jueves, 12 de mayo de 2016

EUROVISIÓN DE UNA EUROPA TRASNOCHADA.

Eurovisión, piedad pop
En mitad de la semifinal de Eurovisión, como un eructo de moralismo entre lentejuelas, introdujeron un numerito de danza compasiva en memoria de los refugiados. Un ceniciento enjambre de bailarines en estudiados harapos, con gesto de intensa compunción, zumbó su sentida coreografía para alivio de conciencias burguesas culpables de su prosperidad. Culpables aún más porque les gusta Eurovisión, como si fuera pecado. Fue un retorno nietzscheano al origen de la tragedia pero desde la óptica pop, frivolizante, de la posmodernidad: expiamos nuestro pecado de riqueza aceptando un entremés aproximadamente lacrimógeno antes de que prosiga el espectáculo, ya sin rémoras. Nada hay más europeo que esta hipocresía de diseño, esta banalidad del bien que cede el foco unos minutos al drama, o se baña con neopreno en él, confiando en que la representación nos libre de los hechos. Nunca la mano izquierda proclamó con tan rítmicos aspavientos la limosna que reparte la derecha.
¿SABEMOS LOS ESPAÑOLES CUÁNTO NOS CUESTA EUROVISÓN?¿ES RENTABLE?¿PARA QUIÉN?

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