Los recuerdos de un superviviente de Auschwitz: «No hay un minuto que no recuerde».
Noah Klieger, que pasó dos años por Auschwitz, recorre la exposición que recuerda el campo de exterminio.
Noah Klieger tiene 92 años, una mirada viva y una cabeza en perfecto estado. «Y muy buena memoria», sonríe: «No hay un minuto que no recuerde del tiempo que estuve allí». «Allí» es el campo de exterminio de Auschwitz, al que fue deportado desde Bruselas siendo muy joven, y donde permaneció dos larguísimos años que nunca olvidó. «Desde enero de 1943, hasta mi evacuación en la marcha de la muerte, la noche del 17 al 18 de enero de 1945».
Noah visitó ayer la exposición sobre Auschwitz que está abierta en el Centro de Exposiciones Arte Canal, y que ya han visto más de 110.000 personas. Una muestra que comienza con un gastado zapato rojo, expuesto en una urna como estremecedor testimonio del pasado.Recuerda cuándo fue capturado en Bruselas, y deportado en un tren que le llevó hasta Auschwitz. «No sabíamos lo que nos esperaba; no conocíamos nada de los campos de exterminio. En Europa occidental, nadie había escuchado nada sobre ellos».
La peor comida, la peor ropa
Pronto aprendió. Ellos, los judíos, «éramos el escalafón más bajo dentro de los prisioneros». Los que comían menos. Los que tenían la ropa de peor calidad. Dormían «hasta tres personas en la misma litera; estábamos tan delgados...». Otros prisioneros recibían paquetes de sus familiares, pero «conmigo nunca compartieron nada; no digo que no ocurriera nunca, pero nunca me ocurrió a mí». Incluso a veces le hacían bromas crueles: «Me decían: “te daría algo, pero no es kosher”» -la comida que respeta las prescripciones rituales del judaísmo-.
Durante su visita a la exposición, se detiene ante la urna con los pijamas de rayas que vestían en el campo. «Llevábamos triángulos que nos identificaban, de diferentes colores: los polacos lo llevaban rojo, y con una P; los alemanes, una G; los franceses, una F...».Noah Klieger ha llegado a Madrid gracias al trabajo de la Comunidad Judía de Madrid, el Centro Sefarad-Israel, Musealia y el Centro de Exposiciones Arte Canal. Tras visitar la exposición, tuvo un coloquio con público, en el que se reprodujeron las cuestiones que más curiosidad y respeto suscitan entre los que escuchan a quienes han pasado por un campo.
Para este periodista, ahora en silla de ruedas a causa de su edad, le asombra todavía «cómo todos aquellos alemanes votaron a Hitler, cuando en su libro “Mein Kampf” ya escribía sobre la eliminación de los judíos; no pueden decir que no supieron lo que iba a hacer». Se sorprende de que ocurriera algo tan «impensable» e «imposible de explicar». No está seguro de que el mundo haya aprendido la lección.
Tras la marcha de la muerte, quedó libre el 29 de abril de 1945. «Volví a Francia para buscar a mis padres, que estaban en la resistencia en Bélgica. ¡Y les encontré!». Ambos estuvieron también en Auschwitz, aunque no se encontraron allí, «y creo que fuimos la única familia de tres miembros que sobrevivimos».
«Mi objetivo primero era sobrevivir, aunque estaba convencido de que no lo lograría; el segundo, si conseguía salir de allí, hablar sobre ello a todo el que quisiera oirme, y durante 60 años lo he estado haciendo; he dado unas 12.000 conferencias». Su tercera meta fue «ayudar a los judíos a recuperar su país». Aunque está contento de que hayan organizado la exposición sobre el campo, recuerda: «nunca se podrá mostrar lo que sufrimos».
EL HORROR DE LA HISTORIA Y DER SER HUMANO.
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