foto. José Ángel Miyares Valle
LA GLOBALIZACIÓN FAVORECE A LOS RICOS Y EMPOBRECE AL PUEBLO.
Una pleamar
Una de las principales alegaciones del movimiento anti-globalización es que la globalización está ampliando la brecha entre los poseedores y los desposeídos. Beneficia a los ricos, hace poco por los pobres y, quizás, hasta empeore su situación. Como ha expresado el líder sindical Jay Mazur en estas páginas, “la globalización ha aumentando dramáticamente la desigualdad entre las naciones y dentro de ellas” (“Labor’s New Internationalism,” enero/febrero 2000). El problema de este nuevo cliché es que la mejor información disponible muestra exactamente lo contrario. Hasta ahora, la actual corriente de globalización, que empezó alrededor de 1980, ha promovido la igualdad económica y ha reducido la pobreza.
La integración económica global tiene efectos complejos sobre los ingresos, la cultura, la sociedad y el medio ambiente. Pero en el debate sobre los méritos de la globalización, su impacto sobre la pobreza es particularmente importante. Si el comercio y las inversiones internacionales benefician fundamentalmente a los ricos, muchas personas van a pensar que merece la pena restringir el comercio con tal de proteger los empleos, la cultura o el medio ambiente. Pero si restringir el comercio impone ulteriores privaciones a los pobres del mundo en desarrollo, muchas van a cambiar de opinión.
Tres factores tienen que ver con esta cuestión. En primer lugar, durante por lo menos 200 años ha prevalecido una tendencia a una mayor desigualdad que llegó a su punto máximo alrededor de 1975. Desde entonces, sin embargo, se ha estabilizado y es muy probable que inclusive se haya revertido. La principal razón de este cambio ha sido el acelerado crecimiento de dos grandes países inicialmente pobres: China y la India.
Segundo, una fuerte correlación vincula la creciente participación en las inversiones y el comercio internacional, por un parte, y la aceleración del crecimiento por la otra. El mundo en desarrollo puede dividirse en un grupo de países que se están “globalizando” y que ha visto rápidos aumentos en comercio e inversiones extranjeras en las últimas dos décadas -muy por encima de los índices de los países ricos- y un grupo de “no globalización” que hoy comercia una parte menor de su ingreso que hace 20 años. El índice de crecimiento per capita agregado del grupo que se está globalizando ha estado acelerando continuamente desde uno por ciento en la década de los años 60 hasta 5 por ciento en la década de los 90. Durante esta última década, en contraste, los países ricos globalizadores crecieron al 2 por ciento y los pobres no globalizadores al uno por ciento. Los economistas son muy cautelosos a la hora de sacar conclusiones sobre causas y efectos pero, en gran medida, están de acuerdo en que la apertura a las inversiones y al comercio exterior (junto con reformas complementarias) explica el mayor crecimiento de los globalizadores.
Tercero, y en contra de la percepción popular, la globalización no ha provocado una mayor desigualdad dentro de los países. Es cierto que la desigualdad ha aumentado en algunos países (como China) y ha bajado en otros (como Filipinas). Pero esos cambios no están sistemáticamente vinculados a medidas de globalización como son los flujos de inversiones o comercio, los índices de tarifas y la presencia de controles de capital. En realidad, las causas de los cambios en la desigualdad están mucho más relacionadas con políticas internas de educación, sociales y de impuestos. En general, los mayores índices de crecimiento en los países en desarrollo que se están globalizando se han traducido en mayores ingresos para los pobres. Aún con su creciente desigualdad, por ejemplo, China ha visto la más espectacular reducción de la pobreza en la historia de la humanidad: fenómeno que se apoyó en la apertura de su economía a las inversiones y al comercio internacional.
Aunque la globalización puede ser una poderosa fuerza para la reducción de la pobreza, sus benéficos resultados no son inevitables. Si los dirigentes políticos quieren aprovechar el pleno potencial de la integración económica y mantener sus beneficios, están obligados a afrontar tres desafíos críticos. En primer lugar, hay que detener el creciente movimiento proteccionista en los países ricos que quiere limitar la integración con los pobres. Pero los países en desarrollo tienen que adoptar los tipos de políticas e instituciones adecuadas para prosperar bajo la globalización, y que pueden ser diferentes de un país a otro. Y también hay que permitir más migración, tanto nacional como internacional, cuando la geografía limite el potencial del desarrollo.
UNA REALIDAD PALPABLE Y EL CALDO DE CULTIVO CON LOS DESCONTENTOS MOVIMIENTOS LLAMADOS POPULISTAS.
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