El Palau de la Generalitat.
Hora de trabajar, de gobernar en Cataluña.
Vicens Vives con su idea de ‘la feina’, el trabajo como el instrumento de la continuidad catalana, sigue plenamente vigente.
Basta ya de grandilocuencias y mitomanías. Ahora hay que ponerse a trabajar. Es decir, a gobernar con los instrumentos que hay en la mano, el Estatut y la Constitución. Todo lo que salga de este camino será no tan solo una pérdida de tiempo sino un grave perjuicio para Cataluña y para los catalanes, e incluso para las ideas soberanistas perfectamente legítimas de quienes han bregado inútilmente, primero para conseguir un referéndum de autodeterminación, y después una república catalana.
No han tenido ni lo uno ni lo otro, y el primero y más elemental deber cívico del momento es conseguir que quienes se lo han creído lo descrean, que reconozcan ambas cosas, quizás también que pidan responsabilidades a quienes les han engañado. El 1 de octubre no hubo un referéndum y el 27 del mismo mes no nació ninguna república. Nada hay a construir a partir de estas cenizas.
Lentamente van reconociéndolo los dirigentes derrotados. Forzados por el Estado de derecho y sus dolorosos instrumentos coercitivos, es cierto. Sin ley, no hay democracia. Quien se salta la ley, debe responder ante los tribunales. Otra cosa es el derecho legítimo a criticar las decisiones de los tribunales: quien escribe este artículo lo ha hecho y lo hace ahora. Me parece excesiva la prisión incondicional, incluso para delitos tan graves. No me convence la tipificación del delito de rebelión, por la dificultad de demostrar que realmente hubo violencia.
Cuando les condenen, que les condenarán, seré de los primeros firmantes de las peticiones de indulto. Pero esto no tiene importancia y empeora a ojos de los derrotados insurrectos la actitud de quienes como yo piensan que hay que castigar los delitos que se han cometido, aunque se hayan cometido en nombre de la idea de una irrenunciable Cataluña independiente que han construido los presuntos delincuentes en sus cabezas.
Ahora debemos dejarnos de monsergas y ponernos a trabajar. Quienes se enfrentan a graves acusaciones sería mejor que se dedicaran exclusivamente a defenderse jurídicamente. Los otros, los diputados sin imputaciones y que cuentan con mayoría, a gobernar. Sin Puigdemont y sin Junqueras. También sin Rull ni Turull y similares, para evitar que el gobierno vea interrumpida su estabilidad por encarcelamientos o inhabilitaciones.
Sí, un gobierno técnico que dure cuatro años, como pide Andreu Mas-Colell, y sin tonterías simbólicas adicionales, o las menos posibles: el presidente legítimo es perfectamente ilegítimo y lo es de su propia mano. Un gobierno así sabrá recuperar la autonomía entera, sin 155, y también sabrá defenderla en el futuro, con todas sus competencias. No lo hará ninguna ocurrencia telemática o telepática desde Bélgica.
Esto no será Dunkerke, una retirada victoriosa para preparar la victoria final. Aquí no habrá resistencia, aquí no hay fuerzas de ocupación, esto no es una colonia, ni un país oprimido, y no hay que permitir que algún sinvergüenza intente construir el estigma de la colaboración, en un paralelo con el régimen de Vichy durante la ocupación nazi, después de construir el estigma del unionismo en paralelo con los orangistas del Ulster .
Un gobierno que gobierne y un parlamento que trabaje significan dos cosas, ambas excelentes. Los derrotados tendrán tiempo para reflexionar y digerir su derrota e incluso preparar su regreso a la realidad con programas viables que ahora no tienen, y deberán hacerlo en contacto con las otras fuerzas y con la sociedad, en un ejercicio de realismo y de diálogo que enriquecerá a todos. Las instituciones de todos vivirán de nuevo.
Para que esto vaya bien, hay que eliminar las pasiones más bajas y tóxicas, una tarea en la que los periodistas y comunicadores tenemos una grave responsabilidad. Ni el resentimiento ni la venganza sirven para nada más que para crear más resentimiento y más venganza. Los resentidos y los vengadores deben ser apartados: “vasta tarea”, como decía De Gaulle, que afecta muy directamente a los medios públicos de comunicación, a TV3 y a Catalunya Ràdio especialmente.
Un gobierno técnico está abocado al pacto, al diálogo. Es lo que se ha negado hasta ahora. Cuatro años de gobierno independentista, dedicados a gobernar y a dialogar, es lo mejor que puede suceder en Cataluña. Será una magnífica ocasión para ajustar realidades y deseos, imaginación disruptiva e inteligencia estabilizadora. Claro, la CUP insurrecta no podrá soportarlo. Faltarán estos votos. Mejor que mejor: ocasión para cuenten otros votos que ayuden a regresar al independentismo al realismo político que nunca debieron abandonar.
El 16 de enero como el 12 de septiembre de 1714. Persianas arriba, talleres abiertos, y a trabajar. Vicens Vives no está superado, diga lo que diga el presidente repudiado Jordi Pujol. Recordemos su magnífica teoría de la feina, el trabajo como instrumento de continuidad, de redención y de renacimiento de la nación catalana después de las grandes derrotas. A trabajar.
LA REVOLUCIÓN DE ALGUNOS BURGUESES QUE TIENEN EL DINERO EN PARAISOS FISCALES DEBE DE TERMINAR
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