domingo, 30 de abril de 2017

EL PP ACORRALADO POR LA CORRUPCIÓN

 
              Rajoy responde a los periodistas tras la cumbre de Bruselas celebrada este sábado
 

Resurge la pesadilla para Rajoy


El presidente pretende seguir la pauta de otros casos de corrupción y esperar a que escampe, pero la Operación Lezo amenaza con desestabilizar las instituciones

 Las hemerotecas no son muy aleccionadoras a la hora de ver cómo reacciona el líder del PP cuando las denuncias de corrupción le desbordan. El 1 de agosto de 2013, cuando era de dominio público que el exgerente y extesorero del partido durante décadas, Luis Bárcenas, manejaba cuentas millonarias en Suiza que, en el peor de los casos, habían permanecido ocultas a la Hacienda Pública, el presidente del Gobierno compareció en el Congreso para dar explicaciones. “Me equivoqué, señorías. Lo lamento, pero así fue. Me equivoqué al mantener la confianza en alguien que ahora sabemos que no la merecía”, Y añadió: “Y ese ha sido todo mi papel en esta historia”.
No era esa culpa in vigilando que se atribuyó el pasado 25 de abril Esperanza Aguirre, al conocerse el juego sucio de su mano derecha, Ignacio González, en la Comunidad de Madrid; ni siquiera la culpa in eligendo, o culpa en la elección del cargo, que los tribunales utilizan en ocasiones para extender hacia arriba las responsabilidades. Rajoy le había ascendido a tesorero del PP aunque, se justificó, “desde mucho antes había tenido responsabilidades importantes como gerente”. Fue en la época en la que el matrimonio Rajoy acudía con el matrimonio Bárcenas a cenas muy reservadas en el chalet de Ana Mato y su entonces esposo, Jesús Sepúlveda, también imputado por Gürtel. A lo máximo que llegó el presidente del Gobierno fue a admitir una culpa in confiando, a modo de categoría jurídica improvisada para definir las trampas de la buena fe. “Creí en la inocencia de esta persona como creería en la de cualquiera de ustedes que se encontrara en un trance semejante, mientras los hechos no desvirtuaran esa presunción de inocencia”.

Se repite el patrón

El bochorno, solo en privado

En el PP ha emergido una nueva generación de dirigentes que no se quiere tragar sin más los errores del pasado y se atreven a exigir, por ahora con la boca pequeña, nuevos gestos y estilos. Antes, ante la aparición de algún escándalo, desaparecían y hasta lo justificaban. Ahora no se rebelan pero comparecen y expresan en privado su bochorno, indignación y malestar. Y en su estructura sí se ha producido una verdadera renovación.
Desde aquella dura comparecencia ante el Congreso, la reacción de Rajoy ante cualquier nuevo caso de corrupción repite el mismo patrón: resta importancia, mira hacia otro lado y espera a que la tormenta escampe. Hasta que la presión es insoportable. Es entonces cuando alude a aquel pleno, y señala que ya dio allí todas las explicaciones y reconoció todos los errores.
“Son muy pocas las personas que se atreven a decirle la verdad a la cara a Rajoy. Algunas ya no están a su lado, y las que quedan, saben que pueden entrar una vez al despacho a partirse la cara, pero no una segunda”, confiesa alguien que cuenta con la confianza del líder del PP. El partido y sus dirigentes responden siempre a la defensiva, cuando sube la marea. Esta vez ha sido el caso Lezo, que en un plazo relámpago —a medida que iban explotando las bombas que contiene el sumario judicial—, dejó de ser otro episodio de corrupción contenido en los límites de una región, la Comunidad de Madrid, para convertirse a los ojos de los ciudadanos en una trama que amenaza con desestabilizar las instituciones.
Mariano Rajoy ha dado ante este caso nuevas instrucciones precisas a su equipo, según han reconocido a EL PAÍS fuentes de la dirección nacional, para no cometer los errores más evidentes del pasado reciente. Sometimiento pleno a cualquier exigencia de explicaciones políticas y judiciales; evitar a toda costa cualquier imagen de huida o de subterfugio parlamentario; si la oposición quiere una comisión de investigación sobre la financiación ilegal del PP, su grupo parlamentario dejará de poner obstáculos; si se pide la comparecencia en el Congreso de ministros o secretarios de Estado, allí estarán; si la Justicia reclama que el presidente del Gobierno declare como testigo por el caso Gürtel —la primera vez en democracia que se ve obligado a hacerlo un presidente en ejercicio—, que así sea. Ha pedido a sus ministros que vayan más a los medios, que concedan más entrevistas y al PP que no deje huecos en ninguna tertulia o plató televisivo. Hay que evitar la sensación pública de acoso y acorralamiento aunque las maniobras de fondo vayan por otro lado.
De nuevo un intento de poner la casa en orden, dos pasos por detrás y con las manos atadas a la espalda. Como cuando se intentó dar explicaciones, en un primer momento, a los manejos de Luis Bárcenas. De creer a los que llevaban entonces los mandos del partido, resultaba imposible definir siquiera de modo convincente la relación contractual entre el tesorero y la organización cuando ni siquiera a ellos les habían sido dados ni los detalles, ni la verdad de las cosas. Cada comparecencia ante la prensa era un salto al vacío. En el peor de los casos, un ejercicio de transparencia poco creíble dados los antecedentes: la destrucción por el propio partido del disco duro del ordenador de Bárcenas, o el ingente desempeño en obstruir la tarea de jueces y fiscales por parte del equipo jurídico que comandó en los inicios de todo el exministro Federico Trillo.
Resurge la pesadilla de corrupción, además, en un momento dulce para Rajoy. Gobierna en la tranquilidad, y observa desde la barrera una oposición deshilachada. La economía mejora, su papel en Europa se refuerza. Mantiene el rumbo a velocidad de crucero y espera al 21 mayo. Sabe que los grandes retos —pensiones, financiación autonómica, Cataluña— solo puede hacerlos de la mano del PSOE. Del desenlace de las primarias socialistas, dicen en su entorno, dependerá la siguiente decisión: impulsar iniciativas de calado o apretar el botón electoral.
La consigna es gestionar bien, y permitir que el vapor se vaya liberando. No cabe esperar muchas más medidas contra la corrupción por parte de Rajoy y su Gobierno. Esperar a que los españoles noten que su situación, “su bolsillo”, mejora.
“Comenzamos una nueva etapa, en la que vamos a pasar de ser denunciados a denunciantes”, proclamaba recientemente con ilusión uno de los principales nuevos dirigentes del PP. Un propósito de enmienda para encarar el futuro que resulta por ahora inútil cuando ese pasado surge a cada vuelta de la esquina, y se promueve incluso la idea de que Rajoy vuelva a ser de nuevo el próximo candidato electoral.
EL PP PARECE MÁS UNA ESCUELA DE CORRUPCIÓN QUE UN PARTIDO DEMOCRÁTICO Y SERIO.

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