Ayuntamientos bloqueados.
Los ayuntamientos elegidos en mayo del año pasado introdujeron en muchos casos la novedad: el bipartidismo había sido superado y las corporaciones se constituían gracias a la suma de tres, cuatro o cinco partidos. En esta España, en la que la innovación y el desprecio de lo asentado se considera, por sí misma, algo deseable y fuera de toda discusión, se aceptó como un avance democrático esta nueva manera de gestionar los asuntos locales.
Un año después de aquellos comicios, habría que reconsiderar ese convencimiento porque lo que se ha producido en demasiadas ocasiones es una paralización de la gestión municipal toda vez que la herramienta fundamental para acometer las necesidades de un Ayuntamiento -o de una Comunidad, o de un país entero- es la aprobación de los presupuestos para el año que ha de comenzar. Y lo que se ha producido en casi el 25% de localidades de más de 50.000 habitantes es que no ha habido manera de aprobar las cuentas del año 2016, con lo cual muchos ayuntamientos importantes siguen arrastrando los presupuestos de 2015 o han aprobado los de 2016 ya muy entrado el año.
Esta es una consecuencia directa de la fragmentación política que se viene dando en nuestro país desde las elecciones generales de 2011, tras las cuales se empezó a generar un movimiento de descrédito del bipartidismo, idea que se convirtió en dogma contra el que muy pocos se han atrevido a razonar.
Desde luego, no se trata de defender la idea absurda de que sólo es operativo un sistema que cuente con dos partidos, eso no lo sostiene nadie. Pero una cosa es la existencia de varios partidos con representación en el Consistorio -o en la Cámara autonómica, o en el Congreso de los Diputados- y otra muy distinta es que el gobierno de cualquier nivel esté formado por una multitud de siglas. En este caso, como en los matrimonios, tres son ya una multitud, y no digamos cuatro, cinco o seis, que convierten ya el terreno en directamente ingobernable.
Por eso, entre otras cosas, aunque no solamente por eso, las corporaciones municipales de los grandes ayuntamientos españoles no han ofrecido hasta ahora ningún éxito reseñable después de un año de gobierno. Ha habido, eso sí, una sobreabundancia de gestos, de medidas capaces de ocupar puestos de primera línea de la información pero que no tienen trascendencia alguna en la vida diaria de los vecinos. En términos generales, ha sido un año de mucho ruido y pocas nueces, de mucha declaración y medida efectista y poca gestión determinante, de mucha apariencia de cambio en lo irrelevante y ninguna modificación capaz de solucionar los problemas reales y verdaderamente importantes de la comunidad.
Naturalmente hay excepciones pero convendría fijarse en el efecto que ha producido en muchos ayuntamientos españoles esta fórmula de la «sopa de letras» para no seguir insistiendo ciegamente en la maravilla que supondría para los intereses de la nación que el modelo municipal multipartito se exportase al Gobierno de España. Porque la consecuencia previsible sería exactamente ésa: que corriéramos el riesgo de que no se pudieran aprobar los presupuestos para el 2017. Y no es una posición exagerada ni alarmista, es la consecuencia natural de la dificultad de aunar en una medida única posiciones distintas en un asunto crucial como es cuánto se gasta, dónde se gasta y cuánto se deja de gastar. Las respuestas a esas tres cuestiones forman el grueso de los programas de los distintos partidos y explican la confrontación electoral entre ellos.
La conclusión, un año después de constituidos los ayuntamientos, es que la fórmula recién estrenada deja mucho que desear y que es preferible, si no un gobierno monocolor, porque eso es efecto de una mayoría absoluta, sí al menos los gobiernos salidos de un pacto entre dos partidos. Tres a todo tirar, y ya sería un problema de gestión nada despreciable.
A la hora de gobernar, el bipartidismo sigue pareciendo lo más deseable y no es casualidad que sea lo que se suele hacer en los países de nuestro entorno europeo. En España se ha enterrado demasiado pronto el pacto entre dos.
LA NUEVA POLÍTICA, ES UNA POLÍTICA DE NEGOCIACIÓN,SE ACABÓ EL RODILLO DE LAS MAYORÍAS.
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