jueves, 9 de febrero de 2017

CÓMO SER EL MEJOR PADRE DEL MUNDO.

Una escena de 'El hijo que quiero tener', de El Pont Flotant.

Cómo ser el mejor padre del mundo.


La compañía valenciana El Pont Flotant sube al escenario a abuelos, padres e hijos para reflexionar sobre la educación.

Escena cotidiana de parque. Un padre y una madre charlan mientras vigilan a sus respectivos hijos. La conversación parece amigable, pero se nota cierta tirantez. Los adultos también se vigilan entre sí. “¿Por qué permite que su niño se suba a ese lugar tan peligroso?”, piensa ella. “Esta mujer no deja hacer nada a su hijo”, piensa él. Acaban discutiendo delante de los pequeños.
¿Qué hijo quería tener mi padre? ¿Qué hijo querría tener yo? ¿Qué abuelo querría que fuera yo para su hijo? ¿Qué padre hubiera querido tener mi hijo? Son algunas de las preguntas que flotan en El hijo que quiero tener, último espectáculo de la compañía valenciana El Pont Flotant, una de las más originales de la escena española, con más de 15 años de sólida trayectoria y media docena de obras de creación colectiva. “Proponemos una reflexión sobre la educación. Pero no una reflexión conceptual, sino alrededor de cuestiones cotidianas que pueden surgir en casa, en la escuela o en un parque. Porque todos, incluso quienes no tienen hijos, somos responsables de la educación de nuestros niños”, explica Pau Pons, actriz y codirectora de la obra.
Si algo caracteriza a El Pont Flotant es su capacidad para dotar de emoción lo cotidiano. Su secreto está en que todos sus montajes están ligados a las trayectorias vitales de sus cuatro miembros. En 2006, por ejemplo, estrenaron una obra sobre las relaciones entre padres e hijos en la que participaban sus propios padres. Ahora tres de ellos acaban de ser padres. “De pronto nos encontramos con un montón de dudas, prejuicios y miedos. Todos tenemos una idea del tipo de padre o madre que queremos ser, o más bien de lo que no queremos ser, generalmente por oposición a lo que no nos gustó de nuestros padres. Pero a la hora de la verdad muchas veces acabamos haciendo justo eso que no queríamos”, comenta Pons.
Partiendo así de sus experiencias particulares empezaron a imaginar escenas cotidianas que reflejaran el día a día de la educación. Pero no lo hicieron solos. Montaron un taller con 20 personas de tres generaciones y durante tres meses trabajaron para extraer sus temores y sus deseos. Todos participan ahora en las representaciones de la obra.

“Un niño bien educado no puede hacer cosas malas”

Francesc Navarro tiene 87 años y nunca había tenido relación con el teatro. Pero tras quedarse viudo empezó a buscar actividades fuera de casa. Así acabó apuntándose al taller de El Pont Flotant en Valencia y se convirtió en uno de los personajes más carismáticos de El hijo que quiero tener. Su conclusión sobre la educación es sencilla: “Si yo fuera jardinero y plantara un árbol, lo cuidaría mucho”, dice. “Un niño bien educado no puede hacer cosas malas”, remata.
María Valiente, de 60 años, ha recuperado el placer de jugar haciendo la obra. “Me muevo en silla de ruedas y nunca pensé que podría subirme a un escenario. He vuelto a la infancia”, asegura. Sara Besas, de 11 años, reivindica también el juego. “Quiero saltar horas y horas en un charco y ensuciarme”, dice en una escena. Lo único que pide a sus padres es amor: “Que me quieran, sobre todo”.
“Mi padre me pegaba con una correa... y ahora mis hijos no me dejan consentir a mis nietos. ¡No quiero que mis hijos me digan lo que tengo que hacer!”, exclama un abuelo en una escena de la función. “Yo quiero ser el mejor padre del mundo, pero le he puesto dibujos a mi hijo toda la tarde para que me dejara tranquilo”, dice un padre. “Y yo le he comprado chuches para que se callara”, continúa una madre.
¿Y los niños? ¿Qué piensan los niños de todo esto? “¡Quiero pintar lo que me dé la gana!”, grita una niña. “¡Estoy harta de oír la palabra no, no y no!”, sigue otra. “¡Y de que me digan las cosas 40.000 veces!”, exclama otra. “¡No quiero estar quieta! ¡Tengo nueve años!”, dice otra. No faltan tampoco las reflexiones de los adultos en su papel de hijos. “He apuntado a mis padres a cursos de informática, de inglés, de yoga”, confiesa uno. “Pues yo he les he mentido y gritado. Y casi siempre he llegado tarde a comer”, continúa otro. “Y yo también he mentido a mis hijos... y les he gritado y les he amenazado. He hecho todo lo que dije que no haría nunca como madre”, concluye una mujer.
El hijo que quiero tener se estrenó el año pasado en el espacio Las Naves de Valencia, coproductor del espectáculo y lugar donde se celebró el taller intergeneracional previo. Después emprendió una gira en el entorno de la Comunidad Valenciana y ahora ha dado el salto fuera de la región. En estos casos, dada la dificultad para viajar lejos con los niños y abuelos que participaron en las representaciones en Valencia, la compañía organiza nuevos talleres en cada ciudad donde actúa. Lo acaban de hacer en Murcia, esta semana están en Palma de Mallorca (con función el sábado) y más adelante viajarán a Vitoria, Lleida y Vilanova i la Geltrú (Barcelona), entre otras localidades. En Madrid recalarán en julio en el Teatro de la Abadía.
HAY QUE VOLVER AL HUMANISMO HEMOS PERDIDO, MUCHO CON LA NUEVAS TECNOLOGIAS OLVIDÁNDONOS DEL CALOR HUMANO Y DE LA FAMILIA
.LA TECNOLOGÍA DEBE DE SER CONTROLADA POR EL HOMBRE Y NO A LA INVERSA.

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