En medio de la carestía que asfixia a Venezuela, el presidente aprueba costosos programas armamentísticos.
Pido a los lectores de este espacio que reflexionen en lo siguiente: en medio de un país cada vez más empobrecido; donde las propias cifras oficiales reconocen un alarmante crecimiento de la pobreza; donde la situación de hambre es evidente en la asombrosa pérdida de peso de las personas, constatable a simple vista; donde la población lleva más de dos años sometida a la humillante experiencia de pasar los días haciendo colas para adquirir los productos básicos que se necesitan para vivir; en un país donde se han producido muertes por desnutrición; muertes por falta de tratamientos médicos o medicamentos; muertes por el estado infeccioso de los quirófanos; un país donde madres y padres deben realizar esfuerzos más allá de toda razonabilidad para conseguir un paquete de pañales; donde hay mujeres que no pueden salir de sus casas a trabajar porque no encuentran tampones ni toallas sanitarias; donde la difteria y la malaria han regresado, lo cual es un dato más, entre muchos otros, del retroceso en el estado de la salud pública; en un país azotado por esa bestia de mil cabezas que es la inflación; en un país cuya atmósfera, cuyo sentimiento más extendido, cuya sensación más cotidiana es la de la carencia; en un país en el que no están disponibles ni accesibles ninguno de los numerosos bienes imprescindibles para el funcionamiento de la sociedad; en este estado de carestía y pobreza en expansión, Maduro ha anunciado que volverá a comprar armas.
Lo anterior, es solo uno de los planos a considerar. Hay otro, indisociable a este, que es político-social, que también reclama de nuestra reflexión: la inmensa mayoría de esa sociedad cada vez más empobrecida rechaza al gobierno de Maduro. Rechaza al régimen. Pide, de forma urgente y desesperada, un cambio. El régimen que ha impedido el derecho al Referéndum Revocatorio; que desconoce la autonomía de los poderes y mantiene una campaña desde el TSJ para destruir a la Asamblea Nacional; que usa los tribunales para impedir la disidencia y las libertades; que asfixia a los medios de comunicación a través de un cerco económico; que aumenta el número de presos políticos como su principal procedimiento político; que vive para insultar y degradar a la sociedad venezolana; que llega al extremo de responsabilizar a la oposición organizada de prácticas ilegales asociadas a la droga, el contrabando y otros delitos, cuando lo real es que muchos de sus jerarcas están siendo investigados o procesados por narcotráfico o lavado de dinero; este gobierno que no solo ha perdido el apoyo de la mayoría de la sociedad, sino que además, cada vez genera un mayor repudio, ese gobierno, señores lectores, ha anunciado que volverá a comprar armas. Lo que equivale a decir que continuará armándose. Aunque en las operaciones de represión los venezolanos hemos sido testigos de que las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas están verdaderamente pertrechadas para actuar en contra de los ciudadanos indefensos que protestan, a pesar de ello, quieren más: de lo que se trata es de aumentar la desproporción que existe entre uniformados y civiles.
Los anuncios de Maduro del pasado 28 de diciembre, durante el acto de salutación de fin de año a la FANB, deben preocuparnos. El ciudadano debe detenerse en el contenido de lo que se comprará con el dinero de los venezolanos a China y Rusia: tecnologías para espiar, para perseguir y acorralar. Maduro alardeó, al amparo de la sonrisa mefistofélica de Padrino López, de que adquirirán las tecnologías más modernas disponibles. ¿A qué costo? ¿Cuántos millones de dólares costarán a Venezuela estas sofisticaciones?
Hay más: en la misma alocución Maduro informó que la FANB está creando, dentro de sí misma, una FANB compuesta por grupos élite, en todo el país. Cada uno de los cuatro componentes, en cada una de las siete regiones militares, tiene y tendrá Fuerzas Especiales. Grupos entrenados y dotados con estas costosas armas y tecnologías, grupos que responden a la llamada nueva doctrina militar, con las que podrán realizar «operaciones quirúrgicas».
Que la decisión de comprar armas es desquiciada, lo confirma esto: el propio Maduro se quejó durante su intervención de la caída de los precios petroleros. Pero la locura no termina ahí: más peligroso es que esas armas, esas tecnologías, apuntan hacia nosotros. Cuando Maduro repite las cantinelas de sus delirios –la guerra económica, los paramilitares colombianos, los paramilitares de una supuesta ultraderecha- y omite que su gobierno apoya a grupos paramilitares de la ultraizquierda; cuando sostiene que estos numerosos grupos comandos, una FANB élite e ideologizada, será pertrechada con las «armas más modernas del mundo», a los demócratas venezolanos nos corresponde una obligación, una responsabilidad: preguntarnos contra quiénes apuntarán esas armas, a quiénes seguirán, a quiénes espiarán.
La respuesta es obvia y evidente: el enemigo de Maduro y de su FANB no es externo. Es interno. Es decir, nosotros los demócratas. Que nadie se llame a engaño, y en ello incluyo a los incautos promotores del diálogo (a esta hora, perdido del escenario): el gobierno está adquiriendo armas contra la Democracia. Armas contra el cambio. Armas contra los procesos electorales. Armas contra nuestros derechos.
LA MEJOR ARMA CONTRA LA POBREZA ES EL PAN,MENOS ARMAS Y MÁS PAN.
No hay comentarios:
Publicar un comentario