Michael Howard, líder conservador británico
Ruido sobre Gibraltar.
España, apoyada por la UE, no debe caer en la provocación ultra británica.
La Unión Europea ha dado un espaldarazo a España, otorgándole el derecho de veto a la aplicación en Gibraltar de cualquier eventual acuerdo con Reino Unido posterior a su salida. Este apoyo, que lo es a un socio leal frente a quien pretende dejar de serlo, ha levantado ronchas en Londres.
Algunos ultranacionalistas han perdido el norte y la ocasión de evitar el ridículo. El antiguo edecán de Margaret Thatcher, Michael Howard, propuso —al parecer sobriamente— una acción militar como la de 1982 en las Malvinas para preservar la soberanía británica en el peñón. “Tenemos un Ejército muy superior al español y a medio plazo machacaríamos a España”, apostilló un anciano vicealmirante de la Navy. Y un exministro conservador ha propuesto hacer el juego al secesionismo catalán como prenda de chantaje.
Hasta la primera ministra, Theresa May, tomó a risa tanta fantasmagoría bélica y tanto ruido conspiranoico. Así que conviene que ningún español tome en serio esas bravatas. El Gobierno de Mariano Rajoy ha superado con prudencia toda tentación de convertir el episodio en una inútil confrontación por la soberanía del peñón. Todos los españoles deberían aparcar ese aspecto del litigio (sin renunciar a ningún derecho) para priorizar la solución a los conflictos concretos que origina Gibraltar.
Para las poblaciones gibraltareña y la vecina andaluza es esencial la cooperación transversal que mejore las condiciones de traslado y trabajo; impulse el desarrollo económico; persiga el crimen organizado, del contrabando de tabaco al narcotráfico; y arrincone la evasión de capitales.
Si se aprovecha el contundente apoyo europeo a España, podrá demostrarse que la persecución del beneficio mutuo de las poblaciones afectadas es el mejor camino para incrementar su bienestar y la credibilidad ante ellas. Y por ende, para abordar cuando toque las cuestiones pendientes sobre el estatuto definitivo de la colonia. Una cogestión de facto sobre los problemas de interés mutuo es la mejor receta para pespuntear, sin siquiera mencionarla, una situación de soberanía compartida.
Por lo demás, la excitación de los brexiteros sobre Gibraltar trae cuenta de su inseguridad sobre los sentimientos profundos de la población llanita, que se alineó casi al cien por cien con sus rivales, los partidarios de permanecer en la UE: está en almoneda la propia unidad de Reino Unido.
Y es un síntoma de que el Brexit, incluso para desembocar en una solución blanda, implicará una negociación dura. En la medida en que Londres primó secuestrar el interés de los residentes inmigrantes europeos sin consolidar sus derechos antes de la negociación, como propusieron los Lores, obliga a los 27 a equipararse en dureza. Entre otros asuntos, sobre el muy sentimental de Gibraltar. No es responsabilidad de Bruselas, sino culpa de Londres.
QUIEREN TAPAR SU GRAN ERROR POLÍTICO DEL BREXIT ANTE AL POBLACIÓN INGLESA, CON UN ATAQUE A ESPAÑA MIEMBRO DE LA UNIÓN EUROPEA CON LOS TEMAS DE GIBRALTAR Y CATALUÑA. ESO, BUCANEROS DEL SIGLO XXI.
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