martes, 12 de julio de 2016

CASI UN SIGLO COTIZANDO A LA SEGURIDAD SOCIAL

Ramiro Carregal (derecha), en una imagen de archivo.

Casi un siglo cotizado a la Seguridad Social


El empresario gallego Ramiro Carregal, de 89 años y dueño de la conservera Frinsa, suma 87 años contribuidos

“La gente me para por la calle y me pregunta: ¿cómo puedes haber cotizado 87 años a la Seguridad Social si tienes 89?”. Ramiro Carregal Rey, dueño y presidente de la potente conservera gallega Frinsa del Noroeste SA (su facturación supera los 400 millones de euros), revela gustoso el misterio de su dilatada aportación al sistema público de pensiones: durante 18 años cotizó por dos empresas. Carregal, que sigue contribuyendo, reivindica para sí el título del español con más años cotizados, por encima del gaditano Francisco Parra que a sus 86 lleva pagando “solo” 71.
El empresario gallego se inició en la actividad laboral con 17 años cuando llevaba la contabilidad de la empresa de carbón y sal y materiales de construcción Suárez y Cía, SL. A los 23, accedió a Metalúrgica del Noroeste, dedicada a la explotación de estaño y wolframio, una empresa puntera del sector que dirigía el marqués de Revilla, amigo de su padrino, el marqués de Vilagarcía. Tras formarlo durante un año, la sociedad lo envió a diversos países del mundo. Tenía que permanecer cuatro años en cada uno de ellos asentando la empresa con el único compromiso de cumplir objetivos “y no echar novia, que eso son raíces y era incompatible”, comenta entre risas.
Con la misión cumplida, la empresa lo trajo de vuelta a España como especialista en creación de sociedades. Algunos de los directivos de la metalúrgica le encomendaron entonces que montara en Ribeira (A Coruña), a escasos kilómetros de su municipio natal de Vilagarcía de Arousa, una planta de frío industrial, Frigoríficos del Noroeste SA, Frinsa, que acabaría convirtiéndose en una pieza de la cadena de producción de la conserva. Hasta que se hizo con todas las acciones, casi dos décadas después, Carregal mantuvo los dos empleos. Y cotizó por ambos.
Con agilidad demostrada para los negocios, decidió dedicarse a la congelación de atún. Y con su experiencia en la creación de sociedades, abrió sedes en distintas capitales europeas y en Singapur “para no tener que ir distribuyendo por todas las islas del Pacífico”. La fábrica acabó reconvertida en conservera hacia mediados de los noventa y pasó a ser la principal distribuidora de productos de marca blanca de las grandes superficies comerciales para las que, según datos de 2013, procesa 400.000 kilos de atún y cuatro millones de latas a diario.
Convencido de que su buen estado de salud se debe “al deporte que hice de niño” —continúa ahora practicando en el gimnasio y la piscina de su domicilio— y a su actividad laboral, Carregal sigue acudiendo diariamente al trabajo y cotizando por los ingresos que este le reporta. Su evidente buen estado mental es parejo al de su físico. Según él mismo revela, los dermatólogos están sorprendidos con la conservación de su piel. “Se regenera en lugar de avejentarse”, asegura.

Un plusmarquista

En realidad, el empresario gallego se siente un plusmarquista. Y no solo en lo que atañe a la longevidad de sus cotizaciones a la Seguridad Social que intentó registrar, sin éxito, en el libro Guinness de los récords. “Me dijeron que considerara que tenía el récord, pero que no podían inscribirme porque no tienen esa sección”, explica para reivindicar a continuación su inalcanzable participación en 54 asociaciones sociales que patrocina (siguiendo la estela de su mujer, fallecida) y las 44 distinciones que ha recibido hasta el momento. Entre el casi medio centenar de galardones que posee figuran los de hijo adoptivo de Ribeira, hijo predilecto de Vilagarcía, la Medalla de Plata de Galicia y la de Oro al Mérito en el Trabajo.
“Soy consciente de que no cobraré jamás la jubilación”, sostiene este lunes de julio, de camino a la empresa familiar ubicada en una avenida que lleva su nombre en el polígono industrial ribeirense de Xarás. “El caso es que no puedo dejar de ir a trabajar”, reconoce su debilidad el empresario recordando que de joven le inculcaron que “todos somos pobres si no trabajamos”. Él no ha parado.
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