martes, 19 de diciembre de 2017

LA FUGA DE JOSEF MENGELE,EL MÉDICO DE AUSCHWITZ

Grupo de oficiales de las SS en Auschwitz, hacia la segunda mitad de 1944. El segundo desde el izquierda es Josef Mengele.

Grupo de oficiales de las SS en Auschwitz, hacia la segunda mitad de 1944. El segundo desde el izquierda es Josef Mengele

La fuga interminable de Josef Mengele, el médico de Auschwitz.


Novelas y ensayos vuelven sobre la figura del doctor alemán, más conocido como ‘El ángel de la muerte’, que simboliza el horror del Holocausto y que nunca fue detenido.

Para que el Holocausto fuese posible, decenas de miles de personas tuvieron que colaborar y participar en el mayor crimen de la historia. De todos los perpetradores, un nombre sigue siendo sinónimo del mal, el doctor de Auschwitz Josef Mengele, conocido como El ángel de la muerte por sus buenos modales detrás de los que ocultaba su sadismo. El escritor francés Olivier Guez ha logrado el premio Renaudot, el segundo más prestigioso de su país después del Goncourt, por La disparition de Josef Mengele, una novela de investigación sobre la fuga a América Latina de este doctor bávaro, que nunca fue detenido ni juzgado.
“Soy reticente a calificarlo de mal absoluto, lo que me resulta terrorífico es su total normalidad”, explica Guez en conversación telefónica desde París. Este escritor y periodista francés ya había trabajado sobre la búsqueda de antiguos nazis ya que fue el coguionista del filme alemán El caso Fritz Bauer (2015), que relata los esfuerzos del fiscal que da título a la película por relanzar las persecuciones contra los criminales de guerra en los años cincuenta. Bauer ayudó a Israel a localizar a Adolf Eichmann, uno de los principales ejecutores del Holocausto, capturado por Israel, juzgado y ahorcado. Mengele, en cambio, se le escapó, pese a que el fiscal tuvo la información de que el médico iba a realizar una visita a su casa familiar en Baviera.
Mengele fue uno de los numerosos médicos que trabajaron en el campo de exterminio nazi de Auschwitz y realizó experimentos con seres humanos, sobre todo con gemelos. Como explica el historiador Pawel Sawicki, miembro del equipo de prensa y guía del antiguo campo alemán, “los médicos tenían un papel esencial en el proceso de exterminio”. Eran doctores los que realizaban la selección de los deportados judíos nada más llegar al campo y los que, en pocos segundos, decidían quién vivía y quién moría (en torno al 80% eran enviados directamente a la muerte). También eran médicos de las SS los que supervisaban las cámaras de gas: el proceso de exterminio siempre se realizaba en presencia de alguno de ellos. Pero de todos los facultativos del mal que pasaron por Auschwitz el nombre que ha quedado para la posteridad como sinónimo de aquel horror es Mengele.
No voy a hablar de la banalidad del mal, pero Mengele no fue un asesino nato, fue un hombre que cometió atrocidades, que no sentía ninguna empatía ni piedad hacia otros seres humanos. Era un hombre autorizado a hacer cosas innombrables”, prosigue Guez (Estrasburgo, 1974), autor también del ensayo L’Impossible Retour. Une histoire des Juifs en Allemagne depuis 1945 (El imposible retorno. Una historia de los judíos en Alemania partir de 1945). “Luego está la mitología, las películas, las ficciones, la idea del poderoso criminal imposible de capturar, todas esas leyendas circulan. Su nombre también es muy particular, produce una cierta resonancia y por eso es el único que hemos retenido”.
El historiador británico Laurence Rees ha publicado recientemente un ensayo, El holocausto, en el que resume todo su trabajo en torno al exterminio de los judíos de Europa. Como documentalista de la BBC, Rees realizó numerosas entrevistas tanto a víctimas como a perpetradores. Y en la primera escena que relata este libro, basada en el testimonio de una superviviente, Fred Wineman, aparece el doctor Mengele realizando la selección en el andén de Auschwitz-Birkenau.
El momento que describe demuestra hasta qué punto el horror que se vivió allí es imposible de entender en tiempos normales. Cuando llegaban los nuevos deportados, mientras esperaban la selección, los presos obligados a colaborar con los nazis que veían a madres jóvenes con niños les pedían que se los entregasen a mujeres mayores. Pero no les explicaban por qué. Si los SS les descubrían revelando el secreto de lo que iba a ocurrir, les matarían inmediatamente. El motivo era que una mujer con un niño era enviada inmediatamente a las cámaras gas, porque separarles podría provocar un tumulto. En cambio, una mujer joven sola tenía más posibilidades de sobrevivir a la selección. La persona que tomaba las decisiones sobre la vida y la muerte en esta escena era Mengele.
 

Prioridades del Mosad

El libro de Guez, que todavía no tiene fecha de salida en España, se centra en la fuga del nazi y en su estancia en América Latina. Aunque se trata de una novela, lo que le ha permitido al autor recrear los pensamientos del médico y rellenar los espacios vacíos, está basada en una larga investigación. El autor explica que todo lo que cuenta está sostenido en al menos dos fuentes y que ha viajado a los lugares donde transcurrió la fuga del médico: Argentina, Paraguay y Brasil, donde murió ahogado en 1979. Tras la captura por un comando israelí de Adolf Eichman en 1960, Mengele borró su rastro todo lo posible lo que ha dificultado el trabajo.
Sin embargo, hace poco se desclasificaron unos papeles del Mosad, el servicio secreto israelí, que demostraban que renunciaron a buscar a Mengele porque centraron todos sus esfuerzos en la amenaza existencial que representaban en ese momento sus vecinos árabes, antes de la guerra del Yom Kipur en 1973. Es algo que ya aparece en la novela de Guez. “Mi impresión siempre ha sido que estuvieron a punto de capturarle, pero que la amenaza árabe a principios de los años setenta se consideró una prioridad absoluta para el Mosad”, señala Guez. El ángel de la muerte murió a los 67 años sin haber respondido nunca ante la justicia.
Josef Mengele fue el más famoso de los médicos asesinos de las SS, pero no el único. En el pabellón 20 del campo de Auschwitz, se llevaban a cabo los experimentos médicos con presos, algo bastante habitual en todo el sistema de terror nazi. Este método de tortura era tan atroz que provocó dudas entre algunos dirigentes, pero Hitler dio su visto bueno. A veces se trataba de experimentos con fines militares —por ejemplo, probar la resistencia al frío—, otras era sadismo basado en las enfermizas doctrinas raciales nazis —los experimentos con gemelos— y otras pruebas estaban destinadas a la esterilización.
Dos de los ginecólogos que participaron en este último programa fueron Carl Clauberg y Horst Schumann, que provocaron atroces sufrimientos en decenas de mujeres. Clauberg fue capturado por las tropas soviéticas, juzgado y condenado. Liberado en 1955, volvió a ejercer la medicina en la República Federal de Alemania. Trabajaba en la misma clínica y hacía gala públicamente de que inventó una nueva técnica de esterilización en Auschwitz. Fue detenido ante las protestas de las víctimas, pero murió de un ataque al corazón antes de ser juzgado. Schumann, un individuo especialmente sádico que inyectaba tifus a presos, logró fugarse y, tras pasar por varios países, fue extraditado en 1966, condenado en 1970 y liberado por enfermedad en 1972. Sin embargo, no falleció hasta 1983 tras pasar los últimos 11 años de su vida en libertad.
LA MALDAD DE HOMBRE PUEDE NO TENER LÍMITES.

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