jueves, 16 de junio de 2016

10 MILLONES DE DÓLARES POR UNA DAGA

Puñal de marfil con rubíes, zafiros, esmeraldas y diamantes que perteneció a Muamar el Gadafi.

La daga de la ostentación


La policía turca se incauta de un puñal perteneciente al dictador libio Muamar al Gadafi que iba a ser vendido a un coleccionista saudí por 10 millones de dólares

“Transfiera a nuestra casa de cambio 10 millones de dólares (8,9 millones de euros)”, pidió el empresario turco a su cliente, un ciudadano de Arabia Saudí. “Si la daga resulta no ser original, le devolveremos el dinero”, aseguró. El negocio parecía hecho. Y de ahí la soltura con la que se expresaba el vendedor.
Lo que no sabía es que estaba siendo escuchado por la policía, que le seguía la pista. La compraventa de la daga debía realizarse en un hotel no muy lejos del principal aeropuerto de Estambul pero, cuando el empresario, identificado como A. A., se dirigía al punto de entrega acordado, los agentes intervinieron para detenerlo junto a dos secuaces.
La sorpresa llegó al identificar los investigadores turcos la pieza que iba a ser vendida: un puñal de marfil ornado con rubíes, zafiros, esmeraldas y diamantes engastados que perteneció al dictador libio Muamar el Gadafi, asesinado en 2011. Desde luego, el pomposo estilo de la daga encaja con quien fue el autócrata más hortera del norte de África.
La caída del régimen de la Yamahiriya—república de las masas— hace un lustro y la guerra civil desatada tras la particular primavera árabe libia han abierto un inmenso vacío de poder que ha sido aprovechado por traficantes de vario pelaje. Ya desde el inicio de la revuelta se pudo ver a los alzados saqueando las joyas, pistolas de oro y obras de arte de los palacios de Gadafi. También desaparecieron antigüedades, como el llamado Tesoro de Bengasi, una colección de miles de monedas de los periodos helenístico y romano guardada en la caja fuerte de un banco de dicha ciudad. Recientemente, el Consejo Internacional de Museos redactó una lista del patrimonio libio cuya seguridad peligra.
“Los conflictos incrementan las oportunidades para los traficantes, porque la ley se desmorona y las fuerzas de seguridad son más proclives a recibir sobornos”, sostiene Samuel Hardy, experto en tráfico de antigüedades. “Además, así se financian los grupos combatientes”, añade. El Estado Islámico, por ejemplo, ha convertido el contrabando de piezas arqueológicas en una de sus principales fuentes de recaudación.
A. A. adquirió hace tres meses el puñal de Gadafi a grupos rebeldes en Libia por 4,6 millones de dólares, pese a que una tasación realizada por el colegio de joyeros de Turquía para comprobar su autenticidad lo ha valorado en solo unos dos millones de dólares. “Algunos coleccionistas tienen tanto dinero que al pagar por encima del valor real establecen un nuevo precio de mercado para estas piezas”, precisa Hardy. Las guerras abiertas en Siria, Irak, Libia y Yemen han incrementado el apetito por las obras de arte locales, bien por el hecho de conseguir rarezas, bien por la mayor facilidad para adquirirlas.
Desde 2011, las autoridades turcas se han incautado de unas 7.000 antigüedades y obras de arte saqueadas, algunas de ellas de valor incalculable, como las más de trescientas piezas sumerias y asirias que datan de hace unos 3.000 años decomisadas en 2014. “La Policía y la Gendarmería turcas invierten mucho tiempo en tratar de detener este tipo de tráfico, pero es muy difícil porque el mercado está poco controlado”, opina Hardy. En muchos casos, los objetos robados son comprados y revendidos en múltiples ocasiones, para generar papeleo que dé apariencia de legalidad –del mismo modo que se hace para blanquear dinero a través de paraísos fiscales-. “Los marchantes y clientes también eligen creer lo que les cuentan los traficantes, o se autoconvencen de que así están salvando obras de arte de su destrucción”.
Turquía es un lugar clave en la ruta del tráfico de arte, pero sólo como paso: los mercados, como siempre, están en los países más ricos. Tradicionalmente su destino eran países de Europa y Norteamérica, pero según advierte Hardy: “Para lo mucho que se está saqueando en Oriente Medio, vemos reaparecer muy pocas piezas en mercados occidentales”. Hay varias hipótesis que lo explican: una es que las operaciones de compraventa son cada vez más discretas y la relación entre saqueadores y vendedores más directa gracias a las nuevas tecnologías. Otra que, dada la cantidad de obras robadas, se esconden durante años en espera de que su precio aumente. Y la tercera es el incremento de la demanda en otros lugares, especialmente el Golfo Pérsico, donde, dice Hardy “los estratos más pudientes de esas sociedades buscan mostrar su riqueza o blanquear dinero”. No en vano el mismo día en que fue descubierto el puñal de Gadafi, en otra operación contra el tráfico de obras de arte, también en Estambul, eran confiscadas 196 monedas de oro y bronce de época bizantina y otomana, además de unos dados de 1.500 años de antigüedad. El comprador, en este caso, era igualmente de Arabia Saudí.
ESTE COLECCIONISMO ES OSCENO, MIENTRAS  TANTA GENTE SE MUERE DE HAMBRE EN EL MUNDO.

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