Foto inédita. Manuel Jesús Villadangos posando cuando era jefe de Disfilt
Manolo junto a su padre Victorino manejaron Disfilt, creadora del mar de caucho que se quemó causando una catástrofe ambiental.
Acumuló multas por más de 600.000 euros. Hasta ahora era ilocalizable. Le hallamos en un gastrobar. Antes, decía que su empresa era ecológica y de reciclaje. Hoy lo niega todo
Encontramos al 'amo' del vertedero de Seseña de camarero en Asturias.
Los Villadangos Flores tuvieron dos momentos en los que quisieron ser verdes. Al menos en apariencia. En ambos, fracasaron. En los dos casos, con final patético. El primero, abril de 1980, cuando editaron una revista escolar titulada Chavalín. En la portada se ve a un niño saltarín, contento, emocionado sobre una pradera idílica con flores, monte. Venía con póster de "Parchís: La llamada de la selva". Se publicaron un par de números, a 45 pesetas cada uno. El editor era Victorino Villadangos, el patriarca. El segundo momento, cuando a principios de siglo la familia va acumulando neumáticos en un paraje de Seseña (Toledo), a un ritmo de 12.000 kilos de ruedas diarias. Allí a Victorino lo ayuda su hijo Manuel Villadangos. Llegan a reunir cinco millones de piezas. Tratan a su empresa de ecológica y ellos dicen proteger el medioambiente. Hablan, sobre todo, de reciclaje. Pero todo termina en desastre. Las autoridades los consideran los responsables del mar negro que se incendió la semana pasada y que aún sigue humeante. Uno de los desastres ecológicos más graves de los últimos tiempos. Emisiones contaminantes equivalentes a las que se producen en un año en España. Soltadas sólo en días. Las autoridades los creen ilocalizables. Hasta ahora que Crónica encuentra a Manuel, camarero de un bar perdido...
Manuel Jesús Villadangos García (León, 12 de enero de 1962) posa frente a la cámara con un neumático, el borde grisáceo es el marco de su rostro. Cambia, lo sujeta delante. Muestra los dientes. No le importa asumir que es, junto a su progenitor, Victorino Villadangos Castellanos (Urdiales del Páramo, León, 5 de enero de 1936), el padre de Disfilt, "planta gestora de neumáticos usados que, a diario, recibe la visita de decenas de camiones de toda la Comunidad que llevan allí las ruedas que almacenan previamente sus clientes". El manto nigérrimo de Seseña, una pesadilla con el tiempo. Asume su rol. Entonces. Esta escena es de hace una década, de una entrevista con EL MUNDO, de donde procede la frase citada.
Viernes 20 de mayo de 2016. Al creador del vertedero, al hombre que se señala por los medios que está en paradero desconocido, a Manuel Jesús Villadangos García, más conocido como Manolo, le hallamos tras la barra de un pequeño gastrobar que regenta en pleno centro de Llanes, en Asturias. Le preguntamos directamente por el vertedero y no lo niega. "Sí, yo estaba en la empresa pero sólo figuraba", intenta despistar. "En realidad, no hacía nada, no tenía ningún papel". Y apunta directamente a su familia. "Era cosa de mi padre y mis hermanos". Sin embargo, él aparece en la documentación inicial de Disfilt junto con su hermano Juan Villadangos García y su padre, Victorino. Manuel ocupó el cargo de presidente. De consejero más tarde.
Lo que dice hoy contrasta con la entrevista concedida a este diario en la que habla con total conocimiento de la empresa de reciclaje de neumáticos. Toma el papel de directivo: ofrece datos y porcentajes, qué materiales se extraen de ellos, en qué medidas, o incluso qué nuevas posibilidades ofrecen y por dónde va la investigación del departamento de I+D de la compañía. Se presentaba, sin dudar, como jefe de planta y explicaba así su misión: "Los neumáticos nos llegan aquí para su valoración y, en este sentido, nuestro primer objetivo es la clasificación, es decir, la selección de aquellas carcasas que tienen posibilidades de ser reutilizables, en algunos casos tras un proceso de recauchutado".
