sábado, 17 de septiembre de 2016

EUROPA A LA DEFENSIVA


Los líderes europeos posan, ayer, durante la cumbre informal de Bratislava

Europa a la defensiva.


Los 27 apuestan por la seguridad como mínimo común denominador.

La cumbre de Bratislava, celebrada sin la presencia del Reino Unido, ha puesto de manifiesto hasta qué punto la Unión Europea se encuentra inmersa en una profunda crisis de identidad y proyecto. Se trata, como señalara el pasado miércoles el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, en su discurso sobre el estado de la Unión ante el Parlamento Europeo, de una “crisis existencial” que amenaza la supervivencia del propio proyecto europeo.
El primer aldabonazo en ese proceso de involución ha sido el referéndum británico del mes de junio pasado, que desencadenará en un futuro próximo la salida del Reino Unido de la UE. El enorme fracaso histórico que supone esa retirada es la primera victoria de las fuerzas populistas y xenófobas que, desde dentro, están asediando a la Unión Europea.
Sería deseable que el Brexit fuera un hecho aislado, pero es más que probable que ni sea la única ni la última victoria del populismo y la xenofobia. En realidad, las tímidas, o incluso vergonzosas, respuestas que los Estados miembros están dando a la crisis de asilo y refugio, junto con las propuestas de enterrar definitivamente el proyecto de Tratado de Libre Comercio con EEUU (conocido como TTIP), dibujan un escenario más caracterizado por unos líderes que deciden plegarse ante las presiones populistas que enfrentarse decisivamente y en campo abierto a ellas.
Las divisiones entre Norte y Sur, Este y Oeste y miembros y no-miembros de la eurozona, a la que suma un rosario de Gobiernos y fuerzas políticas profundamente reaccionarias en materias de identidad e inmigración, mantienen paralizada a la UE. Tanto François Hollande como Angela Merkel viven pendientes de sus calendarios electorales, lo que impide que el eje franco-alemán, del que cabría esperar iniciativas decisivas, pueda señalar el camino. No es de extrañar que en estas circunstancias la cumbre de Bratislava haya identificado en la seguridad el mínimo común denominador que puede unir a los 27 y mantener la ficción de un proyecto común hasta que el calendario electoral se despeje en Berlín y París y se sepa algo más de cómo se va a gestionar el proceso de salida del Reino Unido.
Con todo, aunque haya que saludar esta apuesta por la seguridad, pues sin duda que Europa necesita hacer más seguras sus fronteras si quiere preservar la libre circulación dentro de ellas, hay que criticar que esa aproximación se haga sobre todo desde una concepción defensiva. La seguridad de Europa no depende solo de su capacidad de controlar y cerrar sus fronteras, sino de la capacidad de proyectar esa seguridad fuera de ellas, lo que exige una verdadera política exterior y de seguridad común. Una Europa que lo fíe todo a su seguridad frente a un entorno hostil es una Europa que asume la agenda populista en lugar de combatirla.
MUCHO TIENE QUE CAMBIAR EUROPA PARA PERMANECER UNIDA.

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