecto, como «Pérez», pero nunca como «Calvo».
La nota al pie número 169, en la página 122, se refiere a un entrecomillado de dos líneas y media del artículo 8.2. de los Reglamentos de la Conferencias Sectoriales de Agricultura y Desarrollo Rural, pero cita 200 páginas de ese reglamento. En cuál de ellas se encuentra el original del entrecomillado es una incógnita. La normativa académica obliga a citar la página, o páginas, exactas de una cita textual. Es algo demasiado evidente para que se le pase a un doctorando, a su directora, Isabel Cepeda, y a los cinco miembros del tribunal que, en teoría, estudiaron la tesis.
En la página 273 entrecomilla seis líneas de un artículo de Esther Trujillo, «La diplomacia corporativa, o el arte de las decisiones compartidas», pero en la nota al pie no dice en qué página de dicho artículo se puede encontrar el entrecomillado. Además, lo data en 2012, pese a que se publicó en 2011 (cada página del artículo lleva el año de publicación en el pie). Pedro Sánchez tuvo un especial cuidado en ocultar el lugar exacto del que tomaba los entrecomillados. Quizás porque plagiaba a esos autores y documentos oficiales en otras partes de la tesis sin cita alguna.
Hay casos aún peores. En la página 29 Sánchez entrecomilla una definición y coloca la correspondiente nota en superíndice, la número 25. Hasta ahí todo correcto. Pero vamos a la nota y comprobamos que cita dos publicaciones diferentes: «Melissen, J. (1999): Innovation in Diplomatic Practice, pps. 16-17; Saner, R., Yiu, L. (2001): International Economic Diplomacy: Mutations in Post-modern Times, p.14.». ¿A quién pertenece el entrecomillado? ¿A Melissen? ¿A Saner y Yiu? No se sabe. Si los dos textos de referencia dieran la misma definición, el segundo, el de 2001, habría copiado al primero, por lo que no debería ser citado.
Pedro Sánchez se refiere varias veces al profesor Julio Cerviño. En la nota 378 aparece su artículo «La marca como palanca de competitividad internacional de las empresas y los países» que, incomprensiblemente, no está en la bibliografía (Cerviño es uno de los autores a los que Sánchez plagió). No es para nada una excepción. En el cuerpo de la tesis aparecen 14 artículos de una veintena de autores (varios son en coautoría) que no están referenciados en la bibliografía, no existen. Algunos ejemplos son Beatriz Pérez Raposo, Leonel Cerno, «Jiménez A.» (no da el nombre ni se molesta en poner una coma para separar el apellido del nombre) o Simon Anholt. Tesis cum laude.
De hecho, la bibliografía roza el surrealismo. Aparece esta cita: «Ögütcü, M Mehmet y Saner, Raymond. Julio de 2008. EurasiaCritic Magazine». Autores (la primera «M» sobra, pues repite la inicial del apellido, «Mehmet»), fecha y lugar de publicación, pero, ¿qué publicaron? ¿A qué título se refiere? Ni está ni se le espera.
En la página 330, también en la bibliografía, Pedro Sánchez recoge: «Economía Mundial en Transformación, Edit: Paraninfo». ¿Quién es el autor? ¿Cuándo se publicó? ¿Es un libro? ¿Una revista científica? No se sabe. Se trata de un libro publicado por Gemma Durán, José Manuel García y Ángeles Sánchez, y al título le falta el artículo, ya que el correcto es “La economía mundial en transformación”. En el cuerpo de la tesis aparece citado una vez, en la nota 38, de esta forma: «Sánchez Díez (2007): Economía Mundial en transformación” (solo comillas de cierre, faltan las de apertura), p.207». De los otros dos autores, nada de sabe. «Transformación» lo pone con minúscula en la nota –correcto– y con mayúscula en la bibliografía, incorrecto. «Mundial», las dos veces con mayúscula, pese a que ni es un nombre propio ni la primera palabra del título de la publicación.
Además, no respeta siquiera el modo de distinguir libros de artículos. La norma dice que los títulos de artículos se entrecomillan y los de libros no, para diferenciarlos, pero el presidente del Gobierno entrecomilla libros como si fueran artículos. Un ejemplo, el libro «De nuevo socialismo», del exministro Jordi Sevilla, entre comillas, como si fuera un artículo. Lo mismo con «Tamames R. y Huertas, B. (2003): “Estructura Económica Internacional”. Editorial. Alianza. Madrid». No es un artículo. Para más inri, la coautora no se llama Begoña Huertas, sino Huerta (las dos veces que la cita lo hace con el apellido en plural). En ocasiones usa los subrayados, pero sin un criterio, al tun tun.
Autores sin sentido
En la página 58 de la tesis que hizo doctor al entonces profesor Sánchez vemos esto: «En la presente investigación utilizaremos la definición dada por Chehabi (1995) y Kölling (2006)». Entonces, ¿la definición la dio Chehabi o fue Kölling? ¿Puede que los dos dieran la misma definición? Si fuera así, ¿por qué citar al autor que la dio nueve años después? Seguimos leyendo y aparece la definición, entrecomillada y con una cita a «Chehabi, H.E. (1995): The Components of Composite States and the Conduct of Transfederal Relations, pps. 1-25». Entonces, ¿qué hace Kölling?
También usa una técnica muy habitual en los plagiarios que quieren enmascarar sus fraudes. En párrafos de apenas cinco líneas hay referencias a tres o cuatro autores pero sin entrecomillar nada. No queda claro qué es de cada autor. Después usa como propias frases literales de otras publicaciones, lo que constituye plagio, como ya reveló ABC, pero utiliza esas citas para intentar enmascarar la falta de integridad académica.
Solo por las graves deficiencias en la forma de citar, esta tesis nunca debió llegar a un tribunal de doctorado, y al haber llegado, la tendrían que haber tumbado. En lugar de eso, le dieron el cum laude.
*Esta información se ha elaborado con la aportación de un profesor que ha preferido el anonimato.
ESTE PAÍS CADA DÍA ME ASOMBRA MÁS POR LA FALTA DE ESCRÚPULOS DE ALGUNOS CIUDADANOS Y DE ESOS PROFESORES QUE VENDEN TÍTULOS POR DINERO E INFLUENCIAS.
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