martes, 13 de septiembre de 2016

DIANA QUER EN LA DIANA

El padre y la madre de Diana Quer, a la entrada de la casa donde veraneaba la joven

Diana Quer en la diana.


La hipótesis de un crimen doméstico es muy remota, pero satisface el énfasis con que se detallan los avatares de una familia descoyuntada.

La familiaridad de la opinión pública con algunos crímenes domésticos y extraordinarios —Asunta, Bretón— induce o conduce a precipitar las conclusiones del caso de Diana Quer. Se diría que la descripción pormenorizada de un ambiente familiar descoyuntado predispondría el desenlace de un asesinato de parentesco. Más aún cuando la madre de la chica desaparecida ha sido desposeída de la custodia de su otra hija.
Viene a configurarse, por tanto, una suerte de relato subliminal, perverso, amarillista, que localiza las sospechas en "casa". Y para cimentarlas no se recurre a pruebas incriminatorias, sino al escrutinio de un hogar donde proliferan los problemas. Un divorcio traumático. Un historial de malos tratos. Un episodio de anorexia. Y hasta una premonición de terror gótico, pues Diana Quer, lo hemos sabido, tuvo una hermana gemela que no sobrevivió al contratiempo de un nacimiento prematuro.
El amontonamiento arbitrario de taras familiares podría llevarse a cabo en cualquier hogar. Y no sería demasiado complejo recrear a partir de ellas las condiciones de un parricidio. El método quedaría subordinado a la ambición de la conclusión.
Es la situación en que parece encontrarse el caso de Diana Quer. Ausente el cuerpo del delito, las elucubraciones establecen una relación automática entre la convulsión de una familia y el móvil de un homicidio. Más detalles escabrosos conocemos de los Quer, más se arraiga y precipita la conclusión de un crimen endogámico. ¿Acaso no sucedió así con la niña Asunta y con los hijos carbonizados de Bretón?
Las preguntas se atienen a la manipulación del relato. Y obedecen a la expectativa de la opinión pública en la correlación mecánica de los hechos —del odio familiar al parricidio—, pero es la propia excepcionalidad de aquellos crímenes la razón que los ha convertido en una clamorosa noticia. Otra cuestión diferente es que nuestra exposición al caso Asunta o el estremecimiento del caso Bretón nos haga observar el dossier de Diana Quer como el último episodio de una trilogía macabra que tarde o temprano terminará descubriéndose. Y que terminará purgándolo otro epígono de Medea.
La hipótesis es muy remota a decir de los investigadores. Privilegian ellos sottovoce la desgracia de la inoportunidad. Diana Quer estaba en el lugar inadecuado y a la hora improcedente cuando pudo deshacerse de ella un homicida accidental.
Se trata de una mera conjetura, pero su punto de interés consiste precisamente en desvincular las evidencias de una familia conflictiva con el resultado de un crimen doméstico. Puede parecernos gélido, aséptico, el padre de Diana. Puede parecernos su esposa una mujer desequilibrada. Y puede parecernos su hija pequeña una resentida. Son retazos parciales, conclusiones veleidosas que aspiran a cebar el embrión de la tragedia de una familia acomodada, tan distinta de muchas, pero tan parecida a otras.
¿PUEDE SER UN CRIMEN FAMILIAR EN UNA FAMILIA DESESTRUCTURADA Y ENFRENTADA?

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