Un huerto verde
Sorprende que uno de los protagonistas de aquella entrevista sea el camarero que hoy sirve cervezas detrás de la barra y que dice, 10 años después, tras una tragedia ambiental, no saber nada de reciclaje ni de neumáticos. Con cuentagotas le sacamos algo sobre el vertedero mientras él atiende tras la barra. Mueve la olla en la cocina. Sale a dar las comidas a apenas cuatro clientes que van a tomar el menú de mediodía. El local es pequeño, nuevo y decorado en blanco y negro en una zona peatonal de terrazas. "Tengo lío a estas horas", nos dice. No quiere recordar el hombre que aseguraba antes, pecho inflado, que "los neumáticos son como los cerdos de la industria, pues son aprovechables en más del 90%". Casi hablaba de crear un huerto verde, en lugar de un páramo color hollín.
Sin embargo, él y su familia sólo los fueron acumulando y acumulando hasta superar los seis millones de neumáticos, las 12 hectáreas que se han encendido. Las multas a Disfilt se fueron acumulando también. Pasan de largo los 600.000 euros. Que no se han pagado. Tanto la Junta de Castilla-La Mancha, el Ayuntamiento de Seseña y la Comunidad de Madrid creían que los responsables habían desaparecido desde 2010. A Victorino Villadangos Castellanos, al padre de Manuel, no lo tenían lejos. Estaba muy cerca. Primero vivió en Pozuelo de Alarcón, en un confortable piso cerca de la estación de Cercanías. Su residencia última queda en el centro de Aranjuez, a 16 kilómetros de la catástrofe. De donde montó el vertedero ilegal más grande de España, si no de Europa.
Al hoy octogenario Victorino le recuerdan en Seseña hasta al año pasado, exigiendo una indemnización por los que llamaba "sus neumáticos". "Tenía buena planta, pelo canoso y caminaba por el centro sin saludar", señala un vecino. Le describen soberbio. "Incluso superaba en ego a [Francisco Hernando] El Pocero", cuenta otro. Una vez, cuando los camiones llegaban masivamente a Seseña en, esencialmente, dos direcciones: la urbanización El Quiñón que construía El Pocero y Disfilt, cuando apenas ocupaba unos 3.000 metros cuadrados, cuando no era el Titicaca de caucho del tamaño de 12 campos de fútbol.
Empujones con 'El Pocero'
El Pocero había asfaltado una parte del camino para que sus trailers llegaran con menores contratiempos. Victorino y Manuel vieron la oportunidad y también la usaban para los vehículos de hasta 12 metros que acudían al vertedero. Hernando, al ver lo que estaba pasando con los neumáticos, decidió restringir el acceso. Eso puso furibundo a Victorino, que acudió, a gritos, a increparle.
-¡Te voy a denunciar porque tengo derecho a pasar! -soltó Villadangos.
-¡Denúnciame ya que estoy asfaltando! -le respondió burlón Hernando.
Llegaron a las manos. Se empujaron mutuamente. Después hubo una calma chicha.
Manolo no tiene intención de rememorar ni este suceso. Ni de su papá, menos su destino. Ni nada de su etapa al frente del vertedero. Tampoco acerca de lo que ha pasado con éste ahora. Cuando le preguntamos sobre las impresionantes imágenes del incendio y de lo que ha supuesto para los vecinos de la zona, Manolo se encoje de hombros.
-Qué quieres que te diga. Las vi por la tele, como todo el mundo.
Le preguntamos si no le dan pena y si aquello estaba, últimamente, como cuando él se encontraba al frente de Disfilt. Si se ha descuidado. Si se podía haber evitado algo así. Las preguntas quedan en el aire. Después de silencio largo, contesta.
-No lo sé. No lo sé...
Una y otra vez. Habla bajo. Su pelo es entrecano, cada vez más cercano al del patriarca de los Villadangos, un hombre de negocios taimado. Victorino dejó su pueblo natal, Urdiales del Páramo, a sabiendas que los desechos daban dinero. Mucho dinero. Alrededor de Urdiales, a 25 km a la redonda, hay no menos de 10 desguaces. Se casó con Elena García Gómez.
También fue constructor. Intentó hacer fortuna con una empresa llamada Urbanizadora Aguadulce S.A. Pura astucia, pues cogió el nombre de otra compañía de renombre, denominación abandonada años atrás. La vieja Urbanizadora Aguadulce llegó a ser dirigida por un personaje de la talla de José Manuel Romay Beccaría, extesorero del Partido Popular y actual presidente del Consejo de Estado [consultado por Crónica, su entorno niega cualquier vínculo]. Tras décadas desaparecida, se apropió de la denominación Victorino en los años 90. No le va mal. Acumula un capital social de 1.081.821,79 euros y está activa. Y Villadangos Castellanos es administrador único. El mismo cargo que ostentó en Disfilt, en cuyas últimas cuentas registradas -de 2006, año de la entrevista a Manolo- tenía unos activos totales de 1.144.029 de euros. En el histórico del registro mercantil de su hijo está -aparte de la empresa del vertedero de neumáticos- Metaltronic Llaves S.L. y Magva Trading S.L. La primera dedicada a "actividades de impresión y artes gráficas". Es decir con la posibilidad de imprimir revistillas como Chavalín. La siguiente, a "restaurantes y puestos de comidas", como el bar donde le encontramos.
"Es imposible que sea él"
La mayoría de sus clientes y sus propios vecinos desconocían que Manolo estuviera al frente de una empresa, y menos, de una de la que se lleva hablando días en nuestro país por un vertedero del que medios nacionales como EL MUNDO e internacionales como The Guardian ya habían alertado, una y otra vez, de su peligrosidad. Por ello no ha sido fácil dar con él. Nadie asocia a Manolo el camarero con Manuel Jesús Villadangos García, el ilocalizable empresario del reciclaje de neumáticos en Seseña. Sólo cuando les mostramos su foto, caen. "Es imposible", dicen. Y es que a Manolo le recuerdan siempre como parte del personal de distintos bares del pueblo. "Que yo sepa, siempre fue camarero", aseguran, pero "si tenía algún negocio, debía de ser por sus hermanos, que sí andaban metidos en cosas".
Soltero, se pasa el día de su bar a su casa, un pequeño apartamento de Cue, junto a Llanes. Dinero el negocio no le dio, asegura un hostelero de Llanes que le tuvo de empleado. "Es más, hace un tiempo se le estropeó un pequeño coche que tenía y ni siquiera lo arregló". Desde entonces baja andando los dos kilómetros que hay hasta el bar... Manolo, el de Disfilt, es para ellos un desconocido y de ello se ha encargado él. En su bar, la tele está al menos hoy apagada. No sea que en el informativo aparezcan las secuelas del incendio de Seseña o, por casualidad, alguien indague y salga su nombre. Pero en su día Manolo dio la cara, incluso públicamente, por su empresa. De la que entonces parecía estar orgulloso.
- 1999. Disfilt comienza a llevar las primeras ruedas a los terrenos de Seseña (Toledo).
- 19/04/2002. Se le otorga licencia municipal.
- 28/04/2003. Se publica la declaración de impacto ambiental. Ya llegaban a descargar 12.000 kilos de neumáticos por día.
- 04/04/2005. Reciben la orden de paralización de actividad. No obedecen.
- 07/03/2006. Manuel Jesús Villadangos García aparece en EL MUNDO como jefe. Había ocupado los cargos de presidente y consejero. Reconoce dirigir la empresa con su padre, Victorino.
- 16/12/2008. Se condena a Disfilt por delito contra el medio ambiente.
- 25/04/2011. Los neumáticos se declaran bienes abandonados.
- 13/05/2016. A la 1.15 de la madrugada, aproximadamente, se incendia el vertedero que contiene no menos de seis millones de neumáticos y que ocupa 12 hectáreas.
- LA CULPA DE TODO EL DESASTRE ES DE LAS ADMINISTRACIONES AUTONÓMICAS Y AYUNTAMIENTO.
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